Este mes de julio el calor apretaba de lo lindo de ahí que decidiésemos hacer una escapadita a algún lugar más fresco.
Mirando los pronósticos nos decidimos por Bretaña donde a una previsiones de temperaturas moderadas se unía el hecho de hacer años que no la visitábamos.
El catorce emprendíamos la ruta hacia Francia pasando por el túnel de Bielsa, rumbo a Burdeos para finalizar la etapa en Nantes.
En Nantes nos metimos dentro de la zona peatonal mientras nuestro hotel quedaba justo fuera de ella. Tras mucho rato de esquivar terrazas abarrotadas, peatones y bicicletas tuvimos la suerte de que un policía nos indicase el modo de salir de lo que parecía una trampa. Menos mal que al ser la fiesta nacional el ambiente era tranquilo.
Ahí está el pivote que se nos bajó para entrar, pero que no había manera de hacerlo bajar para salir.
Finalmente dejamos los equipajes y al estar a unos pasos del Gran Teatro, en pleno centro aún pudimos pasear hasta la hora de cenar por las cercanías de la plaza Graslin.
Tras la cena en horario europeo vimos que todo el mundo se dirigía hacia el puente Ana de Bretaña donde iban a encenderse fuegos artificiales. Seguimos a la multitud pasando por el palacio de Justicia.
El puente y proximidades se iban llenando de gente.
Echamos un vistazo al acceso a las Máquinas de la Isla, una especie de laboratorio, taller y exposición donde se crean y exhiben artilugios fantásticos. No se puede olvidar que estamos en la ciudad de Julio Verne.
Mientras anochecía la muchedumbre iba creciendo hasta el punto de agobiarnos. Decidimos regresar al hotel y ver- y si no por lo menos oir- los fuegos desde lejos
Hicimos bien pues cuando empezaron ya casi habíamos llegado al hotel y la verdad es que el espectáculo no era para tanto. Esos franceses no son ni chinos ni valencianos.
El día siguiente amaneció diáfano. El centro de la ciudad de Nantes con su inmensa peatonalización -el automovilista es en esta ciudad el enemigo- estaba tranquilo.
En la céntrica Plaza Royale, Anfititre, la esposa de Poseidón, no ostentaba en su mano precisamente un tridente como sería de esperar.
Una gran avenida divide la parte antigua de Nantes en dos. Allí es perfectamente visible el predominio de peatones, ciclistas y transporte público.
Entramos en la zona este, haciendo la primera parada en la iglesia de la Santa Cruz donde fue bautizado Julio Verne.
Las callejuelas que acumulan el movimiento con sus abundancia de bares, restaurantes y pequeñas tiendas estaban a esa hora prácticamente vacías.
El castillo de los Duques de Bretaña parecía estar esperándonos.
En el patio llama enseguida la atención el pozo coronado con una bella reja de hierro forjado.
Pasear por encima de la muralla ofrece buenas vistas del entorno.
El foso que rodea el castillo está hoy ajardinado. Antiguamente las aguas del Loira bordeaban en buena parte los muros.
Ahora algún pequeño canal decora y riega los jardines y contiene algún huésped como esta simpática tortuga.
La catedral gótica es el otro gran monumento de la ciudad.
En el interior sorprende la elevación de sus bóvedas, más altas que las de Notre Dame de París.
Dentro del contenido de la catedral destaca el monumento funerario con los sepulcros del duque Francisco II y su esposa Margarita de Foix, obra maestra del Renacimiento.
A unos metros de la cabecera de la catedral se halla la antigua puerta de San Pedro y restos de las murallas de diversas épocas.
Es agradable dar un paseo por las calles al nordeste de la catedral repletas de pequeños comercios que ostentan en las fachadas divertidos motivos relacionados con aquello a lo que se dedica cada uno.
Íbamos al Museo de Bellas Artes, pero estaba cerrado por reformas para una larga temporada.
Regresamos hacia la catedral para visitar los restos de la cripta románica y de la del siglo XIX, que albergan el pequeño tesoro catedralicio y paneles con al historia del edificio.
Desde allí nos acercamos a le Lieu Unique, antigua fábrica de galletas transformada en espacio multicultural.
Desde esa zona el canal de San Félix comunica con el Loira.
Decidimos comer en las cercanías del hotel para descansar un rato luego. Callejeando por Nantes te vas tropezando con creaciones artísticas en cualquier rincón con más o menos afán de perduración.
Por la tarde empezamos con el comercial Passage Pommeraye, una de las primeras galerías europeas.
Toda la ciudad es un inmenso espacio peatonal con instalaciones culturales por doquier.
Los ríos y canales contribuyen aún más a dar la sensación de espacio, amplitud y tranquilidad.
Ante las Máquinas de la Isla hay un tiovivo con los más insólitos vehículos y animales fruto de la fantasía de sus creadores.
Lo más popular de entre las Máquinas es el gran elefante articulado, capaz de transportar un montón de gente mientras con sus bramidos y el agua que echa por su trompa va divirtiendo y mojando a los curiosos.
En la orilla opuesta del río está el Memorial dedicado a la abolición de la esclavitud, con paneles y numerosas placas en el suelo recordando personajes, lugares y hechos relacionados con la misma. Un modo de lavar la conciencia de Nantes cuya riqueza en el siglo XIX fue debida sobre todo al comercio de seres humanos.
Acabamos de pasar la tarde en la Torre Bretaña, polémico rascacielos divisable desde cualquier punto de la ciudad.
Arriba hay una terraza con un bar desde donde se dispone de excelentes vistas de la ciudad.
Al día siguiente desayuno prontito y hacia Vannes.
En Vannes, ciudad donde falleció y está enterrado el valenciano San Vicente Ferrer, patrono de Graus. Aparcamos cerca del centro y nos dirigimos por sus empedradas calles a la catedral donde está su capilla con el sepulcro.
Por el camino nos detuvimos en uno de los más antiguos edifcios de Vannes, el castillo Gaillard, actualmente Museo de Historia y Arqueología.
Y, ¡cómo no!, en la plaza Valencia donde se halla la casa de paneles de madera en la que según la tradición falleció San Vicente.
En la misma plaza se encuentra la denominada Casa de Vannes, decorada en una de sus esquinas por dos esculturas del siglo XVI conocidas popularmente como Vannes y su mujer.
La catedral es un edificio básicamente gótico si bien con remodelaciones de toda época hasta el siglo XIX.
Quizás una de sus partes más relevantes sea la capilla renacentista que en su interior está dedicada actualmente a San Vicente.
La portada del gótico flamígero muestra en el parteluz una imagen del santo, muy posterior.
El interior es de una nave cubierta con bóvedas de crucería con capillas laterales.
La capilla de San Vicente es de sencilla decoración y muy diáfana.
Las reliquias del santo están repartidas entre varios objetos.
Las referencias al santo aparecen en diversos lugares de la iglesia, como varios cuadros que hacen referencia a sus milagros y conversiones.
Como testimonio de los muchos valencianos que acuden a Vannes a honrar a San Vicente, muy cerquita de la catedral, junto a al puerta de San Juan, está este restaurante cuyo nombre no deja lugar a dudas.
No puede uno irse de Vannes sin dar un paseo por los jardines que bordean sus murallas.
En esos jardines junto al río se levantan los antiguos lavaderos de principios del XIX.
Y a continuación, junto a las murallas, el Palacio de l’Hermine.
Tal vez la puerta principal en las murallas y el mejor camino para acceder al casco antiguo sea la de San Vicente. Aunque se llame así difícilmente San Vicente pudo entrar por aquí en Vannes ya que dicha puerta es bastante posterior a su época.
Frente a ella se inicia el puerto deportivo que conecta con el golfo de Morbihan.
Alrededor del golfo de Morbihan y en algunos de sus islotes se hallan muchos de las grandes construcciones megalíticas que han dado fama a Bretaña.
Al no haber reservado con antelación pasaje para la barca no pudimos acceder al túmulo de Gravinis. Decidimos ir entonces a Locmariaquer.
Empezamos por el gran conjunto megalítico que reúne tres grandes monumentos.
El túmulo de Er Grah, construido en varias etapas entre 4500 y 4000 a. C. alcanza una longitud de 140 metros. En nuestra anterior visita aún no había sido restaurado.
El dolmen de la Table des Marchands de 3900 a. C. muestra en su interior varias piedras grabadas. La losa del fondo -más antigua que el propio dolmen- se halla partida y por los grabados fragmentados se ha comprobado que parte de ella está en el túmulo de Gravinis, a cuatro kilómetros, en el islote al que no habíamos podido acceder.
El Gran Menhir roto es el más grande de Europa occidental, más de veinte metros de largo y casi trescientas toneladas de peso. Sus fragmentos siguen siendo impresionantes. Levantado hacia 4500 a. C. algún seísmo lo debió derribar dos o trescientos años más tarde. Hay quien piensa que la caída no fue accidental. Otro misterio que añadir al fenómeno megalítico.
En esta fotografía se ve el mar, lo que nos recuerda como los grandes megalitos europeos se levantan con pocas excepciones -sobre todo en la península ibérica- cerca del mar.
A corta distancia del gran conjunto, junto a las primeras casas del pueblo, está el dolmen de Mané-Lud. Ni yendo ni viniendo ni en el lugar encontramos a nadie, o sea que lo pudimos disfrutar en completa soledad pese a estar en plena temporada turística y con un clima fenomenal.
Detrás de una casa se ven las grandes losas que lo cubren.
Una escalerita conduce a la entrada.
También tiene grabadas piedras del corredor de acceso.
Comimos en la población e hicimos la digestión en otro dolmen, el de Mané-Rithual, situado en el mismo pueblo.
En nuestra visita anterior pasamos de largo ante la iglesia parroquial de Locmariaquer.
Que conserva partes de época románica como el ábside central.
Y algunos curiosos capiteles.
Completamos la tarde en las playas y acantilados de Locmariaquer con algunos pintorescos lugares como la punta de Kerpenhir.
El hotel lo teníamos en Auray y allí fuimos a darnos primero una vuelta por la ciudad. El interés de la misma no es mucho y su animación aún era menor.
De ahí que cenásemos en un restaurante junto al hotel y pronto a la cama.
Como amanece temprano, al día siguiente pronto estábamos en Carnac desayunando en al primera boulangerie que abrió.
Y poco más tarde en los alineamientos de Le Ménec cuando aún no había abierto la Casa de los Megalitos, donde se puede encontrar información sobre este conjunto neolítico, único en el mundo.
Desde la terraza de la Casa de los Megalitos se contempla la extensión de los alineamientos, formados por más de mil menhires distribuidos en once filas a lo largo de casi un kilómetro.
Actualmente no está permitido el acceso libre al conjunto de menhires como medida de protección de los mismos y también de la flora.
Un camino alrededor de la valla los circunvala.
En la parte oeste cerca de las casas hay algunos menhires de notable tamaño.
La regularidad de las filas y el descenso de tamaño de oeste a este resultan sorprendentes y la motivación de dicha distribución absolutamente misteriosa.
La carretera en dirección este sigue atravesando un paisaje de menhires hasta llegar al alineamientos más conocidos y visitados que son los de Kermario, cuyos menhires destacan por el tamaño.
Junto as al valla, al poco de empezar los alineamientos, aparece un dolmen.
El tamaño de los menhires es variable no siguiendo una regla fija.
Lo que sí mantiene una regularidad son las alineaciones.
Pasados los alineamientos de Kermario hay un camino entre árboles que se dirige hacia el sur.
Y va a la casa-fuerte y capilla de Kercado.
Muy cerca, dentro de un bonito bosque, se encuentra el túmulo de Kercado, coronado por un menhir.
El entorno es fantástico y el día que hacía, medio brumoso, ayudaba.
Regreso a la carretera y poco más allá, siempre entre menhires, un camino a la izquierda conduce al cuadrilátero de Manio, espacio cerrado por grandes bloques de granito, que hace años delimitaban un pequeño túmulo.
Muy cerca se encuentra el menhir denominado Gigante de Manio, de casi seis metros.
Nos faltaba el túmulo de Saint Michel, coronado por una capilla moderna.
El túmulo tiene dos accesos, pero actualmente no es visitable.
Empezaban a caer cuatro gotas y nos refugiamos en el Museo de Preshistoria de Carnac, que comprende hallazgos de la zona desde el Paleolítico a la Edad Media.
Comimos y después echamos un vistazo a la iglesia parroquial dedicada a San Cornelio, patrón de los animales cornudos.
El día había cundido bastante por tanto decidimos dedicar el resto a un paseíto y a tomar algo en Auray hasta la hora de cenar.
El día siguiente otro madrugón -como siempre- y partimos hacia Quimperlé.
En Quimberlé aparcamos en la parte alta de la ciudad, junto a la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción.
Nuestro objetivo era la iglesia de la Santa Cruz hacia la cual hay una buena bajadita (que al regreso hubo que subir).
Hasta llegar al río.
Enfrente de la Santa Cruz está el mercado.
La iglesia de la Santa Cruz tiene planta casi de cruz griega con un ábside muy peraltado al este y otros dos ábsides semicirculares a norte y sur situados alrededor de una gran rotonda central.
El hundimiento del campanario en 1862 obligó a reconstruir buena parte del edificio.
Se conserva de época románica el ábside oriental, denominado Coro de los Monjes.
Y la cripta de tres naves cubiertas con bóvedas de arista, que alberga dos sepulcros de abades, uno de ellos el de San Gurlöes, fundador de la abadía.
Entre el contenido de la iglexia destaca un magnífico retablo renacentista dedicado a la Ascensión, fechado en 1541
Un Santo Entierro de alrededor de 1500 procedente del convento dominicano.
Y un Cristo Vestido del siglo XVII.
Desde Quimperlé emprendimos ruta hacia los promontorios rocosos de Finisterre sur. Por el camino paramos, tal como habíamos hecho en nuestra visita anterior, en Confort-Meilars, donde su bonito Calvario junto a la carretera llama la atención.
Luego, primero a la punta del Van presidida por la capilla de Saint They.
Y después a través de la bahía de los Muertos.
Hasta la Punta del Raz, uno de los lugares más visitados de Bretaña. De todos modos, como el tiempo era fresquito, nos dimos una buena caminata sin excesivas compañías.
Los brezos en floración coloreaban el terreno.
La estatua de Nuestra Señora de los Naufragios domina el lugar.
Y pasando por el faro emprendimos el camino de retorno.
En Punta del Raz comimos y partimos hacia Quimper donde habíamos reservado el hotel.
En la ciudad de Quimper la catedral de San Corentin tenía mucho movimiento pues estaban preparando un concierto de corales.
El interior de la catedral llama la atención por la notoria desviación del eje del coro con respecto a la nave.
Una imagen muy venerada en Quimper es la de Santig Du o San Jean Discalceat, franciscano del siglo XIX no canonizado eclesiásticamente pero a quien la tradición popular considera santo. Desde el siglo XV hasta la actualidad los fieles siguen colocando ofrendas de pan a sus pies destinadas a los necesitados.
Las casas con paneles de madera son frecuentes en el casco antiguo de Quimper.
Una céntrica tienda presume de ser la primera Macaronerie de Francia.
Aunque muchas ciudades francesas presumen de sus peculiaridades en la elaboración de estos populares y pequeños dulces.
Las orillas del río Odet son lugar muy frecuentado para el paseo.
Y por todo el centro abundan lugares pintorescos.
Como es corriente en toda Bretaña abundan las creperías. Los más diversos ingredientes rellenan los crepes que se toman como plato principal y aún más discurre la fantasía para elaborar los dulces que hacen de postre. No podíamos dejar Bretaña sin probar una crepería y eso hicimos en una lugar lleno de ellas y de nombre muy apropiado: la place au Beurre.
Nuestro último día en Bretaña lo dedicamos a recorrer algunos de sus principales enclos paroissiaux (recintos parroquiales). La mayoría se sitúan al noroeste de Bretaña y consisten en unos recintos encerrados por un muro no excesivamente alto a los que se accede por puertas monumentales y que en su interior contiene la iglesia parroquial, el osario y un calvario con abundantes esculturas.
Empezamos en Pleyben.
Su Calvario es considerado por muchos el más espectacular de Bretaña. el Arte, las Sagradas Escrituras y lo popular se aúnan en este tipo de obras.
Loas personajes van vestidos al modo usual de la época (siglo XVI)
Las escenas representadas son muy variadas, estando dedicadas mayoritariamente a la Pasión, pero aparecen también otras situaciones como Cristo rescatando a Adán y Eva de un limbo custodiado por demonios.
O San Pedro arrepintiéndose de sus negativas. El gallo había desaparecido y es obra de una restauración reciente.
En el nacimiento buey, mula y ángeles son mucho más pequeños que las figuras principales.
El osario es gótico flamígero y data de 1560.
La nave la cubre una bóveda estucada del siglo XVI.
Las vigas están decoradas con pequeñas esculturas policromadas de tema sagrado o mitológico.
La vidriera central del coro está dedicada a la Pasión de Cristo.
Como en la mayoría de iglesias bretonas abundan los santos de tipo local, poco conocidos fuera.
Por ejemplo, San Alar es el patrón de los caballos.
Y San Herbaud el del ganado vacuno
Sizun fue el siguiente conjunto. Un triple triunfal da acceso al recinto.
Tanto el arco como el osario son de finales del siglo XVI.
Algunas de las estatuas que decoran el osario no son muy ortodoxas, tal como es frecuente en muchas obras rurales del Renacimiento.
En Sizun abundan los elementos decorativos con imágenes de seres fantásticos.
Los más conocidos son las sirenas con cola de pez.
Especialmente la que ocupa un ángulo del arco de entrada.
En el interior las vigas están decoradas con multitud de personajes
La pila bautismal protegida por un baldaquino es de 1679.
Uno de los grandes conjuntos es el de Lampau-Guimiliau.
El arco de acceso tiene arriba un pequeño Calvario.
En el patio hay otro Calvario.
El buen ladrón, a pesar de la que no debe ser muy cómoda postura, muestra las facciones relajadas.
En el interior de la iglesia destaca la viga que separa nave y presbiterio.
En ella hay tallado un bello Calvario policromado.
Un baldaquino esculpido y policromado cubre la pila bautismal.
Pila que muestra la doble poza usual en toda esta región.
Llama la atención una pila benditera esculpida en la que el Bautismo de Cristo se superpone a dos seres humanos que parecen querer huir de las serpientes que hay en el fondo de la pila.
El contenido de la iglesia es particularmente rico. Un Santo Entierro del siglo XVII.
E interesantes retablos como el de San Juan Bautista.
O el de la Pasión.
En una tabla lateral del Retablo de la Pasión se representa el Baño de la Virgen, escena muy poco frecuente.
Muy cerca está Guimiliau, que ese día estaba de festejos.
En el recinto, donde también había celebración, el movimiento era mayor del habitual.
A ese recinto se accede por un sencillo arco.
Pronto aparece uno de los grandes Calvarios bretones con más de doscientos personajes.
En este caso Cristo tiene al lado a la Virgen y a San Juan.
Las escenas se combinan muy libremente. Aquí el lavatorio de pies se sitúa entre la Visitación y la Anunciación. Arriba Cristo con la cruz a cuestas entre soldados vestidos a la usanza del siglo XVI.
En el lado opuesto la Natividad se sitúa entre los Magos y la Huída a Egipto. Mientras arriba se representa el Santo Entierro. En una de las Santas Mujeres hay autores que afirman que su rostro es el de María Estuardo.
Las escenas se van sucediendo. La entrada a Jerusalén el domingo de Ramos
La Santa Cena.
Y otras.
En algunas figuras resalta el sentimiento trágico como en el sacrificio de Abraham.
El osario es del siglo XVII.
En uno de sus bajorrelieves aparece la Creación de los animales y de Adán y Eva.
En el interior del pórtico de acceso las imágenes están policromadas como ésta con el Creador entre Adán y Eva.
El interior consta de dos naves con capillas laterales a un lado.
La pila bautismal es de granito y sigue el modelo habitual de la zona.
De Guimiliau a Saint Thégonnec, también muy cerca. Pero como la hora ya exigía reponer fuerzas dejamos la visita del recinto parroquial para después de comer.
El arco triunfal es de estilo renacentista (1587-89)
Tras él aparece el Calvario. Coronado por Cristo y los ladrones, bajo ellos se desarrollan diferentes escenas bíblicas.
Unos ángeles recogen la sangre de Cristo y a ambos lados aparecen sendos caballeros, uno de ellos el centurión Longinos.
En las escenas de la parte inferior aparece la Resurrección con Cristo que se alza sobre un soldado tendido en el suelo y otros dos dormidos.
Y escenas de la Pasión.
Algunas escenas y personajes aparecen desordenados pues la gente del pueblo durante la Revolución desobedeció la orden de destruir las imágenes y las de la parte baja las escondieron en sus casas. algunas se perdieron y en la reconstrucción otras se cambiaron de lugar.
En 1998 un incendió destruyó prácticamente la iglesia, que ha sido cuidadosamente restaurada.
El Santo Entierro de principios del siglo XVIII es uno de los mejores de Bretaña.
El osario de finales del XVII contiene el tesoro parroquial.
Acabamos las visitas a recintos parroquiales y nos dirigimos a Morlaix, donde nos empezó a llover.
U na de las obras más espectaculares de Morlaix es el viaducto pro donde pasa el ferrocarril.
Cerca está la iglesia gótica de San Mélaine.
El centro de la ciudad muestra interesantes casas antiguas.
la iglesia de San Matías la encontramos cerrada.
Tras una semana en Bretaña tocaba iniciar el regreso. Con una breve parada para comer llegamos a Pau.
En Pau el hotel nos sorprendió agradablemente. Nuevo, bien equipado y tranquilo.
Aún tuvimos tiempo de pasear por Pau.
El castillo, convertido en palacio en el siglo XVI por Margarita de Angulema, es el principal monumento de la ciudad.
Enfrente se levanta el edificio del antiguo Parlamento de Navarra.
Desde el Bulevar de los Pirineos la vista se extiende sobre toda la cordillera. Desafortunadamente ese día, aunque hacía sol, la visibilidad no era muy buena.
El martes, día de regreso a casa, aún nos acercamos primero a Lescar, a ver su catedral románica. Estaba en obras y cerrada. En la oficina de turismo primero nos decían que estaba abierta, luego que alguien vendría a abrir, … Pese a que mostramos nuestra paciencia, nadie apareció y no pudimos ver el interior.
De Lescar a Morlaàs con una bella portada románica, si bien excesivamente restaurada.
El resto de la iglesia está muy modificado, aunque se conserva el ábside central.
Los laterales desaparecieron y han sido añadidos después.
De Morlaàs, pasando por Viella, hacia España. Parada a comer y por la tarde en casa.