El día 25 de mayo de 2013 veinticinco personas partimos de Graus hacia el aeropuerto de Zaragoza. Volamos hacia Cluj-Napoca sin más problemas que los habituales en los vuelos “low cost”, que al final acabarán haciéndote facturar hasta el monedero.
El vuelo tardío, el cambio de hora y el tiempo inestable no permitieron otra cosa al llegar que descansar en el hotel.
El día siguiente amaneció lluvioso, pero fue mejorando durante la mañana sin poner ningún obstáculo a nuestra visita a Cluj. Esta la iniciamos en la plaza Avram Iancu, donde se hallan el Teatro Nacional y la catedral ortodoxa, donde se celebraba la misa dominical.
Desde allí por el boulevard Eroilor a la plaza Unirii. Esta plaza la preside la estatua ecuestre de Matías Corvino (rey de Hungría de 1458 a 1490), detrás de la cual se encuentra la iglesia de San Miguel, la iglesia católica más grande de Rumanía, frecuentada sobre todo por la importante comunidad hungara de Cluj.
Continuamos recorriendo el casco antiguo pasando por la casa natal de Matías Corvino.
Entramos en la iglesia franciscana que contiene un interesante pulpito.
Como al parecer la guía ya estaba cansada disolvimos el grupo, y mi esposa y yo decidimos acabar de recorrer el centro de la ciudad aprovechando que el día había mejorado.
Las principales calles denotaban que estábamos en domingo y el tráfico era escaso.
El río que atraviesa Cluj es el Somes Mica (pequeño).
Volvimos a la plaza Avram Iancu coincidiendo con la salida de los fieles de misa.
En la plaza estaba instalado un mercadillo con productos típicos.
Tras la comida, mientras caía un buen chaparrón, tomamos de nuevo el autocar para dirigirnos a Turda, donde visitamos las antiguas minas de sal, acondicionadas recientemente para el turismo y actividades diversas.
De Turda a Alba Iulia donde nos alojamos. Como era temprano y el sol lucía fuimos a recorrer la ciudad. El principal atractivo es la Ciudadela con las murallas y paseos que la rodean.
En el interior de la Ciudadela están los principales monumentos de la ciudad, cuya visita reservamos para el día siguiente, y deambulamos por las plazas y calles, muy ambientadas por encontrarse en fiestas.
El lunes, sin madrugar en exceso, fuimos a Hunedoara. Allí visitamos el castillo gótico-renacentista.
La capilla del castillo, del gótico tardío, la contemplamos desde la planta alta, que era el lugar en el cual la familia real asistía a los oficios.
Otras dependencias recuerdan el uso del castillo no sólo como fortaleza militar sino como residencia.
En el castillo se estaba rodando un espot publicitario. La indumentaria de los actores dotaba de mayor autenticidad a la fortaleza.
Los manjares de la época olían más bien a plástico.
Alguno se empeñaba en viajar en el tiempo y emplear el móvil en la lucha contra los otomanos
Finalizando la visita, unas gotas invitaron a contemplar el pozo a ver si se llenaba.
Sin más que ver en Hunedoara, regreso a Alba Iulia.
La llegada a Alba Iulia fue algo pasada por agua y atravesamos las murallas bajo la lluvia.
La parada para ver la catedral ortodoxa fue rápida.
San Miguel aún fue más un visto y no visto.
Nosotros, rápidos. Sin embargo, había centinelas impertérritos frente a las inclemencias.
Al cabo de un rato el tiempo mejoró y decidimos hacer una visita más tranquila y privada a San Miguel, única iglesia rumana que conserva algo de sus orígenes románicos. Realmente fue la visita fue privada pues sólo estábamos nosotros dos y una señora que andaba por la sacristía arreglando algo.
Pudimos contemplar detalles como la portada sur, actualmente en restauración.
Y algunas piezas escultóricas en el interior como este encantador nacimiento.
La estatua de Miguel el Bravo se veía aún más imponente bajo el sol.
Una buena cervecita rumana en el descenso hacia el hotel y a cenar y a dormir.
El martes emprendimos el camino -nunca mejor dicho porque aquello no era carretera- hacia Sighisoara.
La parte alta de Siguisoara conserva todo su sabor medieval. Su centro histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1799.
El más popular de los monumentos de Sighisoara es la llamada Torre del Reloj.
Comimos en el restaurante situado en la casa donde se supone que nació Vlad Tepes, más conocido por Drácula, donde personalmente ya habíamos comido ocho años atrás.
De Sighisoara partimos hacia Sibiu. Sibiu fue capital europea de la cultura en 2007. Este nombramiento originó una renovación completa de la ciudad con restauración de edificos, construcción de nuevos hoteles, …
Un ejemplo es el que nos alojabamos nosotros.
Con toda la tarde por delante nos dimos una vuelta por la ciudad. Iniciamos el recorrido por la arteria más animada, que es la calle N. Balcescu, repleta de restaurantes y cervecerías.
Esta calle conduce a la Plaza Grande.
La siguiente es una fotografía de 2005 donde puede verse el estado de la misma plaza cuando Sibiu estaba en plena renovación para prepararse para la capitalidad cultural.
Seguimos pasando por la iglesia de las Ursulinas hacia la parte baja de la ciudad.
Esta zona alejada del bullicio del centro ofrece diversos ejemplos de arquitectura tradicional.
Llegamos finalmente a la Plaza Pequeña, probablemente el lugarde Sibiu con más rincones encantadores.
Desembocamos posteriormente en la Plaza Grande, extremadamente animada ya que se celebraba una fiesta de graduación.
Seguimos recorriendo bonitos parajes de la ciudad.
Y tras sentarnos a reponer fuerzas y degustar un helado, a cenar y a dormir.
El siguiente día amaneció bueno e iniciamos la visita guiada a Sibiu. Empezamos recorriendo el boulevard Spitelor con sus torres y restos de murallas.
Las calles de Sibiu no mostraban excesivo movimiento esa mañana.
Continuamos hacia la catedral ortodoxa. Del siglo XX, pero que intenta imitar el modelo de Santa Sofía de Constantinopla.
En los paises de mayoría ortodoxa es frecuente ver a sus sacerdotes con sotana.
La catedral evangélica fue la siguiente visita, si bien sólo del exterior pues dentro está cerrada por obras.
Regresamos hacia el centro por los lugares más pintorescos.
Hasta llegar a la Plaza Pequeña.
Y de allí a la Grande con la iglesia jesuita y el ayuntamiento.
De nuevo al autocar y hacia Brasov. El tiempo seguía acompañando. en el recorrido hasta Fagaras fuimos contemplando a la derecha los Cárpatos meridionales.
En Fagaras un alto para visitar la ciudadela y el Museo de Arte e Historia que alberga.
El príncipe transilvano Rákóczi I -abuelo del héroe nacional hungaro que da nombre a la popular marcha- en la primera mitad del siglo XVII amplió el foso de la ciudadela y lo hizo llenar con agua desviada del río Olt convirtiéndolo en un auténtico lago.
En el interior de las murallas se alza el palacio con aires del renacimiento italiano, convertido en museo y biblioteca.
Reemprendimos el viaje hacia Brasov donde ya llegamos a la hora de comer.
Disponiendo de unas horas libres, paseamos por el centro y la plaza Sfatului.
Después nos dirigimos hacia el sur de la ciudad, fuera de las murallas, a la plaza Unirii donde se halla la iglesia de San Nicolás.
Continuamos paseando hacia el bastión Tesarolitor.
Volvimos al autocar y como el hotel se hallaba en la estación de esquí de Poiana Brasov hacia allí nos condujo.
Durante la subida hay miradores con buenas vistas sobre Brasov.
El hotel, fuera de temporada, se halla cerca de ninguna parte.
Para entretenerse había alguna posibilidad. Por ejemplo, junto a la escalera del hotel podía uno dedicarse a recolectar senderuelas.
El jueves las visitas empezaron en el castillo de Rasnov, fortaleza construida por los sajones para defender la zona de las invasiones tártaras.
La subida hacia el castillo corta, pero durilla.
La visita, pese a estar cerradas muchas tiendas y talleres (o quizás por ello) resultó muy agradable.
Las vistas desde el castillo, tanto sobre la ciudad como sobre las montañas y bosques cercanos, son espléndidas.
Después de Rasnov, a Bran. Otro castillo de origen sajón, famoso más que por su historia por la relación legendaria que se le adjudica de haber sido residencia del famoso Vad Teples (Drácula), que es posible que ni pisase esta fortaleza.
El castillo y alrededores están muy acondicionados para la visita turística.
Los pasadizos y escaleras secretos ayudan a dar aire misterioso al lugar.
La maquinaria del ascensor, instalada ya en poca más reciente, parece alejarnos de la magia y la leyenda.
El lugar fue también frontera entre Transilvania y Valaquia.
Por la tarde de nuevo a Brasov. En principio repetimos la visita a San Nicolás.
Y a la plaza Unirii.
Continuamos el paseo por la ciudad.
Entre otros lugares pasamos ante la calle que tiene fama de ser la más estrecha de Rumanía.
Al llegar al centro y disgregarse el grupo, aprovechamos para ir a la Iglesia Negra, la más representativa del gótico rumano.
Otra vez en la plaza Stafului, el centro de la vida ciudadana.
Allí coincidimos con el toque de las seis de la tarde en la Torre de Trompetas.
Mientras la guardia, muy poco marcial, de la torre formaba y desfilaba (o lo intentaba).
Aún nos dio tiempo para echar un vistazo a la catedral ortodoxa.
Y , tras descansar y refrescarnos en la calle Republicii, de nuevo al hotel.
Ya acercándonos al final del viaje, partimos el viernes hacia Sinaia.
En Sinaia se encuentra uno de los monumentos más visitados de Rumanía, el palacio Peles. Rodeado de bosques y jardines, lo mandó construir el rey Carlos I de Rumanía a partir de 1873, finalizando las obras en 1914. Fue el primer palacio europeo con electricidad y calefacción.
Descendimos del palacio para ir al monasterio de Sinaia.
Tal vez lo más interesante del monasterio sea la Iglesia Pequeña, la más antigua, construida en 1695, con un atrio decorado con frescos muy interesantes.
Desde Sinaia a nuestra última parada en Rumanía: Bucarest.
Lo primero al llegar, la comida. El restaurante no estaba mal, pero justo al lado de la embajada siria, rodeada de alambradas, policías y cámaras de seguridad, no resultaba demasiado tranquilizador.
Después de comer, al Museo de la Aldea, una extensísima colección de reproducciones con todo detalle de construcciones rurales de todo el país.
Desde el Museo de la Aldea hacia el hotel, con una breve parada en el centro de la ciudad.
En el hotel ducha rápida y a la cena folklórica, eje del programa en todo viaje organizado.
La cena fue en el restaurante “Pescarus” (Gaviota).
La cena no duró para trasnochar demasiado y descansamos para el último día en Rumanía.
De buena mañana, antes de empezar las visitas programadas, nos dimos un paseo por los alrededores del hotel.
Luego al autocar que nos dio una vuelta por la ciudad hasta pararnos en la Academia Militar Carlos I.
La siguiente parada fue ante el inmenso Parlamento. Admiración de turistas y reflexión para quienes recuerden como la megalomanía de un déspota puede demoler iglesias, monasterios, sinagogas, millares de casas, sacrificar cuantas vidas fueran necesarias y arruinar un país para satisfacer sus caprichos.
Como aún no era la hora concertada para visitar el Parlamento, nos dirigimos a la Catedral Ortodoxa del Patriarcado.
Llegó la hora de visitar el parlamento y hacia allí fuimos. Tras hecer cola y pasar por múltiples medidas de seguridad pudimos contemplar una pequeña parte de lo que es uno de los edificios mayores del mundo.
Desde la terraza se puede apreciar la cantidad de gente que podía (y puede) asistir simultáneamente a los discursos o manifestaciones de apoyo del gerifalte de turno, aunque no creo que hoy en día se utilice. ¡Ya veremos en el futuro!
Poco tiempo nos quedaba en Rumanía. A dar un bocado rápido y hacia el aeropuerto. El vuelo hacia Zaragoza sin novedad y el retorno en autocar a Graus igual. ¡Hasta una próxima salida!