El 30 de junio salimos de Graus con la intención de visitar algunas de las grandes catedrales góticas francesas, aunque luego fuésemos variando los objetivos sobre la marcha.
Nuestra primera parada fue en Bourges. Hotel bastante céntrico, llegada y en cinco minutos a la ciudad.
El primer alto en el palacio Jacques Coeur.
Este personaje, de gran fortuna, llegó a ser tesorero del rey. considerado por muchos practicante de la alquimia, a él y al palacio dedica buen espacio Fulcanelli en «El misterio de las catedrales».
De allí por tranquilas calles hacia la catedral.
La catedral de San Esteban de Bourges con sus cinco portadas en la fachada oeste, que anuncian sus cinco naves, impresiona aunque falte perspectiva para contemplarla bien en su integridad.
El portal central está dedicado al Juicio Final.
El aspecto exterior revela las reformas y transformaciones experimentadas, no siempre acertadas.
En sus fachadas laterales se reutilizaron las portadas de la anterior catedral románica.

El interior llama la atención la altura de las naves y la luminosidad que entra por las vidrieras. la ausencia de transepto le da una visión unitaria de la que carecen otras catedrales.
En el coro y el deambulatorio aumenta la sensación de elevación.
Las vidrieras de diversas épocas forman uno de los conjuntos más célebres de Francia. Las más antiguas revelan su parentesco con las de Chartres.
El complicado reloj astronómico diseñado en 1424 por el astrónomo Jean Fusoris, puede contemplarse adecuadamente restaurado.
Las casas con entramados de madera forman parte del Bourges más antiguo.
La plaza Gordaine, antiguo mercado medieval, sigue centrando buena parte de la vida ciudadana.
El cierre de los comercios va alejando, como es habitual en Francia y otros países, la vida de las calles y entre ello y el cansancio del viaje regresamos pronto al hotel donde cenamos y nos acostamos.
Bien temprano hacia la cercana La Charité-sur-Loire. Contemplarla desde el puente ya promete mucho.
Su origen estuvo en un priorato cluniacense que en el siglo XII llegó a tener más de 200 monjes y del que dependían 45 monasterios en toda Europa. Su iglesia de Nuestra Señora era la más grande de Europa tras la de Cluny.
La iglesia conserva la torre-campanario de la Santa Cruz, una de las dos que enmarcaban la fachada.
Un portal gótico da acceso a la plaza que ocupa el lugar de los tramos de las naves desaparecidos.
La iglesia ha sufrido graves daños a través de los tiempos, pero el transepto y el coro conservan su elegancia románica.
Dos interesantes tímpanos esculpidos, uno de ellos trasladado al interior, recuerdan la magnificencia escultórica del lugar.
El recuerdo a Juana de Arco aparece también en este lugar, que fue sitiado por ella pero que no consiguió tomar.
Los reacondicionados jardines permiten una buena visión de la cabecera.
Claustro, refectorio y restantes dependencias están siendo restauradas.
Pero no se acaba la visita de la ciudad sin darse un paseo por sus murallas y callejuelas.
El extraordinario puente sobre el Loira, parte también del camino de Santiago, nos despedía de la ciudad.
No muy lejos aparecía ante nuestros ojos Vezelay. Aunque ya la conocíamos es siempre un descubrimiento.
Nos sorprendió lo llenos que estaban los aparcamientos, más cuando subiendo hacia la basílica no se veía demasiada gente en las calles.
En la plaza, frente a Santa Magdalena, sí que había algo más de gente de lo habitual.
El porqué de tantos coches y movimiento lo entendimos ya al acceder al nártex. Había misa concelebrada presidida por el arzobispo de Sens-Auxerre para la ordenación sacerdotal y diaconal de varios miembros de la Comunidad de San Juan.
Si ya el acceso al nártex y su portal en Vezelay es de por sí único. Iluminado y con la iglesia abarrotada resulta aún más excepcional.
Los templos nacieron para la liturgia, no sólo para contemplarlos fríamente aunque sean tan bellos como éste. Verlos dotados de vida es otra experiencia.
Tuvimos que esperar al final de la ceremonia para visitar la nave con tranquilidad.
Con sus maravillosos capiteles.
Y poder descender también a la cripta.
Contemplando los tímpanos de las tres portadas y los capiteles del nártex nos despedimos de Vezelay hasta la próxima, porque a Vezelay se vuelve seguro.



Llegamos a Reims. El hotel estaba en las afueras, pero en los alrededores había restaurantes y ya no fuimos al centro. El día ya había sido bastante intenso.
Reims la visitamos el día siguiente. Era domingo y temprano, por consiguiente para empezar aparcamiento junto a la catedral.
Las portadas para nosotros solos, excepto la central en restauración.


El conocido Ángel de la Sonrisa parecía agradecernos la compañía.
La catedral de Reims es conocida como la catedral mártir debido a los intensos bombardeos sufridos durante la Primera Guerra Mundial. Los esfuerzos para restaurarla han merecido la pena.
Al penetrar en el interior hay que girarse y contemplar el reverso de la fachada, bellamente esculpido con las imágenes rodeando el rosetón.
Lástima que el día no fuese excesivamente luminoso para sacar todo el provecho de la contemplación de las vidrieras.
En la cabecera las vidrieras de Marc Chagall aportan un toque distintivo de modernidad.
De la catedral fuimos paseando hasta Saint Remi. Las calles seguían casi desiertas.
Detrás de Saint Remi el monumento que conmemora el bautismo de Clodoveo en 498, que muchos relacionan con el nacimiento de Francia.
El exteriort de Saint Remi no hace imaginar lo que hallaremos en el interior.


El interior me pareció de las más bellas iglesias que nunca haya visto.


En el presbiterio se puede contemplar el mausoleo de San Remi con las imágenes de los doce pares de Francia.
Otra de las obras interesantes de la iglesia es un Cristo de tradición románica.
También hay bonitas vidrieras.
Me impactó en especial el deambulatorio, que produce la impresión de que estás en un claustro.
Desandamos el camino hacia la catedral para ver el Palacio del Tau y sus contenidos museísticos.
Destacan las piezas del denominado tesorro como el relicario de Santa Úrsula con incrustaciones de coral.
O el cáliz de la coronación de los reyes, del siglo XII.
O el relicario de la Santa Ampolla, mostrado en dos partes.
O el collar de la Orden del Santo Espíritu.
Tapices y esculturas procedentes de la catedral, donde algunas han sido sustituidas por copias para evitar su deterioro a la intemperie completan el museo.
Son bellísimos una serie de capiteles sobre Adán y Eva
De algunas estatuas puede apreciarse en la cercanía su descomunal tamaño como en este Abraham de la portada de la catedral.
O en esta Magdalena de la fachada.
Provechosa visita la de Reims, sin gente que es lo mejor que nos puede ocurrir.
No teníamos previsto al iniciar el viaje llegarnos a Bélgica, pero como enamorados que somos de Gante y Brujas, nos pareció que estando cerca no podíamos obviar esas ciudades.
En Gante a hotel conocido, junto a la Ópera y a dos pasos del centro. Inmediatamente salida.

Enseguida San Nicolás.
Y el Beffroi.
Nos sorprendió el nuevo Pavellón Municipal, que no conocíamos, y el agradable restaurante-cafetería situado en su planta baja
Entramos en San Bavon, pero ya habían cerrado la capilla donde se exhibe la Adoración del Cordero Místico de los Hermanos Van Eyck. Lo tuvimos que dejar para el día siguiente por la mañana.
Seguimos calle Limburg hasta el monumento a los hermanos Van Eyck.
Y el castillo de Gerardo el Diablo.
Media vuelta y a desandar lo hecho.
Hasta el puente de San Miguel donde se toman las fotos más populares de la ciudad.
Seguimos por Korenlei y Graslei.
Todo el centro estaba muy animado como suele ser habitual en Gante con sus cervecerías y sus tradicionales carritos de «Narices de Gante», popular dulce de frambuesa.
Cenamos y esperamos que anocheciera para pasear un rato por el Gante iluminado. Iluminado lo estaba, pero la noche no acababa de llegar pese a la hora.
Aún sin acabar de oscurecer fuimos a acostarnos para ver si al día siguiente podíamos estar en San Bavón antes de la llegada de las multitudes turísticas.
Como siempre, madrugamos, desayunamos en la cafetería del Pavellón Municipal y aún echamos un vistazo a San Bavón antes de que nos abriesen el retablo.



El retablo lo disfrutamos durante una hora con muy poca gente. Sólo él justifica sobradamente una visita a Gante.
Cumplido el objetivo, hacia Brujas. Pocos kilómetros y otra vez a hotel conocido.
En un agradable paseo al centro.
En Markt, la Gran Plaza de Brujas, comimos. Lógicamente restaurante para turistas, pero el lugar lo merece.
Para hacer la digestión Burg, la plaza adyacente. Con su Palacio de Justicia.
Y su basílica de la Santa Sangre, reliquia venerada en la iglesia superior.
Y cuya iglesia inferior es de las escasas muestras del románico de Flandes.
Un paseo por los canales y el Dijver, donde Brujas se transforma en la Ciudad de los Cuentos, nos acercó hasta Nuestra Señora.
Desafortunadamente encontramos la bella iglesia gótica de Nuestra Señora en plena restauración.
Eso no nos impidió contemplar la mayoría de las obras conservadas en su interior, en especial la Virgen con el Niño de Miguel Ángel.
Qué mejor en Brujas para completar la tarde que un paseo por el Minnewater y alrededores.
Con sus cisnes.
Y la paz del Begijnhof, donde las monjas viven su completo retiro en pleno casco urbano.
Los alrededores son también un remanso de paz.
Volvimos al centro pasando por el encantador puente de San Bonifacio, quizás el rincón más peculiar de la ciudad.
Al atardecer las multitudes ya han empezado a abandonar el centro y todo se vuelve más agradable, más con los colores que van adquiriendo calles y edificios.
El regreso hacia el hotel tras la cena aún por calles menos transitadas.
Los comercios cerrados hacía horas, pero en sus escaparates aún podían verse cosas muy belgas como este amplísimo surtido de sus estupendas cervezas.
Y en los canales desfiles de cisnes como el siguiente.
Al amanecer como siempre madrugón y de nuevo entrada en Francia. Destino: Amiens.
Y en Amiens, lógicamente, a la catedral, el mayor edifico gótico de Francia. Se dice que podría contener en su interior Notre-Dame de París.
La fachada que fue restaurada no hace muchos años es un museo escultórico de excepción. Como muestra el tímpano del portal central dedicado al Juicio Final.
O los paneles tetralobulados a amboa lados dle mismo portal dedicados al Zodíaco y a los meses del año en la mejor tradición medieval.
El interior impresiona por su amplitud y luminosidad.
Tras la fachada, bajo el rosetón, está el gran órgano.
En el centro de la nave está el laberinto en el cual dejaron sus nombres los arquitectos de la iglesia. Los peregrinos lo recorrían de rodillas. Y con los años ha suministrado mucho material a los amigos de lo esotérico.
Es curiosa la pila bautismal cuya función original fue servir para lavar los muertos.
A ambos lados del deambulatorio una serie de bajorrelieves narran en el lado norte la vida de San Juan Bautista.
Y en el sur la de San Fermín.
En el trascoro encontramos una de las imágenes más conocidas de la catedral: el conocido como Ángel Llorón.
Las vidrieras, como en todas las catedrales góticas, no son uno de los menores atractivos.
Con un paseo por el barrio de St-Lieu nos despedimos de Amiens, que aunque tenga mucho más para ver a todas partes no se llega.
De Amiens a Laon. Aunque la mayoría de la población y muchos hoteles están en la ciudad baja junto a las carreteras, el interés de Laon radica en su ciudad alta.
Hoy pequeña ciudad de provinicas, tuvo un grandioso pasado. De aquí era San Remigio, que como obispo de Reims consiguió bautizar a Clodoveo y convertir así a los francos al catolicismo. Los obispos de Laon fueron pares de Francia. En el siglo IX fuer un gran centro intelectual que contaba con la presencia entre otros de Juan Escoto Eriugena.
Entramos en el interior de las murallas que rodean la ciudad alta a través de la puerta de Ardon.
Cualquier rincón de la ciudad merece que uno se detenga.
Antes de entrar en la catedral hicimos la visita del claustro.
Que contiene detalles que llaman la atención como el siguiente capitel.
La catedral, no tan majestuosa como la de Amiens, tiene también tres portadas entre dos hermosas torres.
El interior sorprende por su altura.
Curiosaamnete la cabecera es plana, lo que no es excesivamente habitual.
Las vidrieras de dicha cabecera son obras de excepción.
Especialmente el denominado Rosetón del Apocalipsis.
La vidriera del rosetón del transepto norte está dedicada a las Artes Liberales.
En la catedral hay un par de pilas bautismales románicas de las cuales una nos interesó en especial.
En las fachadas laterales destacan divertidas gárgolas.
Al norte de la catedral está el palacio de Justicia, antiguo Palacio Episcopal.
La ciudad alta se extiende en dirección oeste de forma estrecha y alargada. La atravesamos por completo siguiendo la calle principal pasando por sus principales edificios.
Hasta llegar a la iglesia gótica de San Martín
De allí regresamos a buscar el coche disfrutando de bonitas panorámicas.
La cena ya la hicimos en el hotel, en la ciudad baja, pues ya no estábamos para paseos nocturnos.
El día siguiente el alto en el camino fue la ciudad de Sens. Ciudad de fácil, barato y sombreado aparcamiento.
Frente a frente se hallan el Mercado Cubierto y la catedral.
La portada central de la fachada oeste tiene el tímpano dedicado al martirio de San Esteban y en el parteluz una estatua de San Esteban que se salvó de su destrucción durante la Revolución gracias a llevar un gorro frigio. En las jambas están las Vírgenes Necias y las Vírgenes Prudentes.
El portal norte está dedicado a la vida de San Juan Bautista.
Y el portal sur a la Virgen.
En el interior entre la nave central y las laterales se alza el triforio y más arriba una serie de ventanales altos. Los pilares fuertes y débiles alternan, característica propia del gótico primitivo y también del románico centroeuropeo.
Hay vidrieras bellísimas aunque la mayoría son de época posterior a la construcción de la catedral.
Circunvalando la catedral se puede ver la portada de la fachada sur.
Y la cabecera desde los bonitos y tranquilos jardines de la Orangeria.
El tesoro y el museo adjuntos a la catedral cierran a mediodía, por consiguiente paramos a comer justo en una terracita frente a la catedral. Buen lugar y excelente cerveza la rubia de Sens.
Aún tuvimos tiempo de pasear hasta los edificios más antiguos de Sens. La llamada Casa de Abraham.
Y la plaza del Mercado de los Cerdos.
El tesoro es uno de los más impresionntes de Francia, con magníficos vestidos medievales, orfebrería, tallas en madera y relicarios de todo tipo.
El peine de San Lupo del siglo VII es una de las obras más famosas.
También el Santo Cáliz de la segunda mitad del XII.
O esta arqueta-relicario con esmaltes, del XIII.
O el cofre bizantino en márfil (XII) usado como relicario.
Pasando del tesoro al resto del museo hay unas buenas vistas sobre la Orangería.
Las antigüedades galorromanas merecen una detenida visita, pero el tiempo apremiaba. De todos modos las visitamos y pudimos ver mosaicos de calidad.
Y curiosidades como el denominado tesoro de Villethierry, conjunto de joyas de la Edad del Bronce.
La tarde ya avanzaba y emprendimos camino a St-Benoît-sur-Loire. En esta pequeña población sí que fue fácil aparcar, así como encontrar el hotel, por cierto más que recomendable.
A escasa distancia se halla la abadía de Fleury. Aquí reposan los restos de San Benito, fundador de la orden benedictina, trasladados aquí desde la de Monte Casino, años después de la destrucción de ésta por los lombardos. Italianos y franceses aún disputan por quien tiene más huesos con el ADN correcto, pero eso es cosa suya, que no menoscaba en absoluto el valor artístico de esta basílica.
La torre tiene su planta baja dividida en nueve cuadrados y los pilares que la sustentan muestran maravillosos capiteles.
Según te mueves por dentro los colores y formas cambian, constituyendo un espectáculo único.
Asistimos después a los oficios de Vísperas y esperamos a que acabaran para visitar la iglesia.
Pero poco pudimos ver de ella porque iban a cerrar. De todos modos aún vimos la portada gótica del muro norte.
El día siguiente de buena mañana volvimos a la abadía al rezo de laudes. La torre mostraba una luz completamente distinta a la del atardecer.
Ahora sí que cuando finalizaron los oficios la pudimos ver con tranquilidad.

Tras la portada norte se descubrió hace un tiempo un interesante friso románico inacabado.
El mosaico de mármol de origen tardorromano que pavimenta el coro es una preciosidad.
En la cripta se guarda la arqueta con los restos de San Benito.
Muy cerca de Saint Benoît está la aún más pequeña población de Germigny-des-Prés. El interés para visitarla radica en que aquí se hizo construir Teodulfo su oratorio privado.
Teodulfo fue un noble de origen visigótico, que fue obispo y abad en St-Benoît y erudito importante en el denominado renacimiento carolingio, llegando a suceder a Alcuino de York como consejero teológico de Carlomagno.
El oratorio que era originalmente de cruz griega se le añadió una nave en el siglo XV.
En el siglo XIX la iglesia es restaurada, más bien reconstruida, modificando profundamente su aspecto original.
El mayor tesoro que conserva es el espléndido mosaico carolingio que cubre la bóveda del ábside oriental. Estaba cubierto por estuco hasta que éste se empezó a desprender y el cura advirtió que estaba allí. Lo forman más de 130000 teselas.
La cabecera desde le exterior es quizás lo que más nos puede acercar a una idea de cómo fue, pese a haberse eliminado dos absidiolas que tuvo.
El actual ábside central es el que contiene en su bóveda el mosaico.
El recorrido previsto inicialmente -y sus ampliaciones- se había agotado, por consiguiente vuelta a casa.