Santa María de Valdediós.
Es a partir del año 1.218, siendo rey Alfonso IX, cuando, tras una importante obra de ingeniería consistente en la modificación del primitivo cauce del río Asta, se emprende la construcción del Monasterio de Santa María de Valdediós. La iglesia es una excelente muestra de la arquitectura tardo-románica cisterciense, siendo la mayor iglesia románica de Asturias.

El monasterio tiene una larga historia de calamidades y vicisitudes. En 1515 una inundación destruyó las dependencias monásticas, que fueron reconstruidas, incluido el claustro. En 1691 una nueva inundación asoló el monasterio (ha llegado a ser denominado el monasterio anfibio por su exposición a las crecidas del río). Fue saqueado por los franceses durante la invasión napoleónica. Tras la desamortización el monasterio acabó pasando al Estado y luego al arzobispado de Oviedo que instaló aquí el seminario.
La iglesia, única parte que ha sobrevivido de lo original, es de un estilo cisterciense sobrio, sin apenas ornamentación, con muy leves excepciones.
El acceso debió ser monumental, pero está muy desfigurado por la construcción de un pórtico en el siglo XVII y la añadidura de un edificio adosado del XVIII. De todos modos, aunque modificados se conservan la espadaña y el rosetón y las portadas que daban acceso a cada una de las naves.

La portada principal, abocinada, oculta por el pórtico, es de gran riqueza ornamental. Es de tres arcuaciones y guardapolvo. En las arcuaciones alternan dientes de sierra y flores tetralobuladas, ambos motivos extendidísimos en el románico asturiano. El guardapolvo es ajedrezado.

Las columnas, lisas, soportan capiteles de entrelazos vegetales, excepto en el más interior de lado norte donde hay un personaje y una gran cabeza mordiendo un objeto y en los del lado sur donde, entre los entrelazos, aparecen algunas cabezas humanas.


La portada norte es más sencilla con dos arquivoltas protegidas por un guardapolvo con puntas de diamante y con los capiteles con decoración vegetal y volutas.

La sur es aún más simple. de una sola arquivolta con el típico ornamento de dientes de sierra.

Normalmente se accede al interior de la iglesia desde el claustro a través de la denominada Puerta de los Monjes.

El interior tiene tres naves con transepto y tres ábsides. El central queda casi oculto por un retablo barroco.

En los laterales se conservan altares de origen románico. Los tres se cubren con bóveda de cuarto de esfera.


Las naves del templo se dividen, cada una, en cinco tramos, separados entre sí por arcos fajones algo apuntados, y se cubren con bóveda de crucería. Los tramos que sobresalen del transepto, se cubren con bóveda de cañón ligeramente apuntada.

En la nave central, los arcos fajones descansan sobre capiteles apoyados en ménsulas, elementos éstos característicos de la arquitectura cisterciense.

La separación entre nave central y naves laterales se realiza por arcos de medio punto apoyados sobre columnas semiadosadas a grandes pilares.
La ornamentación de capiteles y ménsulas es austera.


Todos son anicónicos con una notoria excepción, que no alcanzo a interpretar.

El crucero norte de la iglesia se abre al exterior por una puerta que recibe el nombre de «puerta de los muertos» por ser la que comunicaba con el cementerio. Esta portada es de tres arcuaciones en bocel protegidas por un sencillo guardapolvo, que reposan en capiteles y columnas muy simples.

En el tímpano de esta puerta está la inscripción fundacional, que curiosamente ha de ser leída de abajo hacia arriba. su traducción es: “El día decimoquinto de las calendas de junio en la era MCCLVI (18 de mayo de 1218 de nuestro cómputo actual), reinando don Alfonso en León siendo obispo de Oviedo Juan y abad de Valdediós Juan IV, fueron puestos estos cimientos por el maestro Gualterio, que construyó esta basílica”.

Al exterior, en al cabecera del templo, están bien diferenciados los tres ábsides semicirculares, siendo más alto y saliente el central que los laterales.

El ábside central está flanqueado por cuatro columnas adosadas que culminan en capiteles ornamentados.



En los espacios que quedan entre las columnas se abren otras tantas ventanas de medio punto. El ábside lo remata una cornisa decorada con multitud de elementos geométricos: entrelazos, cruces, estrellas, ajedrezados, …

Dicha cornisa está soportada, además de por los capiteles, por canecillos, alguno figurado.

Los ábsides laterales presentan en su centro una pequeña ventana de arco de medio punto y su cornisa se sustenta en una larga serie de canecillos ornamentados con motivos geométricos.

Ábside sur

Ábside norte
Todo el aparejo del templo es de excelentes sillares de piedra arenisca.
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