Me había tocado el día 24 de mayo hacer de suplente (menos mal que acudió el tiutular) en una mesa electoral y tuvimos que posponer nuestra salida hacia Portugal al día siguiente.
Hacía unos años que no estábamos en Portugal, país que visitábamos antes con frecuencia. Esta vez planeamos un viaje alternativo por el centro y el norte soslayando las dos grandes ciudades, Lisboa y Oporto.
El primer día, por la ruta más recta: Soria, Valladolid y Salamanca, nos presentamos en Guarda a media tarde.
Hotel en la parte baja y a subir cuesta y escalones para llegar al casco antiguo.
A la plaza de Luis de Camões, presidida por la catedral.
La hallamos remodelada respecto a nuestra última visita. Renovada estéticamente, pero quizás con menos vida.
Antes de que cerrasen nos acercamos a la catedral, monumento gótico tardía con elementos manuelinos.
Su fachada oeste da sensación de fortaleza y austeridad.
Sólo rota por su portada con detalles manuelinos.
Los pináculos que rodean el edificio hace que algunos la relacionen con Batalha. Lo cierto es que dista mucho de la esplendidez del gran monasterio.
La estructura y bóvedas del interior es quizás lo más relevante del edificio.
Y como obra maestra en su contenido destaca el retablo Mayor atribuido a Jean de Rouen. Dicen que tiene más de cien personajes. No los he contado, pero la cifra no debe estar muy lejana. Está realizado con la blanca piedra de Ançã y fue dorado en el siglo XVIII.
Seguimos paseando por el centro de Guarda y nos llegamos hasta la iglesia de la Misericordia.
Volvimos a entrar en el casco antiguo para ver el barrio judío.
La hora menos de Portugal ayudó a que nos cundiese el tiempo. Cenamos pronto y dejamos que anocheciese desde la terraza del hotel.
Por la mañana el paisaje con toda la retama en flor nos estimuló a iniciar la jornada.
El primer destino previsto era el castillo de Amourol y hasta allí no paramos.
El castillo de Almourol está situado en un islote del río Tajo. Construido por los templarios a finales del siglo XII sobre las ruinas de una fortaleza anterior, formó parte de las fortificaciones que defendían el río Tajo
El hecho de poder llegar a él únicamente en barca es un atractivo añadido al lugar.
Consta de dos recintos, accesibles ambos por sendos portales de medio punto.
Sobre el portal de acceso al recinto superior se halla una placa en la que se recuerda el nombre del maestro de la orden Gualdim País a cuyas ordenes se ejecutó la reconstrucción del castillo en 1209 (en realidad 1171 pues entonces en toda la península ibérica se solía fechar con la denominada era hispánica que se iniciaba en 38 a. C.).
La torre maestra es accesible hasta su parte más alta.
Desde allí se disfruta de bonitas vistas sobre el Tajo.
El castillo fue rehecho en el siglo XIX, según el gusto de la época.
Todo el islote está cubierto de una frondosa vegetación de cañas, lianas y sobre todo chumberas.
En el trayecto con la barca se aprecian distintas perspectivas del castillo.
Algún pato acaba de amenizar el recorrido.
Las vistas desde la orilla al estar tan cercana la fortaleza también son buenas.
Desde el castillo de Amourol a Tomar nuestro próximo destino, la distancia es corta. Pronto llegamos a las verdes riberas del río Nãvao, que atraviesa la ciudad.
Aparcamos y nos dirigimos a la plaza de la República y en la vecina calle Serpa Pinto comimos en un restaurante con el nombre de Tabuleiro, nombre que reciben las cestas con panes decoradas con flores y espigas que llevan las jóvenes en la cabeza en las más importantes fiestas de Tomar que se celebran cada cuatro años.
Tras el café al lugar que convierte a Tomar en uno de los principales centros turísticos de Portugal: el Convento de Cristo. Esta fundación templaria se asienta en una colina sobre la ciudad y está rodeada por importantes fortificaciones. Con la desaparición de los templarios pasó a la Orden de los Caballeros de Cristo.
El convento propiamente dicho data como las murallas del siglo XII, pero recibió importantes añadidos y modificaciones hasta el siglo XVII.
Para la visita no se accede por la portada principal de la iglesia. Es de sabor plateresco y suele permanecer cerrada.
Para entrar hay que circunvalar exteriormente la denominada rotonda de los templarios, núcleo original del templo.
La visita se inicia por uno de los varios claustros que hay en el edificio, el claustro gótico de las abluciones.
De éste se pasa a otro claustro, el del cementerio donde destacan los azulejos que lo decoran.
Tras pasar por la sacristía, se llega a la iglesia donde, al este, un arco triunfal con pinturas del XVI, que contienen trampantojos, da acceso a la charola o rotonda de los templarios
La charola fue modificada y decorada sucesivas veces. Restaurada cuidadosamente hace unos años luce con todo su esplendor. Las pinturas que la rodean y las esculturas son mayoritariamente del siglo XVI.
Pero el núcleo central conserva buena parte de las columnas y capiteles primitivos del XII. Unos entre los que se entremezclan seres fantásticos y tijas vegetales.
Uno muy conocido en el que aparece Daniel entre los leones.
Otros están decorados exclusivamente con hojas.
En uno es bien visible la cruz templaria.
La iglesia se agrandó mediante una nave al oeste en la que se construyó un coro alto.
En la parte inferior está la sala capitular iluminada por las famosas ventanas manuelinas. Una al sur que queda medio enmascarada debido a la construcción posterior del denominado claustro mayor.
Y la otra al oeste, tantas veces reproducida en miles de publicaciones y que suele tomarse como la obra más representativa del estilo manuelino. Esta es bien visible desde el claustro de Santa Bárbara.
El claustro mayor de influencias palladianas destaca por su sobriedad.
El claustro de la Hospedería es también renacentista.
Aún hay otros claustros más diversas dependencias destinadas a dormitorios, cocinas, hospital, etc.
El refectorio es muy amplio y rectangular.
A pasear por la ciudad dedicamos el resto de la tarde.
Aún nos detuvimos en la iglesia de San Juan Bautista que tiene una bella portada gótico flamígera.
Las calles estaban tranquilas e invitaban al paseo relajado.
El día siguiente teníamos dos platos fuertes: Batalha y Alcobaça. Decidimos empezar en Batalha. Llegamos a la hora de abrir el monasterio, sin novedad pese a que el GPS nos hizo pasar por una carretera entre Fátima y Batalha de las de mareo obligatorio.
El sol relucía espléndido con lo que Batalha aún aumenta su atractivo.
Si se entra por la profusamente decorada portada oeste
inmediatamente se admira la longitud de las naves y la esbeltez de las bóvedas.
A la derecha de la entrada está la capilla del Fundador, cubierta por un bella cúpula estrellada.
La capilla contiene muchas tumbas como la de Enrique el Navegante.
Desde la iglesia se accede al Claustro Real ubicado en el lado norte.
Las filigranas manuelinas del interior de los arcos parecen encajes.
Las galerías cubiertas con nervaduras góticas dan una gran sensación de profundidad.
La sala capitular se cubre con una gran bóveda carente de soportes auxiliares, obra del maestro Huguet y auténtico avance arquitectónico para la época.
En la sala capitular se monta guardia permanentemente ante la tumba del Soldado Desconocido.
El claustro de Alfonso V, también gótico, es mucho menos espectacular que el claustro Real.
Para el final dejamos la visita a lo más especial de Batalha, las Capelas Imperfeitas. Ordenadas construir por el rey Duarte como panteón funerario, se sitúan al este de la iglesia.
Una portada reformada en el siglo XVI con múltiples aportaciones de detalles manuelinos comunica las capillas con un pequeño atrio de acceso que las separa de la iglesia.
Constituyen auténticas filigranas arquitectónicas cuyas perspectivas van variando al ritmo del recorrido solar.
También por el exterior son excepcionales.
De Batalha a la cercana Alcobaça. Ahora ya no se puede aparcar frente al monasterio, lo que es un pequeño inconveniente cuando el calor aprieta y ese día lo hacía. De todos modos, Alcobaça bien vale el esfuerzo.
Las obras del monasterio se iniciaron en 1178, pero una incursión musulmana destruyó las primitivas construcciones y a principios del siglo XIII se empezaron los edificios actuales, acabándose la iglesia en 1253.
la fachada de la iglesia fue muy reformada en período barroco, quedando sólo de la obra original la fachada y el rosetón.
La portada, formada por siete arquivoltas, no presagia la magnificencia del interior.
La longitud, amplitud y altura de la nave principal son sorprendentes y el efecto es majestuoso.
En el transepto se hallan los sepulcros de Pedro I y de Doña Inés de Castro. La agitada historia de amor entre ambos y su trágico final son un referente en la literatura, el arte y las leyendas portuguesas.
Al norte de la iglesia se halla el claustro del silencio, de principios del siglo XIV. Elegante, pero sencillo y austero como cisterciense que es.
Una hornacina en el claustro contiene la imagen de Nuestra Señora de Alcobaça.
El lavatorio contiene una fuente del siglo XVII.
Enfrente se halla el refectorio.
En la sala capitular las nervaduras se abren como flores a a partir de las columnas.
El dormitorio de los monjes es grandioso con tres naves separadas por columnas con capiteles.
Al sudoeste del claustro está la sala de los Reyes decorada con azulejos y en la que se guarda un caldero que, según la tradición, fue arrebatado a los españoles en la batalla de Aljubarrota.
Tras una mañana tan intensa y siendo ya entrada la tarde comimos cerca del monasterio para dirigirnos después hacia Coimbra. Pero aún había que hacer un alto. la antigua ciudad romana de Conimbriga se lo merece.
El jardincito que hay entre la entrada y el museo daba sensación de frescor, pero la realidad era de una temperatura más propia de julio que de mayo.
Empezamos por el museo a ver si el sol iba bajando. En el museo hay una selección de objetos hallados en las excavaciones y expuestos didácticamente. Lo más destacable son algunos de los mosaicos geometrizantes no conservados “in situ”.
Y a desafiar el calor y pasear por la ciudad. En las casas que fueron destruidas en el siglo III para construir una nueva muralla y quedaron luego fuera del recinto hallamos también mosaicos
Las ruinas de unas termas también aparecen.
Así como lo que fueron casas importantes.
Los mosaicos son casi todos geométricos.
Al otro lado de la muralla queda también mucho por excavar.
Del foro poco queda.
Ya saliendo en la llamada casa de los Repuxos (surtidores) quedan restos de todo el peristilo.
Y mosaicos con figuras humanas y animales.
Coimbra está allí mismo y como el hotel era céntrico aún aprovechamos el tiempo. Sobre todo viendo la iglesia románica de Santiago, que, pese a la hora, estaba abierta porque generalmente siempre va gente a rezar dado la atmósfera particular que respira el templo en pleno centro de la ciudad.
Lo más relevante de la iglesia de Santiago son sus dos portales con ríquisima decoración en columnas y capiteles.
La iglesia se sitúa en la popular plaza del Comercio.
Muy cerca está San Bartolomé.
En un barrio con callejuelas con auténtico sabor.
El día siguiente amaneció radiante, pero caluroso. Sin embargo, de buena mañana aún podríamos emprender las cuestas del casco antiguo de Coimbra.
Desayunamos antes de empezar a subir. Portales y arcos se suceden en la vieja Coimbra.
En cualquier rincón surge una sorpresa como esa portada manuelina.
Los nombres de algunas calles como ésta que conduce a la catedral son reveladores: rua Quebra Costas (rompe costillas).
Hasta las diez tuvimos que esperar la apertura de la catedral. Aprovechamos para ver su exterior.
Su fachada románica.
La renacentista Porta Speciosa en el muro norte.
Y los dos ábsides románicos que quedan, el norte y el central.
Aunque ya la conocíamos, nos volvió a sorprender su interior.
Alberga muchísimos tesoros como esta pila gótico-renacentista
El claustro es un bonito ejemplo de transición románico-gótico.
De la catedral al Museo Machado de Castro. De él hay que decir que la distribución de las obras, la orientación del recorrido, la facilidad y cercanía a las piezas lo convierten en un modelo museístico. Es lugar para disfrutar.
También su contenido es importante, especialmente el escultórico, con obras románicas como este San Juan.
O el excepcional caballero medieval del maestro Pero del siglo XIV.
La Virgen de la esperanza del mismo autor.
Esta lactancia de San Bernardo del siglo XVI, obra de Jean de Rouen, como las dos siguientes.
Santa Inés.
La deposición de Cristo en la tumba.
De indudable influencia castellana es esta Piedad, que había estado atribuida a Juan de Juni.
Ya de época más moderna es esta Virgen de la Leche del siglo XVIII.
A unos pasos del Museo Machado de Castro está la catedral nueva.
Desde allí a emprender la cuesta abajo por las no demasiado cómodas calles.
Y a despedirnos de Coimbra donde siempre está presente el ambiente universitario.
Próxima parada: Aveiro. Comida y un rato de descanso en el hotel pues habíamos llevado hasta el momento un ritmo intenso. La comida cerquita de los canales para ver los “moliceiros” (pequeñas barcas con proa curva y puntiaguda que se usaban para la recogida de algas).
Cuando salimos por la tarde paseo para ver la catedral y el bonito crucero gótico-manuelino que tiene enfrente, cuyo original se guarda en el interior.
Nos sorprendió el moderno centro comercial que se ha construido y que ha revitalizado una zona que antes parecía languidecer al lado del llamado canal del Cojo
Toda una zona de Aveiro muy modernizada respecto a nuestro recuerdo.
Durante el paso no podíamos dejar de degustar unos “ovos moles”. Es el dulce propio de Aveiro, una especie de mermelada de huevos envuelta en obleas con distintas formas.
La zona entre el canal Central y el de San Roque conserva su sabor.
El moderno Mercado do Peixe centra la zona de los restaurantes y el ambiente al atardecer
En el propio mercado hay un restaurante arriba donde cenamos un fresquísimo pescado hecho en la cataplana (recipiente esférico con tapa donde todo se cuece al vapor).
Desde el restaurante veíamos anochecer en los canales.
Tras descansar bien, emprendimos ruta hacia el norte. Teníamos que atravesar Oporto lo que según el tráfico puede ser una aventura. No fue así y lo cruzamos rápido. Con tiempo hasta para contemplar las vistas sobre el Duero, que tal vez sean lo mejor de la ciudad.
Luego a buscar el objetivo, la pequeña capilla románica de San Cristóbal de Rio Mau. Encontrarla fue fácil, encontrar a alguien para abrírnosla, imposible. ¡Qué le vamos a hacer!
De todos modos, aunque sólo el exterior vale la pena. Fue centro de un antiguo monasterio fundado a principios del siglo XII, del cual sólo queda la iglesia.
A mediados del siglo XII fue construida la parte de la cabecera y ya a finales de siglo y principios del siguiente se acabó la el resto. La iglesia ha sido cuidadosamente restaurada y el entorno urbanizado.
Son muy interesantes sus tres portales. El principal, al oeste, muestra un cierto apuntamiento en sus arcuaciones y tiene un tímpano esculpido muy ingenuo, pero encantador.
En el portal norte, en el tímpano, aunque bastante desgastado se reconoce una escena de lucha entre animales fantásticos.
Por último, el portal sur, parece el más sencillo y el más antiguo.
En los alrededores hay unos sepulcros antropomorfos que debieron pertenecer al antiguo cementerio, que debió desaparecer con los edificios del monasterio.
Muy cerca se halla, en la localidad de Rates, San Pedro estaba abierta, con todas las facilidades para la visita.
Tiene su origen en un monasterio prerrománico del que se han hallado restos, pero la actual iglesia es obra realizada a lo largo de todo el siglo XII.
En la primera mitad del siglo XX estaba en muy mal estado y se hicieron obras de restauración para intentar devolverle el aspecto románico primitivo.
El ábside central y norte fueron levantados durante la campaña de restauración mencionada sobre los cimientos conservados para lo cual hubo que derribar la capilla mayor, que se había realizado en el siglo XVIII, y una sacristía.
La portada principal está al oeste. Los capiteles muestran una variada decoración.
En la portada sur destaca el Agnus Dei representado en el tímpano.
Las cubiertas son de madera y toda la estructura y decoración interior indican ser fruto de momentos constructivos distintos.
En el exterior se conservan bastantes sepulcros,medievales, muchos de ellos en buen estado.
Cerca de la iglesia está el pelourinho, muestra de que el lugar había tenido autonomía jurídica
Todo el centro de la población y el entorno de la iglesia fue urbanizado hace unos años, conservándose pequeñas capillas como ésta.
O más grandes como la del Señor de la Plaza
De Rates nos dirigimos a Braga. El hotel que habíamos reservado estaba en zona peatonal y la de vueltas que tuvimos que dar para al final dejar el coche en un aparcamiento cercano fueron para marearse, pero creo que ahora ya podría hacer de taxista en Braga.
La ventaja era que al estar en pleno centro poco tuvimos que andar para encontrar un restaurante.
Después de comer nos llegamos a la catedral por las bonitas calles del centro de la ciudad.
Lo primero que vimos de la catedral fue su cabecera con la bonita imagen gótica de la Virgen de la Leche
En el lado sur se halla la portada románica, actualmente siempre cerrada.
Se accede al interior por el amplio atrio situado en la fachada oeste con torre-campanario a cada lado.
La perspectiva de la nave central queda enmarcada desde la entrada por dos grandes órganos.
La cabecera muestra una interesante bóveda estrellada.
La catedral contiene muchos enterramientos de la familia real como el túmulo del Infante Alfonso
Las calles del centro de Braga como el día acompañaba estaban muy animadas.
Por la Avenida Central
nos acercamos a la iglesia de San Víctor.
Dimos la vuelta en dirección inversa hasta el Arco de la Puerta Nueva.
Y proseguimos el paseo por la zona sur donde se encuentra la iglesia de la Santa Cruz.
Cenamos en las cercanías de la catedral cuando las calles empezaban a estar desiertas, pero a la salida pudimos comprobar que la ciudad volvía a animarse de nuevo.
Y al hotel a descansar que habíamos completado otro intenso día.
Antes de irnos de Braga había que ir a su gran santuario del Bom Jesus do Monte. en nuestra visita anterior habíamos subido por las majestuosas (y largas) escalinatas, ahora por razón de tiempo lo hicimos en coche. La verdad es que pierde toda la gracia pues el santuario en sí tampoco tiene nada especial.
Las vistas sobre la ciudad sean tal vez lo más interesante.
Y aún nos quedaba otro lugar para nosotros más atractivo, la capilla visigótica de San Fructuoso de Montelios.
Ha quedado como parte adosada a la iglesia de San Francisco.
Suele estar cerrada, pero ese día andaba por allí el párroco de San Francisco arreglando al iglesia para las primeras Comuniones y muy amablemente nos encendió las luces y nos dio indicaciones para la visita.
Es una iglesia en planta de cruz griega, que recuerda el mausoleo de Gala Placidia de Rávena.
Se la considera obra del siglo VII, reconstruida en el XI tras haber sido destruida por los musulmanes.
Al lado quedan ruinas del antiguo monasterio.
En el coro de la iglesia de San Francisco se guarda la sillería renacentista procedente de la catedral de Braga.
Proseguimos ruta en dirección a Braganza, acercándonos ya a la frontera. Comimos, nos aposentamos en el hotel y hacia el castillo.
Rodeada de murallas, en la ciudad vieja pocas casas quedan habitadas.
El paseo a lo largo del camino de ronda ofrece buenas vistas de la torre del homenaje, de la ciudad
y de los alrededores.
En la torre del homenaje hay instalado un pequeño museo militar.
Junto a la torre se levanta, entre grandes árboles, la picota (pelourinho).
Está sostenido por un verraco de granito, que podría ser de la edad del hierro. Estas primitivas esculturas se extienden por el norte de Portugal, por León, Castilla y el norte de Extremadura.
El edificio más interesante de la zona es la llamada Domus Municipalis. Construida sobre una cisterna, durante siglos albergó las reuniones del consejo municipal. Solía considerarse que era obra románica realizada a caballo de los siglos XII y XIII. Las últimas investigaciones apuntan al siglo XIV, si bien conservaría muchos elementos de estilo románico, que conviven con otros ya góticos.
Desde la ciudad baja se divisa el castillo en la colina de enfrente.
Nos dimos un paseo por la tranquila ciudad.
Frente a la catedral hay un antiguo pelourinho muy decorado transformado en crucero.
En una plazuela había una exposición de vehículos de bomberos antiguos. Contemplándola hicimos tiempo hasta la hora de cenar.
Y al amanecer nos despedíamos de Portugal. Corto recorrido hasta la laguna de Sanabria. Allí el primer destino la iglesia de San Martín de Castañeda.
Este antiguo monasterio se supone que es de origen visigótico, si bien debió desaparecer durante la invasión musulmana. En el siglo X fue reconstruido por monjes mozárabes, pero desapareció de nuevo en las crónicas del siglo XI probablemente a consecuencia de alguna nueva incursión de la época de Almanzor. Renace a mediados del siglo XII por iniciativa del rey Alfonso II, convirtiéndose en filial del monasterio benedictino de Carracedo, pero cuando Carracedo a principios del XIII entra en la obediencia del Císter, Castañeda se resistió a seguirle hasta mediados de siglo.
Tras la desamortización desapareció la mayor parte del monasterio quedando sólo la iglesia y unas pocas dependencias.
La iglesia es de tres naves con transepto, que sólo se conserva en el lado norte.
La portada fue muy modificada en época renacentista, aunque conserva detalles de la original como las arcuaciones. También es original el rosetón situado encima.
En el interior resalta la solidez de la obra y la austeridad del conjunto con capiteles con decoración vegetal muy sencilla, excepto los modificados.
A las tres naves corresponden tres ábsides también de gran sencillez decorativa en columnas, ventanales, capiteles y canecillos.
Por los alrededores merodeaba un caballo tal como debía ocurrir en los tiempos fundacionales.
Descendiendo de San Martín nos dimos una vuelta al lago, que pese a lo temprano de la época ya tenía sus bañistas.
En Ribadelago está el monumento que recuerda a las casi ciento cincuenta personas que murieron en 1959 a causa de la inundación provocada por la rotura de una presa. Su recuerdo lo mantenemos vivo mucha gente de mi edad pues la noticia fue portada durante bastantes días en prensa, radio y No-do.
Dejamos el lago y regresamos a Puebla de Sanabria, donde nos teníamos que alojar.
Las empinadas cuestas que suben hacia la parte antigua están llenas de nobles caserones y palacetes blasonados.
La iglesia parroquial de Santa María del Azogue, muy reformada a lo largo de los siglos.
Su interior es fundamentalmente gótico.
Contiene como elemento más antiguo una pila bautismal románica con grabados muy toscos.
Las portadas son también románicas. La del muro sur con arcuaciones de medio punto.
Y la oeste de arcos apuntados, pero con unas figuras más antiguas, que hacen de columnas y deben provenir de algún edificio desaparecido.
El rosetón que está encima de esa última portada es también de la misma época.
Junto a la iglesia preside la población el castillo, cuidadosamente restaurado.
Y desde Puebla de Sanabria, el día siguiente, a casa.
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