El 20 de marzo emprendemos viaje desde Lérida en dirección a Burgos. El programa se anunciaba como circuito de turismo de naturaleza, con lo que esperábamos senderismo y caminatas. Al final poco de ello hubo.
El trayecto de autobús se hizo largo. Parada a comer en Corella.
Luego, continuación hasta Villagonzalo-Pedernales donde está el hotel en el que nos alojamos estos días.
Poco tiempo quedaba para pasar la tarde y nos dimos un paseo por el pueblo. La iglesia estaba abierta y el párroco a punto de decir misa amablemente nos dedicó unos minutos para mostrarnos el edificio y hablarnos un poquito de su historia y sus retablos.


Contiene la iglesia una bonita y decorada pila bautismal, que el párroco nos la fechó como románica, pese a que no debe ser anterior a la iglesia, cuyas partes originales son del XVI.

Cerca de la iglesia hay una interesante fuente-abrevadero que ofrecía un curioso aspecto con el sol del atardecer.
Descansados y repuestos del viaje emprendimos ruta el siguiente día en dirección a Frías.
Antes de llegar hicimos una parada en el precisos lugar de Tobera. El paseo junto al río Molinar para ver las cascadas que forma es único.
En la parte superior del paseo hallamos el puente medieval de un solo arco (romano lo denominan en el pueblo y así debió ser en origen).
Sobre él puente está, cobijada bajo la misma roca, la ermita del románico de transición de Nuestra Señora de la Hoz, que fue lugar de alojamiento de peregrinos que iban a Santiago.


A poco metros la pequeña capilla-humilladero del Santo Cristo de los Remedios, que recuerda la leyenda de una serpiente gigante que asustó al caballo de un mensajero real, el cual se salvó al encomendarse al Cristo.

De Tobera a Frías.
El puente con su torreón para el cobro de pontazgo merece un vistazo.
Al poco de entrar en la ciudad (Frías debe ser la población española más pequeña con el título de ciudad) encontramos el crucero.
Las calles y casas de Frías nos remontan a su pasado.
El castillo se alza sobre ellas.
Ya en lo alto, antes de entrar al mismo, una fuente de absoluta modernidad ofrece un contraste con el glorioso pasado.
El castillo conserva poco de sus orígenes. En su parte más baja correspondiente a la zona de vivienda se conservan unas ventanas miradores con columnas y capiteles de estilo románico de principios del XIII.

Es posible subir a la Torre del Homenaje.
Desde ella se disfruta de magníficas vistas sobre la ciudad.
Y sobre los alrededores.
Las casas colgadas, que hacían antiguamente también de muralla, es otro lugar de Frías a no perderse.
Acabamos la mañana con un recorrido a lo largo del embalse de Sobrón.
Por la tarde la visita fue para uno de esos lugares misteriosos y mágicos que ocultan viejas historias y creencias: el santuario de Santa Casilda. De gran devoción en la comarca, la actual iglesia renacentista se edificó sobre un lugar de culto más antiguo. Las balsas negra y blanca con sus propiedades curativas, las cuevas, las fuentes, … todo nos remonta a pasados míticos.
La iglesia tiene una portada de Nicolás de Vergara.
En su interior lo más destacable es el sepulcro de la santa, cuya escultura es obra de Diego de Siloé.
Hay también una imagen de la Virgen con Niño que se atribuye a algún discípulo suyo.
El día siguiente nos dirigimos al desfiladero de La Yecla, garganta abierta por el arroyo El Cauce, donde se ha habilitado una pasarela para recorrer el tramo donde las paredes laterales casi se tocan.
En las rocas que dominan el paraje anidan centenares de rapaces, mayoritáriamente buitres leonados.
El escaso caudal del arroyo nos hace presentes épocas pasadas en las que su aspecto debió ser muy distinto para llegar a abrir ese tan estrecho y profundo paso.
De las rocas surge el agua por doquier, en algún caso con ayuda humana.
Poco espacio tiene el sol para penetrar.
La pasarela es suficientemente segura para que la recorran gentes de todas las edades.
El recorrido no es largo, pero se hace cortísimo.
De la Yecla a Covarrubias, sin siquiera detenernos un instante a contemplar ese «mudo ciprés en el fervor de Silos». ¡Imperdonable! A no tardar le debo una visita al claustro.
Covarrubias es hoy una villa tranquila que conserva plenamente su sabor medieval. Accediendo a ella a través del puente sobre el Arlanza se alcanzan los restos de la muralla mandada derribar por motivos sanitarios por el doctor Francisco Vallés, natural de la villa y denominado por el propio Felipe II como «el Divino» .
Se conserva el torreón de Fernán González, del siglo X, que enlazaba con la muralla.
Junto a él un bonito crucero del siglo XVI.
Hay otro espectacular de la misma época cerca de la colegiata.
En el paseo por las calles abundan los pórticos, las casas blasonadas y las formadas con entramados de madera.

La iglesia parroquial de Santo Tomás la hallamos cerrada.
La Colegiata de San Cosme y San Damián es el monumento más importante de Covarrubias e hicimos la visita guiados por el párroco.
En la iglesia destacan sus retablos barrocos y el órgano.

En el claustro, gótico como la iglesia, contiene buena parte del museo.
El resto de las piezas del museo se hallan en estancias anejas. Probablemente la obra más destacada sea el Tríptico de los Reyes Magos atribuido al maestro de Covarrubias, que se supone fue discípulo destacado de Gil de Siloé.
El museo merece dedicarle tiempo porque hay otras obras muy interesantes.
Para preparar la visita de la tarde a la ciudad de Burgos nos esperaba un buen lechazo regado con Ribera del Duero.
Mientras digeríamos, tras cruzar el puente sobre el Arlanzón, el Arco de Santa María nos saludaba a la entrada de la ciudad.


Allí iniciamos la visita guiada a la ciudad por el paseo del Espolón.

La estatua del Cid parada obligatoria.

El palacio de los Condestables de Castilla, conocido popularmente como Casa del Cordón, preside la plaza de la Libertad.
La Plaza Mayor es siempre el punto de encuentro de los burgaleses.
A través del arco abierto bajo el Ayuntamiento la plaza comunica con el Paseo del Espolón.

Laa catedral fue, como no podía ser de otra forma, el núcleo principal de la visita.
Accedimos por la puerta del Sarmental.
El Papamoscas nos recibía a punto de tocar las cinco.
Las capillas y retablos, todo limpio y restaurado se iban sucediendo. Una de las primeras visitas fue a la capilla de Santa Ana con el retablo de Gil de Siloé.

Cerca de dicha capilla aparece la magnífica Escalera Dorada de Diego de Siloé.

El Retablo Mayor, obra de los hermanos de la Haya, es otro de los destacados.

Así como el de San Pedro en la capilla del Condestable.

Las bóvedas estrelladas son una maravilla.


Los relieves del trasaltar, aquejados del mal de piedra, son otra de las obras de especial interés.
Resulta imposible contemplar en una tarde todas las riquezas de la catedral. Entre las no menores está la Magdalena de Giampetrino, discípulo de Leonardo, obra que durante muchos años se adjudicó al maestro.

O el Cristo atado a al columna de Diego de Siloé, expuesto en el museo.

A la salida de la catedral poco tiempo quedaba para disfrutar de la ciudad, más cuando empezaron a caer copos de nieve helada. ¡Ya valía por hoy!
El domingo amaneció fresco, pero tal vez con tiempo más aceptable de lo esperado.
El primer destino, Poza de la Sal, conocida por su sus salinas y también por ser la ciudad natal de Félix Rodríguez de la Fuente.
Hasta que abrieron el centro de interpretación un paseo por la fuente Vieja, los lavaderos y el acueducto. Es patente la abundancia de agua en la localidad.
Poco más allá ya aparecen las primeras salinas.
El Centro de Interpretación, ubicado en el edificio que fue centro administrativo de las Salinas.

La visita guiada con la explicación de todo el proceso sobre la formación geológica de las salinas, el proceso de extracción de la sal, la historia de dicha extracción en Poza, … es quizás algo larga. Indudablemente es interesante, pero el lugar es incómodo para estar demasiado tiempo.

El tiempo no era muy bueno, pero el paseo por la localidad mereció la pena.
En la plaza vieja está el Ayuntamiento y se celebra el mercado.
La plaza Nueva es exterior al casco urbano y desde ella se divisa una extensa panorámica.
La iglesia de los Santos Cosme y Damián es un templo gótico con portada barroca que bien merce una visita, que sólo fue posible unos minutos antes de iniciarse la misa.
La tarde fue para Oña. A la llegada a la Casa del Parque Natural Montes Obarenes situada en la antigua vaquería del monasterio.
Lo que encontré más interesante fue la exposición temporal del conjunto de obras en madera del escultor Carlos Armiño.
La exposición continúa en el exterior con obras en hormigón.
Desde los jardines del monasterio de San Salvador se puede apreciar la antigua muralla y la gran extensión de los terrenos del monasterio.
Pasear por los jardines es una delicia y eso que la primavera estaba sólo en sus inicios.
Los antiguos criaderos de truchas son otro atractivo.
En el monasterio se inicia la visita por la iglesia.
Además de los muchos sepulcros de condes y reyes castellanos y navarros, destaca en ella el románico Cristo de Santa Tigridia.
la sacristía alberga muchos de los tesoros del monasterio. Una obra gótica peculiar es la Santa Genealogía con Santa Ana, la Virgen y el Niño, procedente de la arruinada ermita de Santa Ana.
Se sale del monasterio a través del claustro, obra gótica de Simón de Colonia.
La plaza del Ayuntamiento, frente a San Salvador, está rodeada por los principales monumentos de la villa.


En la plaza está la parroquia de San Juan con una espléndida portada gótica.
Junto a la iglesia está la torre de origen románico y habilitada actualmente como museo dedicado a la extracción de la resina. Desde su parte más alta, junto a la campana, se disfruta de excelentes vistas.
En Oña se acabó el viaje. Regreso al hotel, a dormir y regreso a Lérida al día siguiente.
es una preciosidad como lo hace Francisco, un Ok muy bien
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Precioso el recorrido de este viaje, el vieje que hicimos nosotros solo coincidia el desfiladero de la Yecla y Covarrubias.
Me gusta mucho tu forma de comentar.
Un saludo de Martin.
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