28 de abril de 2013. Salida hacia Soria desde Huesca con un tiempo fresquito y variable, pero que no hacía temer lo que nos íbamos a encontrar.
Llegada a Soria a mediodía. Comida y a pasear por esa tan tranquila, maravillosa y placentera ciudad. Y fría también, pero no tanto y menos a finales de abril. Las calles desiertas, el viento soplando y la temperatura propia de un enero durillo.
Las calles comerciales estaban así de animadas.
Si el viento permitía llegar, se podía visitar todo con tranquilidad y escasa afluencia de público.
Las iglesias eran un buen amparo ante las inclemencias.
La enciclopedia en piedra que es la portada de Santo Domingo sólo para nosotros.
El regreso al hotel siguió sin aglomeraciones. Incluso las paraditas (obligadas en Soria) en “el Tubo” y la Plaza de Herradores permitían elegir sitio.
El lunes entre agua-nieve hacia Medinaceli. Por el camino ya se veía empezar a cuajar la nieve en algún campo, pero la sorpresa a la llegada se las traía.
Difícil de creer, pero casi en mayo.
La iglesia de San Martín, junto al convento de las clarisas, sirvió como refugio para muchos durante un buen rato.
La nevada seguía arreciando. El arco romano ofrecía esta insólita imagen.
Caían copos de un tamaño descomunal. En pocos minutos se acumulaban centímetros de nieve.
Las estampas navideñas se sucedían.
Al bajar de Medinaceli, conforme descendíamos de cota la nieve fue desapareciendo. Comimos en Esteras de Medinaceli y nos acercamos a ver el nacimiento del Jalón.
Por la tarde visita a Almazán. Sin nieve, pero pasada por agua.
Menos mal que la visita más importante, la iglesia de San Miguel, tiene su máximo interés en el interior.
Destacable en ella su cúpula sobre trompas, de sabor andalusí.
La iglesia, aparte de su valor arquitectónico, contiene importantes obras de arte como la siguiente Virgen de principios del gótico.
O el calvario gótico procedente de Bordejé.
Al llegar a Soria, aún me dio tiempo para acercarme a San Juan de Rabanera, si bien no pude visitar bien el interior porque estaban rezando el rosario, costumbre que sigue en vigor en muchas iglesias sorianas.
El día siguiente, con una relativa mejoría de la climatología, lo dedicamos a la ciudad de Soria.
Empezamos acercándonos a San Saturio. La belleza del lugar es tal que no nos extraña en absoluto que poetas y pintores hayan tenido aquí una importante fuente de inspiración.
Visitamos la cueva y la ermita.
El recuerdo de Machado está presente en toda Soria, pero si cabe más en estos alrededores.

Estos chopos del río, que acompañan
con el sonido de sus hojas secas
el son del agua, cuando el viento sopla,
tienen en sus cortezas
grabadas iniciales que son nombres
de enamorados, cifras que son fechas.
Tras San Saturio no dejamos el Duero sino que acudimos a San Juan. He perdido la cuenta de las veces que hemos estado en San Juan de Duero, pero cada vez es novedad y descubrimiento. Si la iglesia no carece de interés, los arcos de su claustro son fascinantes. Pasear por ellos es relizar un viaje a través de los siglos. ¡Tan cerca de la carretera actual y tan lejos que parecen llevarnos en la curva espacio-tiempo!
La iglesia destaca por los baldaquinos situados a ambos lados a la entrada del presbiterio, de entre cuyos capiteles destacan los dedicados a San Juan Bautista.
Alguien puede dudar de la maldad de Herodes y de quien se la inspira ante el siguiente capitel.
El claustro (hay quienes opinan que no fue tal) ha sido objeto de muchas teorías y discusiones sobre su intencionalidad, las influencias recibidas y/o su autoría, pero nadie discute su belleza.
Allí donde tiene capiteles los hay de temática vegetal y otros figurativos en los que abundan animales del bestiario medieval como las siguientes arpías.
Santo Domingo fue la siguiente parada. ¡En pocos días verla varias veces todo un regalo!
Del amplio repertorio de la portada siempre me ha caído especialmente simpática la escena del sueño de los Reyes.
A pocos paso de Santo Domingo, el instituto “Antonio Machado” nos esperaba para ver el aula conservada al estilo de profesor de francés. El día ya se iba nublando y fue inevitable evocar “Una tarde parda y fría/ de invierno. Los colegiales/ estudian. Monotonía/ de lluvia tras los cristales./ Es la clase”.
Un paseo para abrir el apetito por el Collado y a comer.
Por la tarde decidimos visitar el Museo Numantino. No excesivamente extenso, bien expuesto didácticamente , resultó una agradable experiencia comprobar las mejoras experimentadas.
Con el tiempo aceptable nos dimos un paseo por la Alameda de Cervantes (la Dehesa para los sorianos) y entramos en la ermita de la Soledad a contemplar el Cristo del círculo de Juan de Juni.
Probamos suerte de nuevo en San Juan de Rabanera. Lo encontramos abierto y con todas las facilidades para la visita.
Subimos después hacia los barrios más altos donde se hallan el convento de Santa Clara y Nuestra Señora del Espino.
Junto a Nuestra Señora del Espino se halla el olmo al que teóricamente cantó Machado. “¡El olmo centenario en la colina/
que lame el Duero! Un musgo amarillento/le mancha la corteza blanquecina/al tronco carcomido y polvoriento”.
El tiempo se iba tornando amenazante, pero no me esperaba que algún relámpago suelto seguido de truenos lejanos fuesen a desembocar en un instante en una tormenta con extaordinario aparato electríco y una granizada de las que hacen historia. En pocos instantes las calles se cubrieron de una gruesa capa de pequeñas piedrecitas y no quedó más remedio que buscar refugio urgente. La tormenta pasó pero el granizo se mantuvo horas.
El día siguiente amaneció mejor. No llovía y la nieve y el hielo se veían algo más altos. Con esperanza de día soleado fuimos hacia San Esteban de Gormaz. Allí nos esperaba la iglesia de Nuestra Señora del Rivero y el párroco Fortunato Antón, que nos acompañó en la visita y luego en la de San Miguel, pese a estar esperando al obispo y a las autoridades que ese mismo día le iban a nombrar hijo adoptivo de la localidad.
En el interior destaca un arcosolio en el muro norte con pinturas góticas.
De la Virgen del Rivero a San Miguel, otra iglesia con galería porticada. El interior, en obras, no se puede visitar.
Como muchos otros edificios de toda época también San Miguel usó como cantera construcciones anteriores.
Después el grupo se dirigió al Parque Temático del Románico de Castilla y León, que contiene maquetas de varios de los edificios más representativos del románico castellano, como San Juan de Rabanera por poner un ejemplo soriano.
Entre tanto yo me di un paseo por el pueblo.
Me dio tiempo para volver a la Virgen del Rivero y a San Miguel
Y de echar un trago en las bodegas que hay subiendo al castillo, invitado amablemente por sus propietarios. En los aledaños de las bodegas el llamado “Mirador” ofrece espléndidas vistas sobre el pueblo.
De regreso intenté dar un vistazo a la parroquial de San Esteban, pero estaba cerrada.
La última mirada a San Esteban fue sobre el castillo bajo el cual se refugia la villa.
Tras regresar a Soria a comer, nos dirigimos por la tarde a Numancia, la ciudad conquistada y destruida en 133 a. C . por Escipión el Africano tras un cerco de trece meses.
El tiempo volvió a estropearse al inicio de la visita a las ruinas, pero mejoró y nos permitió pasear por ellas con tranquilidad. Los restos de las diversas numancias celtibéricas y romanas se entrecruzan, sin embargo tuvimos suerte con el guía, buen dominador del tema y ameno en sus explicaciones.
El jueves tocaba la Laguna Negra, pero la nieve caída los últimos días dificultaba el acceso en autocar y la subida a pie del último tramo con la nieve helada era clarísimamente arriesgada. Nos perdimos pues su “agua impasible que guarda/en su seno las estrellas” y no pasamos del Centro de Interpretación.
Un paseo por Vinuesa, el antiguo Visontium celtíbero, acabó de llenar la mañana.
Vinuesa tiene un rollo espectacular, construido al conceder Carlos a Vinuesa el título de villa. La tradición local mantiene que nunca se ejecutó a nadie en él, lo que es más que creible dada su tardía construcción.
Por la tarde fuimos a el Burgo de Osma y disfrutamos de su espléndida catedral. Lástima que pocas fotografías puedo ofrecer dada la política al respecto que emana de la Junta de Castilla y León, que, por el mensaje unánime que dan guías turísticos, párrocos y vecinos, considera el diablo reencarnado en la fotografía digital e internet. Para ellos las grandes amenazas a la conservación del patrimonio. Y entretanto las bóvedas románicas se hunden, las esculturas barrocas son robadas impunemente al estar guardadas en lugares sin la más mínima medida de seguridad, se construye sobre yacimientos prehistóricos, expoliadores y gamberros rondan a sus anchas por entre el patrimonio, …
El viernes, nuestra última mañana en Soria la empleamos en darle un buen repaso a la ciudad. Acudimos primero a San Juan de Duero y nos acercamos al nevero situado en posición elevada al otro lado de la carretera desde donde se obtiene una nueva perspectiva.
No podíamos dejar Soria sin realizar el paseo inolvidable junto al Duero para llegar a San Saturio pasando por San Polo. Para evocar bien El Rayo de Luna lo ideal sería hacerlo de noche a ver si algún espíritu de caballero templario veía truncado su sueño. ¡Lo dejaremos para otra vez!
Las imágenes que ofrece el Duero durante el recorrido son para inmortalizarlas.
Regresamos de San Saturio por la orilla opuesta, al pie de las antiguas murallas.
En Soria quedaba una visita importante: la concatedral de San Pedro. Tuvimos suerte en hallarla abierta, lo que no sucede siempre.
El claustro de San Pedro es de lo bueno de la escultura románica castellana.
Otra mirada a Santo Domingo, las últimas compras, a comer y regreso a casa.