Hemos estado muchas veces en Florencia, a veces en visitas de dos o tres días, otras alojados en las afueras o en los alrededores, otras con niños, pero teníamos ganas de pasar una semana completa en un hotel del centro sin agobios de ningún tipo y eso hicimos esta vez.
Un hotel tranquilo.
Con habitaciones amplias, cómodas y limpias.
Y casi al lado de la plaza de San Marcos, donde iniciamos nuestro paseo por Florencia tan pronto dejamos el equipaje.
Y en poco más de cinco minutos a la piazza del Duomo.
La plaza de la República, otro de los centros neurálgicos de la ciudad, en obras, algo inevitable en grandes ciudades.
Seguimos hacia el río, parando en la plaza de la Santa Trinidad. Con la iglesia del mismo nombre, la columna de la Justicia
y sus palacios.
Cruzamos el puente vecino, desde donde se dispone de excelentes vistas sobre el puente Veccchio
Y también sobre el puente de la Carraia, aguas abajo.
Como había ganas de pasear nos adentramos en el Oltrarno, por su calle Maggio.
Y luego por el burgo San Jacobo con sus altos torreones.
Y su mirador desde donde se disfruta de todo el encanto del Arno y el Ponte Vecchio.
Ya atardecía y el puente se podía cruzar -¡cosa rara!- sin excesivas aglomeraciones.
En la plaza de la Señoría hicimos un alto.
Sobre todo para deleitarnos un rato con ese extraordinario museo al aire libre que es la Loggia de los Lanzi.
El rapto de las sabinas de Giambologna
O el Perseo de Cellini, entre otras, bien merecen ser contemplados con tranquilidad.
Seguimos callejeando entre torres, iglesias y palacios.
Hasta llegar de nuevo al conjunto de Duomo, Baptisterio y Campanile, esa imagen florentina que nunca se olvida.
Por San Lorenzo fuimos regresando hacia el hotel.
Pero aún antes de buscar restaurante para la cena andamos un poquito más para pasar por la plaza de la Annunziata, ese excelente ejemplo de armonía renacentista.
Decidimos empezar el día siguiente por el conjunto de la plaza del Duomo. Para ello bajamos por vía Cavour pasando por el palacio Medici-Riccardi, prototipo de palacio renacentista florentino, obra de Michelozzo, aunque el interior fuese profundamente modificado en época barroca.
Su sillares almohadillados, más rústicos en la planta baja y más pulimentados en las plantas superiores, sus ventanas geminadas en los pisos
y sus ventanas arrodilladas en la planta baja, diseñadas por Miguel Ángel, sirvieron de modelo a muchos otro edificios.
Y al baptisterio de San Juan., muestra relevante del románico florentino. Es obra de entre los siglos XI y XIII y se levantó sobre ruinas de edificios de época romana. Hasta el siglo XIX todos los florentinos debían ser bautizados aquí.
Una combinación geométrica de mármoles blanco y gris-verde cubre toda la fachada con arquitrabes separando los pisos, de los cuales el último, de construcción posterior, oculta la cúpula.
En el lado oeste se le añadió en 1202 un ábside rectangular. En los otros tres lados hay enormes puertas con paneles en bronce. De ellas, la más antigua, la sur es obra de Andrea Pisano (actualmente esta en restauración). Las otras dos son de Lorenzo Ghiberti.
Ambas han sido sustituidas por copias y los originales trasladados al museo de la Opera del Duomo. La puerta sur esta constituida por veintiocho paneles lobulados.
La puerta este, denominada por Miguel Ángel puerta del Paraíso, consta de diez paneles rectangulares con escenas del antiguo Testamento.
En el interior tiene también las paredes revestidas con mármoles de colores.
Tenemos la bóveda y el arco de acceso al ábside decorados con mosaicos.
Lo mismo en la cúpula, aunque éstos son algo posteriores. Son de inspiración bizantina y se disponen concéntricamente.
Preside las escenas un Cristo en Majestad.
La pila bautismal estaba en el centro, pero fue sustituida en el siglo XVI por la actual, que es del siglo XIV y se situó a un lado.
Diversas obras artísticas relevantes completan el mobiliario del Baptisterio, entre ellas algunos notables sepulcros romanos.
Echamos un vistazo a la fachada del Duomo, obra de finales del siglo XIX pues la original fue destruidfa en el siglo XVI por parecerles anticuada. Una constante -que aún dura- en la historia del arte.
El Campanile es denominado de Giotto, pero en realidad éste realizó el proyecto en 1334, pero falleció cuando sólo había acabado la base. Andrea Pisano continuó la obra y realizó el siguiente piso con nichos para las estatuas. Francesco Talenti ejecutó los tres picos superiores y lo finalizó en 1359.
Los originales de las estatuas y paneles decorativos de los primeros pisos se guardan en el museo de la Opera del Duomo. Los hay de Andrea Pisano, de Luca della Robbia, de Donatello y otros.
Frente al Campanile está la Loggia del Bigallo, pequeño palacete del siglo XIV, que albergó diversas instituciones benéficas creadas por San Pedro Mártir.
Dimos la vuelta al Duomo para acceder al edificio que alberga el Museo de la Opera del Duomo.
El museo de la Operra del Duomo es una institución que nació al par que la catedral y aquí se establecieron muchos obreros y artistas que trabajaron en ella. Hoy es museo que alberga originales de las obras que decoran Duomo, Baptisterio y Campanile y otras que en principio también estaban dedicadas a ello y que por diversas causas no se instalaron en el lugar previsto.
Ha sido reformado y constituye una visita imprescindible.
La estatua del papa Bonifacio VIII, rodeada por dos profetas, obra de Arnolfo di Cambio, autor del proyecto del Duomo y de la iglesia de Santa Cruz. Es de hacia 1300. Debajo hay un sarcófago romano del siglo II.
También es de Arnolfo di Cambio este extraordinario rebaño procedente de una Anunciación a los Pastores.
Y esta Virgen, denominada de los ojos de cristal, acompañada de Santa Reparata y San Zenobio, primeros patronos de la ciudad.
Los originales de las dos puertas ya restauradas del Baptisterio se exhiben en la misma sal que las obras anteriores y pueden admirarse en perfectas condiciones.
Así como cada uno de los paneles.
De Andrea Sansovino es el grupo del Bautismo de Cristo, que estaba situado tras la puerta del Paraíso del Baptisterio, donde ha sido sustituido por una copia.
Para el interior del Baptisterio realizó Donatello esta Magdalena penitente.
Del mismo lugar procede el altar de plata de San Juan. En su realización entre 1367 y 1483 intervinieron, entre otros, Michelozzo, Cenni y Verrocchio y otros.
El relicario que guarda las cadenas de San Pedro es obra de un taller florentino de la primera mitad del XV.
En el museo pueden verse todas las placas que decoraban la parte inferior del Campanile (también sustituidas por copias).
En ésta de Andrea Pisano Dios crea a Eva a partir de una costilla de Adán.
En ésta, también del taller de Andrea Pisano, Noé experimenta las consecuencias del exceso etílico.
De las estatuas del Campanile quizás la más popular sea la del profeta Habacuc denominada “Il Zuccone” (algo asi como Calabazón) debido a su calva, obra de Donatello.
Sobre la puerta de entrada a las sacristías del Duomo estaban situados estos coros de mármol.
El de Luca della Robbia.
Y el de Donatello.
También hay pintura en el museo como esta Virgen de Giotto.
Y otras obras maestras como la Piedad Bandini de Miguel Ángel.
Desde la terraza del museo se dispone de las vistas más cercanas a la cúpula del Duomo.
Del museo al Duomo. La primera de las colas que hay que hacer en Florencia. Una espera de media hora es prácticamente inevitable.
Y la plaza un bullicio incesante con gente por todas partes. El turismo en Florencia puede llegar a morir de éxito.
Al entrar en la catedral lo primero que hicimos fue descender a contemplar los restos de Santa Reparata.
Ésta era la basílica anterior al actual edificio y ocupaba la zona oeste del mismo.
Originaria del siglo IV, en las excavaciones pueden verse restos de diferentes épocas.
La enorme catedral consta de tres naves y transepto. Su grandiosidad contrasta con lo austero de la decoración.
Su construcción la inició Arnolfo di Cambio en 1296 y los trabajos se prolongaron en estilo gótico hasta el siglo XV. Ya en el Renacimiento, entre 1418 y 1436, Brunelleschi levantó la cúpula, aún hoy admiración del mundo
El presbiterio es de mármol y de forma octogonal.
Sobre el altar cuelga un crucifijo de Benedetto da Maiano, de finales del XV.
La cúpula, suspendida en el aire, fue la maravilla arquitectónica de la época. Está completamente recubierta por los frescos de Giorgio Vasari y Federico Zuccari, de entre 1572 y 1579.
A los pies, en el interior de la fachada, hay un reloj pintado por Paolo Uccello y un mosaico que representa la Coronación de la Virgen, atribuido a Gaddo Gaddi. Las tres vidrieras circulares siguen diseños de Ghiberti.
El pavimento en mármoles de colores reproduce motivos laberínticos.
En el muro norte destaca un fresco de Domenico di Michelino que representa a Dante y su mundo, en el cual se pueden ver la cúpula del Duomo y la torre del palacio de la señoría.
Más hacia los pies están otros dos frescos, los denominados “monumentos”, dedicados a dos “condotieros”. Uno pintado por Andrea del Castagno.
Y el otro por Paolo Uccello.
Del Duomo a la Santa Croce, a través de calles de la más tradicional Florencia.
La amplia plaza de la Santa Cruz en época medieval albergaba torneos caballerescos y más tarde partidos del “calcio fiorentino”, antecedente italiano del fútbol. En la actualidad aún se celebran aquí tres partidos cada año.
La iglesia franciscana de la Santa Croce fue construida en estilo gótico por Arnolfo di cambio. Sin embargo la fachada es una reconstrucción neogótica de mediados del siglo XIX.
El interior es de tres naves con amplio transepto y está encabezado por un ábside poligonal. La nave central está cubierta por un artesonado.
La iglesia constituye un excepcional panteón funerario. En ella están enterrados muchos hombres ilustres.
Aquí, entre otros, están el sepulcro de Galileo.
El de Miguel Ángel.
El cenotafio dedicado a Dante pues en Rávena se siguen negando a devolver los restos del poeta a su Florencia natal de donde tuvo que huir.
El de Maquiavelo.
O el de Rossini.
Al sur de la iglesia, en el primer claustro, se halla la capilla Pazzi, diseñada por Brunelleschi y prototipo de la arquitectura renacentista.
El pórtico de entrada se divide en cinco tramos. El dintel de acceso descansa sobre seis columnas de orden corintio. La bóveda de cañón está dividida en casetones y en el centro de ella se levanta una cúpula sobre pechinas.
El interior es de escasas dimensiones, pero grandioso y armónico.
Tampoco aquí quiso Brunelleschi renunciar a la cúpula. Los medallones que decoran la capilla son de Luca della Robbia, pero los cuatro de las pechinas de la cúpula se atribuyen al propio Brunelleschi.
No acaban aquí los tesoros de la Santa Croce. En la parte musealizada podemos ver otras joyas artísticas como la capilla Medici de Michelozzo.
En ella hay un excepcional retablo de Luca della Robbia.
Y un cuadro de Bronzino representando el descenso al Limbo.
En la sacristía se halla el famoso Crucifijo de Cimabue que resultó profundamente dañado en la inundación del Arno de 1966, que tanto daño hizo al patrimonio artístico de la ciudad.
Y estos frescos.
A comer ya a las tantas y a seguir callejeando.
Plaza San Firenze.
Pasamos por la casa-museo de Dante.
Y antes de que cerrasen, Carmina se animó a subir al campanile.
Entre tanto un servidor decidió esperarla, sentado en una terracita, contemplando la catedral
y tomándose uno de los soberbios helados italianos.
Desde el campanile se dominan extraordinarias vistas. Sobre la cúpula.
Y sobre toda Florencia.
Luego, más paseo.
El palacio Antinori.
Y la iglesia de San Miguel y Gaetano. De antiguos orígenes, pero cuyo actual aspecto barroco es obra de Buontalenti.
Y más calles.
hasta la plaza de Santa María Novella.
Y, pasando por San Lorenzo, a cenar en sus inmediaciones y a descansar.
A desayunar pronto y a hacer cola. Tocaba el plato fuerte museístico de Florencia, los Uffizi.
Como casi siempre a pasar por el Duomo.
La via dei Caizaiuoli, probablemente la principal calle de la ciudad.
Orsanmichele.
Y la plaza de la Señoría.
La copia del David de Miguel Ángel y el grupo de Hércules y Caco, éste original de Baccio Bandinelli enmarcan la entrada al palacio.
En los Uffizi aún no era hora de abrir, pero ya había cola.
Los Uffizi es considerado el museo más antiguo de Europa y una de las mejores pinacotecas del mundo.
Pero no sólo la pintura ocupa en él un lugar destacado. la escultura desde la antigüedad está profusamente representada.
Sarcófagos romanos.
Copias romanas en mármol de los desaparecidos bronces originales griegos.
Desde el tramo transversal que une las dos grandes alas del edificio se goza de espléndidas vistas sobre la ciudad.
En el ala oeste aún no habían llegado las multitudes.
Al final la copia del Laocoonte realizada por Baccio Bandinelli.
Luego Lucas Cranach con Adán y Eva.
También de su taller son los retratos de Martín Lutero y su esposa.
Recientemente terminó la remodelación de la sala denominada de Níobe. La iluminación lograda pone de relieve la excepcionalidad de este conjunto de esculturas, aunque se expongan descontextualizadas. Son copias romanas de un grupo original griego desaparecido. Fueron en 1583.
Níobe era hija de Tántalo y esposa del rey de Tebas. Tenía catorce hijos y osó menospreciar a la diosa Latona, que únicamente tenía dos, Apolo y Artemisa. Latona enfurecida los envió a los dos a matar a los hijos de Níobe lo que hicieron a flechazos.
La escultura de Níobe, destrozada por el dolor y dirigiendo la mirada suplicante al cielo, ocupa el centro de la sala. Sus hijos aparecen heridos o intentando huir con gestos dramáticos.
Es imposible describir una mínima parte del contenido del museo. haré pues una selección más o menos ajustada a mis gustos personales.
Esta representación de la Sagrada Familia, conocida como tondo (pintura circular) Doni, es la única pintura sobre tabla de Miguel Ángel
Adoración de los Magos de Ghirlandaio
Tríptico de Andrea Mantegna con La Ascensión, la Epifanía, y la Circuncisión. La mayoría de los críticos consideran que las diferencias entre las tres tablas hacen imposible que fuesen concebidas originariamente como tríptico.
La galería de los Uffizi no sería la misma sin las obras de Botticelli. Olvidado durante siglos, desde finales del siglo XIX este pintor es para muchos la mejor expresión del primer Renacimiento.
En esta Adoración de los Magos se supone que en el personaje de derecha que mira al espectador plasmó su autorretrato.
Virgen con ángeles y santos.
Palas y el centauro.
La Anunciación.
Y sus dos obras más populares. El Nacimiento de Venus.
Y La Primavera.
La batalla de San Romano es obra de Paolo Uccello y formaba parte de un tríptico. Uccello, aún sumergido en el gótico internacional, hizo profundos esfuerzos por introducir en sus obras la perspectiva.
Santa Ana Triple con ángeles de Masolino. El tema de la Santa Genealogía, popularmente conocido como Santa Ana Triple, son representaciones de Santa Ana, la Virgen y el Niño. En este caso se trata de una pintura, pero es más frecuente la representación escultórica de este tema.
Adoración de los Magos de Gentile da Fabriano. Esta obra es la más famosa del autor, máximo exponente del gótico internacional en Italia.
Retratos de los Duques de Urbino de Piero della Francesca.
La Majestad de Ognisanti de Giotto. Expuesta junto a obras de Duccio di Buoninsegna y de Cimabue permite ver las profundas innovaciones de la pintura de Giotto respecto a las otras.
La Anunciación de Simone Martini
La Virgen del jilguero de Rafael.
La Virgen del cuello largo de Parmigianino. La obra maestra del manierismo.
Flora de Tiziano.
Venus de Urbino de Tiziano. El erotismo del desnudo de esta obra rompe con la tradición renacentista en que la desnudez corresponde a diosas o seres míticos. Aquí se trata de una mujer real.
Bautismo de Cristo de Andrea del Sarto.
La Anunciación de Leonardo da Vinci. Obra que había sido atribuida anteriormente a Ghirlandaio o a Verrocchio.
Judit decapitando a Holofernes de Artemisa Gentileschi. Fue ésta la primera mujer en convertirse en pintora de relieve. Fue violada por su preceptor lo que unido a los humillantes interrogatorios a que la sometieron en el juicio explicaría para muchos historiadores del arte la preferencia de Artemisa por este tema.
Medusa de Caravaggio.
Baco de Caravaggio. Un ejemplo de como tomaba Caravaggio los modelos de personajes de la calle.
Era casi mediodía. Cruzamos el Ponte Vecchio.
Y nos dirigimos a reservar mesa en la Trattoria Casalinga. Toda una institución en el Oltrarno y donde habíamos estado hacía más de treinta años.
Mientras esperábamos la hora para la que nos habían reservado mesa aprovechamos para visitar la iglesia de Santo Spirito, situada a unos pasos.
Su austera fachada no hace suponer lo que vamos a encontrar en su interior.
Sus tres naves con la central cubierta con artesonado son un ejemplo de la maestría en el dominio de la armonía y las proporciones de Brunelleschi, de quien es considerada la última de sus grandes obras.
A Casalinga a comer y a ver otro tesoro del Oltrarno, Santa María del Carmine.
Como sólo se puede acceder al interior en pequeños grupos en el claustro estuvimos un rato haciendo la digestión.
El principal interés de esta iglesia radica en la capilla Brancacci, salvada del incendio que en 1771 destruyó casi por completo el edificio.
Los frescos que la decoran son obra de Masaccio y de su alumno Masolino. En ellos se va abandonando el lenguaje gótico y fueron considerados modelo por los pintores renacentistas
Hay escenas del Antiguo Testamento.
Y otras dedicadas a la vida de San Pedro.
Hasta que anocheció otro paseo por los lugares mágicos de Florencia.
Y a cenar en otro de los restaurantes florentinos más populares.
El “ossobuco con fagioli” acompañado de un buen chianti era para recordar.
Empezamos el sábado en la Academia. Como está muy cerca del hotel y solemos madrugar, fuimos los primeros.
Fuimos directo al David de Miguel Ángel antes de que se llenase el lugar de gente.
Este gran bloque de mármol había estado arrinconado muchos años hasta que Miguel Ángel decidió emplearlo y obtuvo el resultado que vemos.
Miguel Ángel realizó esta escultura para ser contemplada desde cualquier punto de vista
La estatua estuvo ubicada en la plaza de la Señoría hasta que en 1910 fue sustituida por una copia y trasladada aquí.
En la sala que precede a la cúpula bajo la cual está el David podemos ver los “prisioneros” de Miguel Ángel. Fueron concebidos para al tumba de Julio II y al no realizarse quedaron inacabados -como ocurre en tantas obras del maestro-. Aquí podemos ver dos y captar perfectamente como se están liberando de la piedra (la materia) que aprisiona su forma (la idea), reflejo de la filosofía neoplatónica dominante en aquel momento.
A su lado está la Piedad Palestrina, cuya atribución a Miguel Ángel es más que discutida dada la falta de documentación.
No acaban con éstas las obras artísticas que alberga la galería. Coloco únicamente un par de ellas, ambas aún plenamente góticas, para no hacerlo interminable.
San Martín partiendo su capa de Lorenzo di Bicci.
Crucifijo de Bernardo Daddi.
Muy cerca de la Academia está el Museo Arqueológico. No es de los lugares más visitados de Florencia y sin embargo su contenido es auténticamente excepcional.
Tras pasar la entrada nos encontramos con una exposición didáctica con una selección de objetos de sus diversos apartados.
Como este sarcófago romano con grifos.
Este vaso griego de figuras negras con escenas de amor cortesano.
Estas momias de gato egipcias.
Estos incensarios etruscos.
O este león funerario etrusco esculpido en tosca.
Pasamos luego a la fantástica sección etrusca.
Con la Madre Matutina, imagen de una antigua deidad etrusca que posteriormente en el panteón romano se fusionó con la Aurora griega.
La Quimera de Arezzo, el mejor bronce etrusco llegado hasta nosotros.
La colección de urnas y sarcófagos es inmensa.
También la de cerámicas.
La sección egipcia es la mayor colección existente en Italia del país de los faraones después del museo Egipcio de Turín.
Mujer moliendo el grano para hacer cerveza. V dinastía (2465-2323 a. C.).
Estela funeraria. XI dinastía (2135-1994 a. C.)
Tríada formada por un escriba y sus dos mujeres. 1550-1291 a. C.
El faraón Seti I y la diosa Hathor. Pintura procedente de la tumba del faraón (1289-1279 a. C.).
Hay una buena colección de sarcófagos.
De figuras y pequeños objetos procedentes del mundo egipcio hay infinidad.
Algunos de los contenidos del museo que se ven en la planta superior.
A título de ejemplo, la Minerva de Arezzo. Principios del siglo IV a. C.
La crátera llamada vaso François, para muchos considerado la mejor muestra de la cerámica ática de figuras negras.
El Sarcófago de las Amazonas. Obra etrusca del IV a. C. Constituye un raro ejemplo de pintura al temple sobre mármol.
La cabeza de caballo en bronce del período helenístico, que fue tomada como modelo por Doantello y Verrocchio para sus obras ecuestres.
A corta distancia teníamos San Marcos y el convento adjunto, que contiene una colección excepcional de obras del Beato Angélico.
Muchos frescos de Fra Angélico en el claustro y dependencias adjuntas y también obras traídas de diferentes conventos.
El Descendimiento de la Cruz, obra en la que también colaboró Lorenzo Monaco.
El tabernáculo de los tejedores de lino con una marco de mármol diseñado por Ghiberti.
Al subir al primer piso nos sentimos deslumbrados al ver en lo alto de la escalera una de las mejores Anunciaciones del maestro.
En el piso las celdas de los monjes muestran todas pinturas realizadas por él y sus ayudantes.
Savonarola estuvo en San Marcos y allí se conservan las celdas que ocupaba y enseres de su pertenencia.
Una obra magnífica es la biblioteca, diseñada por Michelozzo, que intentó imitar la armonía y equilibrio que Brunelleschi había conseguido en Santo Espirito o San Lorenzo.
La colección de libros que atesoró esta biblioteca fue excepcional y era frecuentada por humanistas como Pico della Mirandola.
A comer otra vez en las cercanías del mercado de San Lorenzo.
Ese día tocó pasta con boletus.
Un buen paseo para digerir. Primero hasta la plaza de Santa María Novella
Enfrente de la iglesia, en el lado opuesto de la plaza, está el antiguo Hospital de San Paolo, otra obra maestra de Michelozzo, decorado con medallones de Andrea della Robbia.
Proseguimos el paseo por la orilla del Arno, desde el puente alla Carrraia al de Santa Trinidad.
Y luego al Ponte Vecchio.
En dirección opuesta disfrutábamos de una puesta de sol de esas que se recuerdan.
Por el centro nos detuvimos en el Mercato Nuovo.
Aún no habíamos pasado estos días por la fuente del Porcellino. Este jabalí de bronce fue realizado por Pietro tacca en 1633 copiando un jabalí de mármol de época romana, copia a su vez de un original griego desaparecido.
Es muy popular entre los florentinos y aún más por los turistas, que colocan monedas en la boca del animal tras haberle frotado el hocico. Esto vale para tener suerte, para volver de nuevo a Florencia, para hacerse la foto o para cualquier otra ocurrencia turística.
Al llegar a la plaza de la República ya se encendían las luces. Kilómetros habíamos hecho unos cuantos, pues a buscar la cena ya camino del hotel.
El día siguiente era domingo. Las calles a primera hora vacías.
Nadie en la plaza de la República.
Pero ya estaba abierto el café Gilli. Buen café y además como resistirse a acompañarlo de alguno de los muchos “atractivos” que se ven en sus vitrinas y escaparates.
El ponte Vecchio ofrecía esta inusual imagen.
El Oltrarno también sin gente. Via de Guicciardini
Plaza de Santa Felicita.
El palacio Pitti -nuestro objetivo- y su plaza ofrecían este aspecto.
Aunque las obras durasen dos siglos el aspecto que ofrece el palacio es unitario.
Fue sede de los duques y por un breve período del primer rey de Italia, Víctor Manuel II.
Entramos en palacio sin hacer cola.
No hay dependencia de las visitables que no esté completamente acondicionada para resaltar el ambiente palaciego.
Lo primero que visitamos fue la galería de vestidos. Allí se muestran diversas creaciones y obras únicas de los grandes diseñadores del silgo XX.
También hay salas dedicadas a los restos conservados de vestuario de la época medícea.
Y complementos como sombreros y zapatos muy exclusivos o pertenecientes a personajes conocidos.
Antes de dirigirnos a la Galería Palatina echamos un vistazo al patio y los jardines de Boboli.
La Galería constituye un inmenso museo. Pero no agrupando las obras por autores, épocas o temáticas, sino que están distribuidas por las diversas salas del palacio según el gusto de quienes las coleccionaban.
Además los frescos y molduras que decoran muros y techos o el mobiliario y objetos decorativos complementan la exposición.
La colección de pinturas renacentistas y barrocas es excepcional. La selección de las fotografías es absolutamente arbitraria y personal.
Virgen con el Niño de Artemisa Gentileschi.
Tondo de la Virgen con el Niño de Filippo Lippi
La Sagrada Familia, llamada de la empanada, de Rafael.
Algunas salas no contienen cuadros sino que se muestran tal como eran y se usaban en el palacio. Baño de Napoleón.
Eros durmiente de Caravaggio.
Retrato de mujer llamada La Velada de Rafael. Rechaza en este cuadro Rafael los fuertes contrastes cromáticos tan frecuentes en sus contemporáneos. La modelo ha sido identificada como la Fornarina, que fue amante de Rafael.
Las tres edades del hombre de Giorgione. Un tema muy común, pero que en este caso se presta a múltiples interpretaciones como suele ocurrir en el autor de “La Tempestad”
Virgen del Gran Duque de Rafael. Se la denomina así por haber pertenecido a Fernando III, Gran Duque de Toscana.
Virgen de la silla de Rafael.
La colección es predominantemente de pintura italiana, pero también hay otras obras. En este caso de pintura española, Virgen con el Niño de Murillo
La Magdalena de Tiziano. Aunque Tiziano tiene otras versiones del tema, ésta es la más conocida.
Cleopatra de Guido Reni. El autor es el principal representante del clasicismo de principios del XVII, que fue muy admirado durante el siglo siguiente. Aquí representa a Cleopatra mordida por la serpiente, la mítica e irreal versión de la muerte de la faraona.
Retrato del Papa Julio II de Tiziano. Se trata de una copia del conocido retrato que realizó Rafael por encargo del propio Papa, gran mecenas de las artes, que al mismo tiempo había encomendado la capilla Sixtina a Miguel Ángel.
Seguimos recorriendo los Apartamentos Reales.
La capilla.
Hasta los reclinatorios son una preciosidad.
Pasamos al Museo degli Argenti, en el que entre otras colecciones, se halla el Tesoro de los Médici.
En él se pude ver todo lo imaginable. Muestras de arte oriental
Tallas y filigranas en marfil.
Miniaturas en oro y piedras preciosas.
Camafeos en ónice y otras piedras.
Pequeñas esculturas que combinan el nácar con los metales preciosos.
Relicarios como éste de un taller florentino de principios del siglo XII, donde supongo que las reliquias contenidas pasaban completamente a un segundo plano dada la belleza del continente.
Hasta lo objetos cuyo destino es ayudar a las tareas higiénicas más íntimas y sin público son joyas. Un bidé.
Y un orinal.
Me llamaron mucho la atención estas figuras del XVII al estilo Archimboldo, llamadas así por estar formadas con conchas, frutos, semillas, … tal como hacía sus rostros Giuseppe Arcimboldo
También hay obras de orfebres del siglo XX como este Huevo del Pecado de Gianmaria Buccellati realizado en oro, malaquita, cristal de roca y lapislázuli.
Vitrinas y vitrinas van llenando las salas.
Cristalerías, copas, vajillas, … Para pasar varios día si uno quiere verlo todo con detalle.
Desde el palacio Pitti nos subimos al piazzale Michelangelo. Lo hicimos en taxi por razones de tiempo, pero también de cansancio, que empezaba a hacer mella. Fue el único taxi que cogimos en ocho días, exceptuando lógicamente los de ida y venida del aeropuerto.
El piazzale Michelangelo es el mejor lugar para contemplar Florencia en su totalidad.
El Duomo dominando la ciudad visto con teleobjetivo.
En la cima de la colina está San Miniato del Monte. A ella subimos por el camino, no por la escalinata.
Lo primero que encontramos fue el campanario adosado al norte de la iglesia. Fue construido a principios del siglo XVI según diseño del famoso arquitecto Baccio di Agnolo.
Detrás del campanario está el cementerio, del siglo XIX, con muchas tumbas y mausoleos algunos de ellos francamente interesantes.
Es desde el cementerio desde donde se puede contemplar la cabecera de San Miniato.
San Miniato es el máximo exponente del románico en Florencia. La iglesia es del siglo XI, pero desde muy antiguo se veneraba aquí a San Miniato, considerado el primer mártir florentino,decapitado durante la persecución de Decio.
La fachada, que combina mármoles blancos y verdes, aparece dividida en cinco cuerpos, pero en realidad sólo hay tres puertas que corresponden a las tres naves interiores. El frontón que la culmina recuerda los edificios de la antigüedad clásica.
El interior, como he dicho, es de tres naves, separadas por columnas cuyos capiteles proceden de obras romanas.
Es una maravilla el taraceado del pavimento.
En el que destaca el fragmento del zodíaco.
La iglesia está a tres niveles. Bajo la zona del presbiterio está la cripta.
El presbiterio en sí está bastante sobreelevado sobre la nave y se accede a él por sendas escaleras que parten de las naves laterales.
Esta dividido en cinco partes separadas por semicolumnas que sostienen arcos de medio punto. Sobre el altar hay un crucifijo atribuido a Luca della Robbia.
En la bóveda luce un mosaico del siglo XIII con el Pantocrátor entre la Virgen y San Miniato, y los símbolos de los evangelistas.
En la nave norte se abre la capilla del cardenal de Portugal, uno de las mejores obras renacentistas de la ciudad.
Al salir de San Miniato y empezar a descender por la escalinata hay también excelentes vistas de la ciudad.
Descendimos primero la escalinata y luego la vía del Monte alle Croci con tramos escalonados y otros de fuerte pendiente. Cuando ya llegábamos a las murallas agradecíamos haber subido en taxi.
Cualquier rincón en Florencia guarda un tesoro. Pasamos por Santa Lucia dei Magnoli, el tímpano de cuya portada lo ocupa una luneta vidriada de Benedetto Buglione representando la santa entre dos ángeles.
Otros detalles no tendrán demasiado valor artístico, pero sí histórico. Esta hornacina conmemora el lugar donde estuvo por primera vez en Florencia San Francisco.
Poco más adelante paramos a comer porque la hora ya lo exigía. Menos mal que en las ciudades turísticas los horarios son más que dilatados.
Y a dejar el Oltrarno para cruzar hacia la otra orilla.
El punte Vecchio ya no estaba vacío como por la mañana, pero seguía notándose que era domingo pues el movimiento no era como los días laborables.
Tras tantas veces de pasar por delante y comer en los alrededores tocaba visitar San Lorenzo. Primero al claustro de los Canónigos.
Y luego el tesoro con algunas piezas interesantes como este crucifijo de Michelozzo.
En el mismo lugar, situado bajo la iglesia, puede verse el sepulcro de Come de Médici.
y luego a la iglesia. Es una obra maestra de Brunelleschi, de tres naves perfectamente proporcionadas, cubierta la central con artesonado y las laterales con bóvedas vaídas
La contrafachada es obra de Miguel Ángel.
Antes de llegar al transepto se hallan, uno a cada lado, los dos púlpitos de bronce con escenas del Nuevo Testamento, obra de Donatello y sus ayudantes.
La cúpula sobre pechinas queda centrada perfectamente entre la nave, el presbiterio y el transepto.
En el lado norte se halla la Sacristía vieja, obra también de Brunelleschi, decorada por Donatello.
Sobre la estructura cúbica de la sacristía se levanta la bóveda en la que está representado el cielo de Florencia el 4 de julio de 1442 según las últimas indagaciones, pero sigue sin saberse qué acontecimiento se quería conmemorar.
Fuimos al hotel a descansar un rato y nuevo paseo nocturno por la ciudad.
Palacio de la Señoría bajo la luz de la Luna.
Y algo imprescindible en Florencia a lo que es imposible resistirse aunque uno aún haya de cenar o lo haya hecho. ¡Un helado!
Aún echamos un vistazo nocturno a Ognisanti y sus esculturas.
Y a cenar y dormir.
El lunes nos tocaba las capillas Medíceas y la Sacristía Nueva.
Como siempre intentando ser los primeros llegamos muy pronto. Decidimos aprovechar para ver el interior del mercado de San Lorenzo.
Aún no había clientes y era una delicia ver los puestos. Panaderías.
Carnicerías.
Quesos y jamones.
Y otros productos típicos. Limoncellos y grapas junto a pimientos, tomates y boletus secos.
En el mercadillo exterior aún estaban montando.
Como aún había tiempo nos dimos un paseo por la popular vía del Giglio hasta Santa María Novella donde iríamos después.
Y a las ocho en punto a la puerta de las Capillas Mediceas.
En la primera planta está la capilla de los Príncipes. Fue concebida por Cosme I y la mandó realizar Fernando I a principios del siglo XVII. Las obras duraron años y se siguieron completando y haciendo remodelaciones hasta entrado el siglo XX.
Es de planta octogonal. Sus muros están completamente recubiertos de mármoles y piedras semipreciosas de tonalidades más bien oscuras.
Está cubierta por una cúpula decorada con frescos de Pietro Benvenuti en 1828.
En los diversos lados del octógono están los sepulcros de los grandes Duques de Toscana. Encima hay hornacinas que debían contener las estatuas de cada uno de ellos, pero sólo se realizaron dos.
Detrás del altar hay un pasillo a cada lado, que suelen pasar desapercibidos, donde se guardan tejidos y otros objetos como si de un pequeño museo se tratara.
Como la mitra de León X, de principios del XVI.
Vale la pena contemplar también los mármoles del pavimento.
Un corredor enlaza la Capilla de los Príncipes con la Sacristía Nueva. Esta sacristía la promovieron como capilla funeraria de los Medicis el Papa León X y el cardenal Julio de Médici, futuro Clemente VII. Encomendaron el proyecto a Miguel Ángel y fue finalizado por Vasari.
No todos los sepulcros proyectados se realizaron.
El proyecto inicial contaba con cuatro tumbas destinadas a guardar los restos de Lorenzo el Magnífico; su hermano Giuliano de Médici -asesinado en la catedral en la conjura de los Pazzi-; Lorenzo, el duque de Urbino, y Giuliano, duque de Nemours. Pero sólo se completaron dos, esculpidas íntegramente por Miguel Ángel.
A la izquierda del altar se encuentra la de Lorenzo, duque de Urbino, a quien Maquiavelo dedicó “El Príncipe”. Le acompañan las figuras del Crepúsculo y la Aurora.
Enfrente se encuentra la tumba de Giuliano, el triunfo de la vida, representado como miltar con su coraza y su bastón de mando. A sus pies se encuentran representadas las alegorías de la Noche y el Día.
Enfrente del altar están los restos de Lorenzo el Magnífico y su hermano Giuliano, cuyas tumbas no llegaron a realizarse. Encima está la imagen de la Virgen con el Niño rodeada por los santos Cosme y Damián, protectores de los Médici. Estas esculturas son también obra de Miguel Ángel.
En el altar los dos grandes candelabros siguen diseño de Miguel Ángel y el crucifijo es de Giambologna.
La cúpula la terminó Miguel Ángel antes de marchar definitivamente de Florencia.
Y a Santa María Novella. Después de pasar tantas veces por delante, había que ver el interior.
Santa María Novella representó en Florencia para los dominicos lo que la santa Croce para los franciscanos. La construcción se inició en 1278, siendo todos sus primeros directores frailes de la orden.
De la fachada se hizo cargo Alberti en 1458, que introdujo en ella el nuevo lenguaje renacentista con proporciones rigurosamente exactas y simétricas. Se inspiró en la combinación de mármoles de colores propia del románico toscano e ideó las volutas al lado del frontón que disimulan la diferencia de altura entre la nave central y las laterales.
Para la visita hay que entrar a través del cementerio degli Avelli (de las tumbas).
El interior, plenamente gótico, nos muestra una planta de cruz latina con tres naves.
En medio de la nave central cuelga el gran crucifijo de Giotto.
La capilla Tornabuoni en el centro está decorada con frescos de Ghirlandaio, que realizó sobre otros anteriores de Orcagna.
El crucifijo que preside la capilla es de Giambologna.
La capilla de Filippo Strozzi alberga frescos de Filippino Lippi y el sepulcro de mármol negro de Filippo Strozzi con una notable escultura de Benedetto da Maiano.
En la capilla Gondi se halla el crucifijo de Brunelleschi, única escultura en madera del artista.
En la sacristía tenemos este lavabo de Giovanni della Robbia.
En la luneta de la contrafachada hay una Natividad pintada por Botticelli.
El púlpito es de Pietro del Ticcia, según proyecto de Brunelleschi.
Entre tantas riquezas artísticas probablemente la más conocida del interior de la iglesia sea el fresco de la Trinidad de Masaccio con una conseguida perspectiva desde abajo de la escena, que sirvió de inspiración a muchos pintores renacentistas..
Pasamos al claustro verde.
Desde allí al claustro de los Muertos con sus capillas.
A la capilla de los Españoles, antigua sala capitular, pintada al fresco en el siglo XIV por Andrea Buonaiuto y sus colaboradores.
Y al dormitorio de los monjes.
Entramos en el antiguo refectorio y otras salas están hoy destinadas a museo y luego ya accedimos al claustro Grande, que no hace mucho no era accesible.
Los frescos de sus muros, del siglo XVI, están dedicados básicamente a hechos y milagros de la vida de los dominicos más populares.
Pese a que no siempre las relaciones con los franciscanos fueron cordiales, siempre se procuraba señalar el hermanamiento entre ambas órdenes. en uno de los frescos aparece el abrazo entre Santo Domingo y San Francisco.
Otro paseo por Florecia. Via Tornabuoni.
Plaza de Santa Trinita.
Via Neri. Aquí también había cola, pero no para ir a ningún museo o iglesia, sino para comer y beber algo en el que tal vez sea el local más conocido de Florencia por sus buenos precios, All’Antico Vinaio.
Como nosotros ya no estamos para muchas colas y comer de pie pasamos de largo y nos acercamos hasta uno de los muchos restaurantes cercanos a la Santa Croce. Ese día total nos tocó pizza, pero sentados.
Por la tarde regresamos al centro por San Firenze.
Y nos acercamos también a Orsanmichele. Era San Jorge y paramos a fotografiar la copia del famoso San Jorge de Donatello, del cual al día siguiente veríamos el original.
Llegamos hasta la plaza de la Santísima Annunziata. Se estaba montando en ella una pequeña feria alimentaria.
Fuimos a la iglesia. La fachada fue añadida en 1601 imitando el vecino Hospital de los Inocentes.
En el interior destaca la exuberante decoración barroca que enmascara la obra original de Michelozzo y Alberti, aún presente en el presbiterio (la Rotonda) rodeado de capillas.
De entre las numerosas obras de arte que contiene la iglesia destaca esta Piedad de Baccio Bandinelli.
En la misma plaza el Hospital de los Inocentes fue creado en el siglo XV para acoger a los niños abandonados, un auténtico problema en la época. Se puede considerar el primer orfelinato europeo.
Fue diseñado por Brunelleschi y finalizado por Francesco della Luna. El pórtico es una alargada sucesión de espacios cúbicos cubiertos con cúpulas semiesféricas.
Las enjutas de los arcos están decoradas tondos de terracota vidriada de Andrea della Robbia. Todos presentan niños fajados, tal como se supone eran entregados.
En un extremos del pórtico se conserva el torno donde eran entregados los niños.
Regresamos al centro por calles menos conocidas. La plaza Brunelleschi con su rotonda de Santa María de los Ángeles, proyectada por Brunelleschi.
La via dei Servi, donde dos chicas cantando ópera no lo hacían nada mal.
De nuevo en las calles más céntricas nos llamó la atención este pequeño comercio capaz de transportarte a otra época.
Y a la que sería la última visita del día. La Santísima Trinidad. Con fachada renacentista e interior gótico conserva restos del edificio anterior románico.
Donde esto es más visible es en la cripta, que antes era difícilmente visitable. Actualmente, bien restaurada, se puede admirar su estructura y sus capiteles.
En la iglesia superior hay frescos y tablas de Ghirlandaio y Lorenzo Monaco, entre otros.
Anunciación de Lorenzo Monaco.
Y fin del recorrido diario. Regreso por la via Tornabuoni y sus tiendas. Y a cenar y a descansar.
Se acababan los días y aún nos quedaba uno de los mejores museos florentinos, el Bargello. Instalado en el palacio con tan desagradable nombre (bargello = esbirro) este museo de rico y variado contenido alberga una de las colecciones escultóricas más importantes del mundo.
Bajo los soportales del patio ya hay notables muestras de lo que hallaremos en el interior.
La coronación de Fernando I de Aragón rodeado por seis músicos de Benedetto da Maiano. 1490
El giagantesco Océano de Giambologna, procedente de los jardines de Boboli.
En la gran sala de la planta baja hay cuatro obras de Miguel Ángel.
El inacabado -como tantas otras obras del artista- tondo Pitti.
Baco, una de sus primeras obras romanas. Está hecha para ser contemplada desde cualquier ángulo, por eso el sátiro que medio se oculta tras el dios está realizado con el más mínimo detalle.
Bruto, el único busto que realizó a lo largo de su vida.
Y David-Apolo. Al no estar acabados todos los detalles continúa la duda sobre quien es el representado. En la parte de atrás no se sabe si quería hacer una aljaba o una honda y lo que hay bajo el pie podría ser una piedra o la cabeza de un Goliat
Sin movernos de esta sala se pueden contemplar otras obras de excepción como el Mercurio volante de Giambologna, un bronce de acrobática postura e inestable equilibrio.
Del mismo Giambologna otro bronce, Baco, que como el de Miguel Ángel da sensación de ebriedad. Detrás se ve la simbolización de la victoria de Florencia sobre Pisa, también de Giambologna.
La base original del Perseo de Cellini.
Ganímedes de Cellini.
Y Ganímedes de Ammanati.
Al subir a la primera planta uno se da cuenta de que este museo no se agota con la escultura sino que guarda valiosísimas colecciones de toda tipo y origen, de los que voy a poner unos pocos ejemplos.
Marfiles como esta arqueta bizantina.
O este fragmento de un altar portátil de origen alemán.
O esta placa con el Agnus Dei entre el Tetramorfos de la escuela renana. Siglo XI.
Maravillosos esmaltes. Esmaltes champlevé de la escuela mosana de finales del XII.
Píxide en forma de paloma. Obra francesa. Siglo XII. Aunque haya perdido los esmaltes, es preciosa.
Otros productos de orfebrería. Placas de bronce dorado con los evangelistas. Escuela mosana. Siglo XII.
Atravesando las salas donde están expuestos las diversas colecciones se llega a la capilla del Podestá. Está decorada con frescos del juicio Final de Giotto y allí aparece, en el grupo de los bienaventurados, un retrato de Dante Alighieri
Y las esculturas no han acabado. En el gran salón del consejo general hay otro extraordinario conjunto.
El original del san Jorge de Donatello de Orsanmichele preside la sala.
Otras obras de Donatello son los dos David. El de bronce, primer desnudo completo del Renacimiento.
Y el de mármol.
Junto a ellos están el David de Verocchio.
El San Juan Bautista de Francesco da Sangallo.
Y este simpático Eros-Atis de Donatello. Considerarla una representación de Eros o del dios frigio Atis es algo arbitrario, pues incluso la autoría de Donatello no se conoció hasta épocas relativamente recientes.
También se conservan aquí las “formelle” (placas con relieves) finalistas del famoso concurso para la puerta del Baptisterio, la de Ghiberti y la de Brrunelleschi. Aquí la del ganador, Ghiberti.
En la galería exterior hay un numeroso grupo de bronces con pájaros y aves de Giambologna.
Desde el Bargello fuimos a una de las pocas iglesias románicas de la ciudad. Poco conocida pese a estar en la céntrica plaza del Limbo, que debe su nombre a que en este lugar estaba antiguamente el cementerio de los niños fallecidos sin bautizar. Durante toda la visita estuvimos absolutamente solos.
En el interior las columnas de mármol verde de Parto sostienen capiteles mayoritariamente recuperados de antiguos monumentos romanos. La armonía y proporcionalidad de sus formas hay quienes creen que pudo haber inspirado a Brunelleschi en su intento de recuperación de la antigüedad clásica.
Como cualquier edificio florentino contiene obras de arte de épocas diversas dignas de admirar como este tabernáculo de la capilla al final de la nave del evangelio. Es de terracota vidriada, obra de Giovanni della Robbia.
Dando la vuelta por una callejuela lateral se puede observar el exterior del ábside.
Una vueltecita por el palacio Medici-Riccardi.
Y a comer. Empezando a despedirnos de las carnes toscanas.
Y de sus vinos.
Toda la tarde la dedicamos al paseo fijándonos en algunos de los tantísimos pequeños detalles que ofrece la ciudad a los curiosos.
En la plaza de San Lorenzo se levanta un monumento a Giovanni delle Bande Nere. Fue éste el último de los famosos “condottieri”, mercenarios italianos que con sus tropas se ofrecían al mejor postor, cambiando de bando con facilidad, incluso en plena batalla. Era de la familia Médici y sobrino segundo del Papa León X. Su madre fue Catalina Sforza, una mujer de armas tomar, la más famosa de sus época, pero ésa es otra historia …
la iglesia de Santa María la Mayor está cerca del Duomo y de San Lorenzo.
De su muro lateral sobresale una cabeza de mujer. Es Berta. La leyenda cuenta que en el siglo XIV llevaban un hombre acusado de brujería a la hoguera y Berta lo contemplaba asomada al campanario. el hombre pedía algo de beber y Berta le gritó: “si bebes y te mojas no arderás” a lo que el supuesto brujo le respondió: “y tú no sacarás jamás tu cabeza de ahí. Hay otra versión, pero menos pintoresca.
El palacio Strozzi siempre suele acoger muestras y exposiciones de todo tipo.
Y seguimos por la ciudad que nunca acaba sus sorpresas y en la que cada rincón justifica entretenerse.
Ya anocheciendo pasamos por la plaza de la Annunziata a ver la feria gastronómica y quizás a cenar algo, pero al final nos decantamos por la comodidad de un restaurante en nuestra última cena florentina.
Y llegó el miércoles. ¡A regresar! Había huelga de pilotos en Vueling, pero afortunadamente nuestro vuelo no sólo no se vio afectado sino que llegó a Barcelona con cuarenta minutos de adelanto.
Y a esperar volver pues Florencia no te la acabas.