Hacía tiempo que teníamos como pendiente viajar a China. Un país tan enorme es imposible de conocer ni remotamente en unos pocos días de viaje. Hay que hacer una pequeña selección. Vimos el programa de una agencia de Igualada (Viatjalia) y en él decidimos apuntarnos.
El trece de agosto un autocar nos recogía en Lérida a las seis de la mañana. Durante el trayecto fueron añadiéndose pasajeros hasta completar los dieciocho que íbamos en el aeropuerto de Barcelona. Más nuestra guia, Núria, buena conocedora del país a visitar y hablante de mandarín (que por lo que se ve para algunos es posible).
Vuelo de Air China haciendo escala en Viena, que llegaba a Pequín, entre el trayecto y el cambio horario, por la mañana del día siguiente.
Algo de sueño en los rostros, pero ilusión también por el viaje a emprender.
Al autocar con la sensación que no nos abandonaría durante el viaje: ¡Qué grande es todo!
Dejábamos el aeropuerto con sus futuristas diseños.
Y nos adentrábamos en la inmensa ciudad donde esos diseños conviven con rascacielos sin gracia con finalidades habitacionales donde en cada uno pueden habitar cientos -o miles- de personas.
La primera parada en la zona olímpica, cerca del estadio “Nido de Pájaro”.
No se podía acceder al interior pues estaban preparando los Campeonatos del Mundo de Atletismo a punto de iniciarse.
Poco más lejos, al oeste, separado del estadio por una inmensa explanada vislumbramos el Cubo de Agua, lugar donde se celebraron las competiciones olímpicas acuáticas.
Toda la zona es lugar de paseo y entretenimiento para la gente.
De la Ciudad Olímpica al Templo de los Lamas de Yonghe. Es el templo lamaísta más famoso fuera del Tibet. Es frecuentado por devotos que acuden a solicitar favores, pero más aún por grandes cantidades de turistas (a eso ya nos iríamos acostumbrando).
Su carácter cosmopolita queda claro -aunque no lo que dice- en el rótulo de la entrada, escrito en tibetano, mongol, chino mandarín y manchú.
Son fenomenales la pareja de leones, macho y hembra -curiosamente también con melena- que reciben al visitante como en muchos otros lugares de culto budista. El macho sujeta con la zarpa una esfera y la hembra una cría.
Los tejados muestran perfectos acabados con las clásicas figuritas en los ángulos.
El contenido pictórico y escultórico de los interiores es riquísimo destacando la gigantesca estatua de Maitreya Buda esculpida en un solo bloque de madera de sándalo.
Cada uno de los distintos pabellones acoge a los peregrinos que en muchos casos se mueven incesantemente de uno a otro para postrarse ante las diferentes imágenes, tras haber encendido abundantemente varitas de incienso.
Del templo al restaurante. Como siempre a mediodía nos tocó comida china: rueda central giratoria y variedad de platos.
Por la tarde el extenso parque del Palacio de Verano. Original del siglo XVIII, fue arrasado en la segunda guerra del opio y de nuevo tras la rebelión de los bóxers. Fue restaurado cada vez y constituye hoy día un fresco refugio en las cercanías de la ciudad.
El lago, parcialmente artificial, ocupa la mayor parte del parque. numerosas barquitas lo surcan a todas horas.
El acceso a cada parte, como siempre, hay que hacerlo entre multitudes.
Así y todo siempre se pueden apreciar bucólicos rincones algo más tranquilos.
Todas las puertas muestran una abigarrada decoración.
Una de las imágenes más conocidas del parque es el barco de mármol. En 1888 la emperatriz destinó a la reconstrucción del lugar el dinero destinado a modernizar la armada china. Este barco de difícil flotación fue la única concesión a la marina.
Las zonas más apartadas pueden disfrutarse con menos compañía.
Regresamos al centro de Pequín. Dimos un paseo por la zona comercial de Wanfujing. deteniéndonos a contemplar las “delicias gastronómicas” que ofrecen en la calle Donghuamen junto a viandas más o menos reconocibles y apetecibles.
Hay postres y frutas de esmerada presentación.
Pero también pinchitos mucho más exóticos, al lado de otros que nos son muy familiares.
Otros hacen bueno el dicho de “todo cuanto anda, nada, se arrastra o vuela a la cazuela”
Y algunos son incluso “demasiado identificables”.
Las calles comerciales muestran la China que está subiendo rápidamente al carro del consumo.
Los diseños futuristas y las iluminaciones confirmaban ese afán de modernidad en la zona donde fuimos a cenar a la europea.
Y ya tarde por fin al hotel. A dormir tras un día ajetreado y tras muchísimas horas sin hacerlo quienes no sabemos dormir en los aviones.
El día siguiente lo iniciamos con una agradable sorpresa, la habitual contaminación pequinesa había dado paso a un excepcional día radiante de azulado cielo.
Empezamos en el Templo del Cielo. En realidad no es un templo sino un parque al que acuden muchos ciudadanos con predominio de jubilados a pasear o a practicar las más diversas actividades. El parque es un ejemplo de orden y armonía, reflejando en su distribución el pensamiento de Confucio.
La caligrafía con agua es una de ellas. Con maestría y rodeados generalmente de espectadores los aficionados artistas trazan con un pincel empapado de agua los complicados signos caligráficos de la escritura china mientras ven como su reciente creación se va esfumando por la evaporación. Muestra genial del arte efímero.
El Tai Chi es una de las actividades más practicadas. Dirigen los movimientos aficionados voluntarios.
Practicantes de juegos con raquetas, predominantemente badmington, se ven por doquier,
En el centro del parque se halla la Sala de Rogativas para las Buenas Cosechas a donde solía acudir el emperador a solicitarlas.
Sobre una terraza escalonada se iza la triple estructura central.
Toda ella está sostenida por grandes pilares de madera que soportan la cubierta realizada completamente con ensamblajes de madera, sin uso alguno de clavos o cemento.
El orden y la simetría están presentes en todas las construciones del parque.
Los más diversos juegos de mesa son practicados en los pasadizos y lugares sombreados. Las cartas.
Una especie de dominó.
El ajedrez.
Y otros juegos desconocidos entre nosostros.
Las aficiones musicales suelen compartirse y se forman grupos a modo de rondallas.
Y uno que me llamó mucho la atención. Varios virtuosos de la armónica, que acuden de sus casas hasta con los amplificadores, ponen el acompañamiento musical a señoras espontáneas que danzan a su son.
Del Parque del cielo al centro de la ciudad. El autocar nos dejó cerca del Centro Nacional para las Artes Escénicas, impresionante edificio de diseño vanguardista del arquitecto francés Paul Andreu, autor del Arco de la Défense en París. Es conocido, de forma algo despectiva, como El Huevo. Su construcción fue polémica sobre todo por hallarse tan cerca de lugares tan emblemáticos como la plaza de Tiananmén y la Ciudad Prohibida.
La plaza de Tienanmén responde a los gustos y a la megalomanía propias de muchos dictadores comunistas. Un inmenso espacio para poder organizar desfiles militares y actos de adhesión al líder, incluso después de muerto al instalar allí su mausoleo.
Pese a su inmensidad hay zonas en que a todas horas está repleta de gente.
El edificio que todas las guías destacan como más relevante es el Gran Salón del Pueblo o Parlamento. No sé con qué ojos lo miran porque yo soy incapaz de verle el más mínimo atractivo.
La entrada principal a la Ciudad Prohibida estaba cerrada y tuvimos que cruzar el parque Zhongshan para acceder a ella.
La Ciudad reservada al emperador, su séquito y sus servidores durante quinientos años. Esta hoy abierta al público con la única condición de pagar la entrada. Consiste en una serie de edificios y patios que se extienden en dirección sur-norte.
El visitante es recibido primero por la Sala de la Armonía Suprema.
No todos los edificios son accesibles. Tampoco entramos en los que los son que suelen guardar diversas colecciones (joyas, relojes, …) dada la premura de tiempo que se da en todos los viajes organizados.
La Ciudad es muy grande, pero las multitudes son tales que hay lugares en los que cuesta moverse.
Después de la Sala de la Armonía Suprema viene la de la Armonía Intermedia
Queda claro que armonía y simetría son constantes.
Hacia el final es donde estaban los aposentos más íntimos del emperador.
A la salida es posible contemplar el gran foso y murallas que rodeaban todo el recinto.
El siguiente lugar a visitar fue una fábrica de sedas. una de las múltiples actividades que las agencias organizan para que los turistas puedan dedicarse a la compra y el consumo.
Circulando por Pequín de tanto en tanto aún van apareciendo antiguos callejones con el sabor de antaño.
En una de esas zonas se hallan la Torre de la Campana y la Torre del Tambor, en lo que era el centro de la antigua capital mongola. Desde los primeros siglos anteriores a nuestra era se fue extendiendo la costumbre en las ciudades chinas de erigir una torre con una campana que anunciaba el amanecer y otra con tambores para el anochecer. A veces tocaban todas las horas.
La Torre de la Campana es un sólido edificio original de la dinastía Ming, pero destruido por un incendio su estructura actual es del siglo XVIII.
Una empinada escalera da acceso a la sala donde se halla la campana, cuyo sonido podía escucharse a veinte kilómetros de distancia.
Desde arriba hay excelentes vistas de la ciudad, especialmente hacia el norte.
En el interior de la Torre de la Campana asistimos a la ceremonia del té donde fue posible ejercitar la práctica de las compras de muchas variedades de té e infinitos artilugios relacionados con su preparación y consumo.
A escasa distancia está la Torre del Tambor.
El cada vez más intenso tráfico en las grandes ciudades chinas ha arrinconado el uso de los antes populares triciclos, en este caso con motor, a los paseos de turistas.
La intensidad el tráfico en algunos lugares contrasta con otros donde se ven calzadas sin apenas vehículos.
Otro amanecer radiante el día de la visita a la Gran Muralla.
Sólo llegar la impresión de una obra tan inmensa ante la cual se desborda la imaginación causa un notable impacto.
Por desgracia suelen visitarse los fragmentos de más fácil acceso, reconstruidos y seguros, y, claro, esto conlleva el precio de que estén frecuentados por multitudes y el recorrido por encima de la muralla parezca una procesión.
Enfrente se veía otro fragmento con menos amontonamiento de gente, pero seguirlo debe comportar más tiempo y eso es lo que suele faltar.
No hubo más remedio que para cumplir con el deber de hacer por lo menos un trocito de muralla ascender por los duros escalones a la primera, segunda o tercera -cada uno según su ánimo y velocidad trepadora- de las torres que se ven al fondo
Desde arriba se disfruta de una perspectiva muy distinta.
De la Gran Muralla a comer y de paso a visitar un taller de esmalte cloissoné.
Luego las tumbas Ming, de las que sólo vimos la de Chang Ling, del emperador Yongle (1402-1424).
La puerta del Supremo Favor ya es majestuosa.
La Sala de los Favores Ilustres es la estructura más destacada.
En su interior se halla una estatua moderna del emperador Yongle.
Fuera hay unos curiosos quemadores de incienso en cerámica amarilla (el color imperial).
A las tumbas conduce el llamado Camino del Espíritu, que parte de una entrada monumental y sigue por una larga avenida custodiada por estatuas humanas y animales. Iniciamos el recorrido a la inversa, o sea, desde las tumbas a la puerta.
A ambos lados íbamos dejando las estátuas. Guerreros
Caballos.
Leones
Elefantes
Y camellos.
Al final llegamos a la Gran Puerta de Palacio
En cuyo interior una tortuga con cabeza de dragón (el animal fantástico denominado “Bixi”) sostiene una estela que es considerada la mayor de China.
Nos quedaba un paseo por los huttong (callejones del Pequín tradicional de los que cada vez quedan menos) en rickshaw a pedales.
El triciclo lo combinamos con un paseo a pie.
Y la visita a una vivienda (con tiendecita, lógicamente).
Los callejones son tranquilos y con poco movimiento.
Pero cerca hay zonas con más movimiento, bares y tiendas.
Allí se quedaron los huttong y nosotros a cenar y finalizar jornada.
De camino aún pasamos po el Galaxy Soho, complejo comercial, con ese diseño futurista que tanto parece complacer en la China actual.
Madrugón y a volar hacia Xián desde el enorme aeropuerto pequinés.
Xián no es considerada en China como una de sus grandes ciudades, pero llegando ya pudimos comprobar que aquí lo pequeño es enorme.
En alguno de esos rascacielos cabrían todos los vecinos de algún lugar que nosotros llamamos ciudad.
La comida ya nos esperaba en uno de los restaurantes-teatro preparados para los turistas, similar al que por la noche nos acogería con el espectáculo.
Iniciamos la tarde en el recinto donde se encuentra el Museo de Xián, en el que no entramos.
Donde nos dirigimos fue a través del parque a la Pequeña Pagoda de la Oca.
En el parque bordean el camino pequeñas estatuas cuya finalidad era atar en ellas las caballerías. Más artístico que nuestras tradicionales argollas, seguro.
La pagoda centra el templo de Jianfú.
Es original de principios del siglo VIII y debido a los daños recibidos en la parte superior por un terremoto sólo se puede acceder a las primeras plantas de las quince de que consta.
Xián conserva sus murallas del siglo XIV, época de la dinastía Ming, con varias puertas.
Con un perímetro de catorce kilómetros, su extraordinaria anchura permite recorrerlas cómodamente en bicicleta e incluso en pequeños cochecitos eléctricos.
Se tienen excelentes vistas de la ciudad, tanto de la parte contenida dentro de las murallas como de la exterior.
La monumentalidad de sus puertas y la altura de sus muros rememoran el gran pasado de Xián, más si se piensa que en la época Tang el recinto rodeado por ellas era incluso muy superior.
Por fin fuimos al hotel, pero únicamente a dejar las maletas y a un aseo rápido pues había que partir de inmediato hacia la cena-espectáculo.
Un teatro similar al que habíamos comido nos acogió.
En la cena se nos sirvió comida china, sin que faltasen en modo alguno las setas, muy abundantes en la gastronomía china, pero generalmente de especies cultivables.
El plato fuerte eran sin embargo los raviolis Jiaozi, con muchas variedades rellenas de los ingredientes más diversos y en las que incluso las formas de la pasta guardan relación con el contenido.
Tras la cena el espectáculo de música y danza, que intenta emular el ambiente palaciego de la época de la dinastía Tang (618-907), que tuvo su capital en Xián.
Los instrumentos tradicionales tiene un papel fundamental en la orquesta.
Las danzas son de gran vistosidad y colorido.
En el centro de todo el espectáculo está siempre la pareja imperial.
Regresando al hotel vimos las murallas iluminadas, pero sólo parcialmente pues caía algo de lluvia lo que es causa de una notoria disminución de la iluminación.
Y llegó el día del gran descubrimiento en Xián, los Guerreros de Terracota.
Antes, pero, todavía hicimos una pausa en un taller donde se fabrican y venden copias de los guerreros.
El mausoleo con el ejército de los Guerreros está bastante alejado del centro de Xián, pero por el camino rascacielos y rascacielos se van sucediendo para hacerse una idea de la inmensidad de las ciudades chinas.
Desde su descubrimieento en 1974 se ha ido excavando esta inmensa tumba correspondiente al primer emperador de la dinastía Quin, Quin Shi Huang (210-209 a. C.), y han aparecido millares de soldados de arcilla. Las excavaciones continúan y lo ya excavado se presenta in situ agrupado en tres fosas. La primera es la más espectacular con todos los guerreros ordenados en formación.
Mirándolos de cerca se comprueba como no hay dos de iguales.
Aunque la restauración haya ayudado a su alineamiento, es de suponer que originalmente ya fueron situados en formación.
En los rostros se percibe la diversidad de facciones y de edad de los modelos.
También se conservan los caballos que tiraban de los carros, que al ser de madera han desaparecido hace siglos.
Las filas prosiguen hasta el fondo.
Entre las excavaciones un guerrero algo más moderno dotado hasta con ventilador.
De espaldas puede verse como no se ahorró el más mínimo detalle en la fabricación.
En la segunda fosa pueden verse en vitrinas algunos guerreros de modo más próximo.
Así como los fragmentos hallados aún sin restaurar.
En la tercera de las fosas hay menos figuras, tratándose mayoritariamente oficiales, en muchos casos acompañados de los caballos que tiraban de su carruajes.
Al salir del recinto de los Guerreros nos cogió un fuerte chaparrón. Afortunadamente al llegar a Xián para comer ya había amainado bastante.
Por la tarde acudimos a la Gran Mezquita, situada en pleno barrio musulmán. Fue fundada en 742 para atender a la población musulmana de la ciudad. Los creyentes musulmanes son de etnia hui vinculada a los antiguos comerciantes que hacían la ruta de la seda.
Pese a tratarse de una mezquita, toda su arquitectura y ornamentación son profundamente chinas.
El único lugar no accesible es la sala de oración.
La mayoría del grupo acudió luego a sesiones de reflexología podálica mientras unos pocos permanecimos por las callejuelas del barrio repletas de tiendas y algunos cafés donde no se podía ni tomar cerveza.
A cenar, a dormir y a preparar un nuevo madrugón para iniciar pronto la marcha hacia el aeropuerto a tomar el vuelo que nos conduciría a Guilin.
Siempre se acumula algún retraso, pero finalmente llegamos al aeropuerto de Guilin.
Nos habían anunciado Guilin prácticamente como un pueblo. En alguna época tal vez lo fue, pero ya por el camino grúas y rascacielos fueron nuestros acompañantes.
El paisaje sí que era verde y neblinoso según lo previsto
Lo primero que hicimos, tras dejar las maletas y comer, fue acudir al parque llamado del Amor por el motivo de muchas de las esculturas que lo decoran.
Desde él se divisa bien la colina de la Trompa del Elefante.
Con su caverna de la Media Luna.
Las vistas sobre el río Li son también preciosas.
Unos niños se entrenaban para la pesca con cormorán. Este era el modo que usaban tradicionalmente los pescadores. Adiestrados cormoranes se lanzan sobre los peces y los atrapan, pero una cuerda atada a su cuello les impide tragárselos y así aportan su presa a la barca.
El parque es tranquilo y cuidado
Aquí sí que se vendía en todas partes gran variedad de frutas, cosa que no habíamos visto en el norte de China.
Fuera de la zona de pago del parque eran numerosos los jugadores de cartas. Aparentemente sin dinero, pero mis dudas tengo.
Guilin es también una ciudad moderna como puede verse en el centro de la ciudad.
Contemplando bellos paisajes nos dirigimos a la Cueva de la Flauta de Caña para lo cual hay que subir unas cuantas escaleras, lo que unido al calor y a la elevadísima humedad nos hizo sudar de lo lindo.
La cueva contiene curiosas formaciones de estalactitas y estalagmitas como tantas otras, pero en este caso las luces de neón más que resaltar los encantos naturales parecen transformar la cueva en un club de carretera.
De la cueva a una, más que fábrica, tienda de perlas
Tal vez lo más atractivo de la visita las modelos que lucían las perlas.
También en Guilin la tradicional bicicleta va siendo sustituida por las bicicletas de motor eléctrico, tan silenciosas que, como circulan incluso por las aceras, pueden ser un auténtico peligro. ¡Suerte de la habilidad de los conductores!
Después de cenar, un paseo por la calle comercial completó la jornada que, comparada con las anteriores, había sido bastante relajada
Guilin, pese a ser una ciudad de cientos de miles de habitantes, no tiene un centro tan enorme como otras y llegamos al hotel a pie sin excesivo esfuerzo.
El día siguiente partíamos de Guilin, pero no sería volando. Primero a la estación fluvial.
Allí entre los diversos tenderetes las frutas en lugar predominante.
El recorrido de más de cuatro horas a lo largo del río Li entre Guilin y Yangshuo lo realizan a diario muchas embarcaciones
Los relieves cársticos que constituyen ese paisaje tan especial de la zona no nos abandonan durante todo el recorrido
Entre el verdor de las orillas aparecen numerosos grupos de gaviotas, patos y otras aves.
La lentitud de la marcha permite disfrutar con calma de la belleza de los paisajes que, como al parecer ocurre habitualmente, se veían entre brumas pareciendo reproducciones de las habituales pinturas chinas.
Comimos en el barco. No veíamos la cocina, pero sí la del barco vecino. No creo que ganasen en Masterchef.
La navegación seguía su curso .
En las orillas también se apreciaba la vida campesina.
En alguna zona los relieves que bordean el río son más escarpados y puntiagudos
El entretenimiento en el último tramo era identificar los paisajes que se reproducen en el reverso del billete de veinte yuans.
Desembarcamos en Yangshuo y al hotel donde ya nos esperaban las maletas que habían llegado en autobús. La calle comercial principal de Yangshuo, como es normal en una población turística, estaba animada.
Las callejuelas laterales, menos
Después en pequeños vehículos nos desplazamos a los alrededores plagados de arrozales. Paramos en una vivienda tradicional.
La señora de la casa seguía moliendo la soja al estilo tradicional.
También elaboraban el tradicional licor de escolopendras.
Los arrozales estaban espléndidos
El arroz ya crecido apenas dejaba vislumbrar el campesino y el búfalo.
El calcáreo paisaje seguía haciendo de telón de fondo.
La actividad en estas aldeas sigue siendo predominantemente la agricultura.
La pesca, en la que va disminuyendo el uso de los cormoranes, es la otra actividad predominante.
Desgranar cacahuetes tiene aquí una finalidad básica diferente a la que tiene entre nosotros, la elaboración de aceite.
Antes de cenar aún correteamos por las tiendecitas, que como en un zoco cualquiera ofrecen los más diversos productos.
Los caracoles de múltiples variedades y cocinados de mil formas son un manjar habitual en china. Éstos con guindillas tenían muy buen aspecto.
Algunas niñas parecían una reencarnación de las juventudes de la Revolución Cultural que siguiendo el Libro Rojo arrasaron China en la época maoísta. No hubo manera de entenderse para saber qué estaban haciendo.
Nos habíamos quedado a dormir en Yanshuo, lo que no es habitual entre los turistas occidentales. El objetivo era asistir al espectáculo de luz y sonido Impression Sanjie Liu. Dirigido por Zhang Yimou, a cargo de quien fue también la apertura de los Juegos Olímpicos de Pequín, más de seiscientos participantes en un maravilloso entorno natural ofrecen un espectáculo que vale la pena ver y oír. ¡Lástima de la actitud de los espectadores chinos! Se mueven, hablan en voz alta, tararean las canciones del espectáculo, se levantan, se van media hora antes de acabar, …
Por la mañana a Guilin, al aeropuerto para volar con destino a Shanghai.
En Shanghai aeropuerto de última hora.
Con el tren de levitación magnética esperándonos.
En pocos minutos estás en el centro de Shangai. Pese a estar capacitado para ir mucho más rápido en este corto trayecto su velocidad máxima es la que se ve.
En el centro de Shanghai nos dirigimos al Bund, zona de los antiguos edificios coloniales para desde el malecón sobre el río Huangpú contemplar enfrente, en Püdong, el ultramoderno distrito financiero.
Con sus colosales rascacielos.
Después de comer subimos a la planta ochenta y ocho de la torre Jinmao, donde hay un mirador para contemplar la ciudad desde las alturas. Una débil llovizna alternaba con momentos de niebla, pero la sensación de vértigo ante este desmesurado afán de conquistar el cielo persistía.
El vértigo ya no es metafórico sino real al asomarse al interior de la torre que tiene un hueco interior que abarca todos los pisos superiores.
Parecía que el sol iba a aparecer, pero finalmente no lo hizo.
Descendimos y volvimos al Bund para pasear por la calle Nanjing.
Después de cenar a tomar un barco para contemplar ambas orillas del río con los edificios más emblemáticos iluminados.
Segundo día en Shanghai con algo de lluvia. Alteramos el orden de las visitas para acomodarnos al tiempo. Empezamos por el Templo de los Budas de jade. Fue construido en 1911 para albergar las antiguas estatuas de Buda en jade que se hallaban en otro templo desaparecido.
En el primer Pabellón denominado del Gran Salón se hallan grandes estatuas de fieros guardianes, ante las cuales también se postran los fieles.
Y una de Buda vencedor de los demonios.
En el piso superior está el gran Buda de jade sentado, de casi dos metros.
Hay otro Buda de jade, reclinado y de menor tamaño.
Más a la vista está este otro enorme, de piedra, que es una donación moderna de Singapur.
Del templo a comer con la sensación de hacerlo cada día más temprano. La rueda de cristal con la comida china nos esperaba.
El restaurante estaba junto al bazar Yu, gran acumulación de pequeños comercios.
Muchos dedicados a la alimentación, donde es habitual adquirir la comida preparada para llevársela a casa o para consumirla en la propia calle.
Junto al bazar están los jardines de Yuyuán, construidos en el siglo XVI por la familia Pan, oficiales destacados durante la dinastía Ming
En sus estanques abundan las carpas doradas y las tortugas.
Otro paseo por el bazar.
Como había cesado al lluvia algún vendedor de paraguas dormitaba esperando el próximo chaparrón.
Paseando por el viejo Shangai fuimos en busca del autocar.
En plena calle se subastaban joyas de imitación. Subastas y juego son muy del gusto chino.
Los callejones son un profundo contraste con los enormes rascacielos situados a escasa distancia.
Con el autocar llegamos al objetivo, el Museo de Shanghai. Para entrar a hacer cola, algo a lo que ya nos habíamos ido acostumbrando en China.
El Museo de Shangai tiene varias plantas. Con el tiempo que disponíamos no era posible verlo todo. Por consiguiente seleccionamos según nuestras preferencias. Primero nos dirigimos en la planta baja a la galería de escultura china antigua.
Abundan las esculturas representativas de Bodhisattva (representación de cualquiera que esté en el camino de la budeidad para ayudar a todos los demás seres) como ésta en madera correspondiente a la dinastía Jin (1115-1234).
O ésta, mucho más antigua, de la dinastía Tang (610-907), en que ya aparecen las características femeninas que a menudo caracterizan a las representaciones del bodhisattva.
O esta otra en bronce dorado de la dinastía Sui (581-618)
También hay representaciones del propio Buda como este Vairocana, el Buda Cósmico, en broce dorado con partes pintadas en rojo, lo que era habitual para dar más calidez al dorado. Proviene del Reino de Dali (1163).
O éste, tanmbién en broce dorado, de la dinastía Tang (618-907)
Hay bastantes representaciones de lokapala como ésta en piedra de la dinastía Tang (618-907). Los lokapala son los guardianes de las direcciones, generalmente son cuatro correspondientes a los puntos cardinales.
Una de las piezas más conocidas es la Estela de los diez mil budas. Dinastía Zhou del norte (557-581). hace referencia a un antiguo milagro de Buda en el que se multiplicó a sí mismo. Así puede hacerse presente en todos los tiempos y lugares a la vez.
Hay obras muy antiguas como esta encantadora tocadora de laúd de la época de la dinastía Han oriental (25-220)
En la misma planta baja está la otra sección de nuestro interés: la colección de broces antiguos.
Son muchísimos y variados los recipientes para vino. Los hay de mediados dinastía Shang. XV-XIII a. C.
O de finales de la misma. XIII-XI a. C. como los siguientes
Estos recipientes de la misma época eran para comida.
Como éste de época no tan antigua. Última dinastía Zhou occidental. 900-771 a. C.
También había recipientes para agua, decorados con todo tipo de animales acuáticos, que ofrecen la particularidad de ser giratorios. Primera dinastía Zhou oriental. 770-700 a. C.
Hay también instrumentos musicales, predominando las campanas. Campanas grabadas con el nombre del fabricante Marquis Su de Jin. Hacia 850 a. C.
O ésta de la época de la última dinastía Zhou occidental. 900-771 a. C.
Contemporáneo de la campana anterior es este recipiente para vino.
Más reciente este otro del siglo VII a. C.
Y éste de 500-476 a. C.
No tuvimos tiempo para ver las restantes secciones del museo. Había que ir a cenar y de allí al circo a contemplar las habilidades de los famosos acróbatas chinos.
Los acróbatas son muy buenos y los ejercicios muy variados.
El espectáculo final con ocho motocicletas girando a toda velocidad en una esfera en la que apenas caben es impresionante. ¡Lástima que no haya cámaras portátiles para grabar esas escenas!
Llegó nuestro último día en China. Empezamos con una visita a Zhujiajiao, a unos treinta kilómetros de Shanghai. Es una pequeña ciudad muy turística por la cual atraviesan múltiples riachuelos y canales.
Las calles están llenas de tiendas dedicadas al turismo, pero a veces aparece algún atractivo distinto. En un rincón cualquiera el feriante aparece inmune ante la proximidad de los perdigones dirigidos a los globos.
La comida china ofrecida es muy diferente a la que se ve en los restaurantes chinos de Europa.
Algunas calles aún mostraban poco movimiento al ser hora temprana.
Visitamos el templo taoísta. No supe encontrarle ningún atractivo especial.
Las figuras veneradas como “dioses” (o no sé bien qué representan) resultan más bien infantiles o incluso ridículas. Lo cierto es que no vimos ningún devoto. Parece ser un lugar exclusivo para turistas.
Lo único que me llamó la atención fue una serie de pinturas representando los tormentos del infierno. La verdad es que muy parecidos a los de nuestra cultura.
Tomamos luego una barca para hacer un recorrido por los canales.
Algunas imágenes son ciertamente de cuento.
Regresamos a Shanghai para ir al Jardín Botánico. En el largo trayecto cruzamos la moderna ciudad. Con sus cruces de autopistas a diversos niveles.
Sus amplias avenidas.
Sus rascacielos.
Pero también pudimos observar los contrastes de una planificación urbanística que parece en algunas zonas improvisada.
Finalmente llegamos al Jardín.
En agosto por lo que se ve la floración es escasa y debe haber épocas en que debe ser más atractivo.
De todos modos no faltaban las notas de color.
Recorrimos el parque en pequeños coches eléctricos.
Y ahí se acabó. Al aeropuerto de Shanghai a tomar el vuelo hacia Pequín para conectar con el que nos iba a devolver a Barcelona. Otro palizón, pero ya para llegar a casa.
Comentarios en: "CHINA" (2)
Con este amplio resumen, nos has regalado un documento de nivel, que nos permite disfrutar de esos recuerdos ahora tan próximos. Quizás se encuentra a faltar una referencia a una compra masiva de camisas a precio de regateo. Felicitaciones por el trabajo. Saludos.
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Ens ha agradat molt el relat. Molt bona feina. salutacions
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