Muchos años hacía que no recorríamos tierras gallegas y un lugar con el patrimonio natural y artístico que tiene y donde se come y bebe tan bien no merece tan largas ausencias.
Como el tiempo estaba lluvioso la primera parada la hicimos antes de entrar en Galicia. Fue Astorga. Aquí no hacía tanto que habíamos estado, pero el lugar vale la pena y el cocido maragato también.
El hotel muy céntrico, ocupando el lugar del antiguo convento de San Francisco.
La ciudad estaba en fiestas y lógicamente muchos de los lugares a visitar estaban cerrados. Pero algunos aunque sólo sea desde fuera valen la pena como el Palacio Epicopal diseñado e iniciado por Gaudí a finales del siglo XIX.
O su vecina catedral inciada a finales del siglo XV, sobre un anterior templo románico, y finalizada en el siglo XVIII en estilo barroco.
La plaza Mayor estaba ocupada todavía por la carpa para los festejos y exposiciones, pero el otro centro de la vida local, la plaza Santoclides estaba tranquila.
Presidida por el monumento a Los Sitios, que conmemora la resistencia a los dos asedios a que fue sometida la ciudad por las tropas napoleónicas.
Nos detuvimos en la iglesia de San Miguel.
En cuya portada sobreviven algunos elementos románicos como los capiteles que la rodean. Un par con decoración vegetal, otro con elementos propios del bestiario medieval.
Y uno historiado con apóstoles en alguna escena de difícil interpretación.
No había que dejar Astorga sin recordar que uno de sus grandes atractivos es la elaboración de dulces y chocolates.
Y también las cecinas y embutidos.
Un paseo por la muralla al atardecer no había que dejarlo.
Después de cenar ya había desaparecido la carpa de la Plaza Mayor y lucía el espléndido Ayuntamiento.
De buena mañana dejamos Astorga y por Ponferrada nos dirigimos a Galicia. La entrada por Piedrafita del Cebreriro, donde nos recibía la imagen del peregrino.
La intención era ir a Cebreiro paar ver un pueblo que todavía conserva sus pallozas, pero la espesísima niebla y la sensación de frío que producía la nieve nos hicieron dejarlo para mejor ocasión.
Directos a Lugo. Alojados en pleno centro, al lado de la Plaza Mayor, al instante estábamos en ella.
Poco más allá, la catedral.
Antes de llegar a ella una piscina de época romana. Uno de los muchos restos de ese período que jalonan toda la ciduad.
Junto a la cabecera de la catedral, un cruceiro. Algo consustancial a cualquier lugar gallego.
Enfrente de la catedral, el palacio episcopal.
Circunvalamos la catedral hasta su fachada neoclásica.
Luego entramos por su puerta norte, una de las partes que conserva de su pasado románico, con su elegante Pantocrátor y el capitel pinjante, que, aunque rehechos, rememoran los orígenes del templo.
Tras la puerta norte y enfrente, en el otro extremo del transepto, hallamos repartido el retablo mayor, obra de Cornielis de Holanda, desmontado de su lugar de origen en el siglo XVIII.
El actual retablo que preside la catedral responde al gusto barroco.
Las naves y el triforio aún recuerdan la fábrica original románico-gótica.
En la girola, en la capilla principal, es muy venerada la imagen gótica de la Virgen conocida como «Nosa Señora dos Ollos Grandes»
Frente a la fachada principal de la catedral se abre una de las puertas de la muralla romana -la mejor conservada del mundo- que rodea completamente el casco antiguo lucense.
Se acercaba la hora de comer y nada mejor que acudir a uno de los muchos restaurantes de las calles adyacentes a la Plaza del Campo. Esta plaza cuenta con una fuente coronada por la estatua de San Vicente Ferrer. Esta fuente cuenta el día del santo con un atractivo añadido, que lo que mana por sus caños es vino en vez de agua.
Tras reponer fuerzas, al Museo Provincial, situado en el antiguo convento de San Francisco.
Se visita la antigua cocina del convento, habilitada para exponer todo el conjunto de enseres que componían uan tradicional cocina gallega.
El conservado claustror del convento es también parte de la visita.
El contenido del museo es muy variado, pero el de la mayoría de las salas no está permitido fotografiarlo.
En las partes donde es posible hacerlo podemos hallar estelas romanas como ésta del siglo I.
Una notable colección de relojes de sol.
Y algunas muestras de arte popular como esta encantadora Virgen de la Leche, realizada en granito el siglo XIX.
Regresamos al centro por las, a esa hora desiertas, calles.
La Plaza Mayor y su Ayuntamiento fueron el punto de partida para el recorrido del resto de la tarde.
Empezamos a rodear la muralla de algo más de dos kilómetros.
Pronto vimos que era mejor subir y recorrerla por encima con lo cual se multiplican las vistas de la ciudad tanto intra como extramuros
La amplitud de los muros permite el cómodo paseo.
Algunas de las perspectivas son magníficas.
De Lugo salimos aún de noche. Se trataba de aprovechar el día y estar en Santa Eulalia de Bóveda, donde hay guía de ocho a quince horas, a la hora de abrir. En Santa Eulalia de Bóveda, bajo el templo actual, están los restos de un antiguo lugar de culto, cristianizado posteriormente, en el cual se conservan unas valiosísimas pinturas de finales del siglo IV y unos relieves aún más antiguos.
Con una intensa niebla llegamos y allí no había ni guía ni nadie. Niebla y perros ladrando entre construcciones populares.
La iglesia cerrada.
Hartos de esperar y ya pasadas las nueve, llamamos al número que nos habían dado en la oficina de turismo de Lugo. Lógicamente no contestaba porque era el número del teléfono instalado en el edificio donde tiene su pequeño centro de acogida el guía, a pocos metros de la iglesia. Cuando vimos el edificio a él nos dirigimos y en la puerta había un cartel con un número de móvil. Llamamos, nos contestó el guía y nos dijo que él estaba de vacaciones y que había un sustituto que debía estar ahí. Aguardamos hasta las diez y nada. Un buen ejemplo de cómo se favorece en este país el turismo cultural.
Recordábamos como hace casi treinta años habíamos estado y una señora del pueblo nos enseñó todo el conjunto. Mucho mejor resultado con una señora voluntaria que con un funcionario con sueldo.
De allí a Mondoñedo. Por el camino empezó a salir el sol, lo que ayudó a pasar el enfado.
Aparcamos cerca de la preciosa fuente renacentista (1548) que conserva Mondoñedo.
De la fuente a la plaza.
Y allí mismo la catedral. El enfado se nos acabó de pasar pues las atenciones de la guía oficial, Simonetta Dondi dall’Orologgio, con quien sólo nos conocíamos por internet, fueron extraordinarias.
La fachada de la catedral sorprende por la coexistencia de estilos diversos.
Entre torres barrocass su portada aún es románica y el rosetón, gótico.
Las naves góticas finalizan en una cabecera y girola del XVI.
A ambos lados de la nave central fueron trasladadas unas pinturas del siglo XVI procedentes del antiguo coro. Simonetta nos las explicó con todo detalle. Destaca el fragmento dedicado a la matanza de los Inocentes. En todas son constantes las referencias anecdóticas a cuestiones de la época en que fueron realizadas.
Una de las imágnes más relevantes de la catedral es la denominada Virgen inglesa, traída de Londres en la época del triunfo del anglicanismo.
No es de lo menos interesante de la catedral el Museo Catedralicio y Diocesano de Arte Sacro, que se exhibe en unas salas anexas.
Entre lo más curioso muestra una excepcional colección de zapatillas episcopales, algunas de las cuales datan de la Edad Media.
También hay una bella colección de placas inglesas en alabastro.
Alguna Virgen medieval curiosísima como la siguiente.O esta otra talla, más tardía (XVI), de la Virgen de la Leche.
Por la tarde pretendíamos ir a San Martiño de Mondoñedo. Llamamos al teléfono que nos habían dado en Lugo para concertar la visita pues nos habían dado horario de mañana y tarde. Nos respondío la guía y nos dijo que por la tarde nada de nada. Otra «buenísima» información de la oficina de turismo.
Al mal tiempo buena cara, rumbo a La Coruña y paramos a comer por la carretera. Como es lo habitual en Galicia la comida no falla: buen condumio y buen precio.
El cielo volvía a encapotarse, pero pudimos visitar tranquilamente, ya a las puertas de La Coruña, Santa María de Cambre. ¡Abierta! Hay que reconocer que hay lugares donde sí somos Europa.
Al estar en lugar despejado los cinco ábsides de Santa María de Cambre llaman enseguida la atención.
Con una riquísima decoración escultórica en la portada y en los canecillos que sostienen el tornalluvias.
El interior es de tres naves con girola a la que se abren los cinco absidiolos.
Uno de los objetos que custodia es una pila bautismal muy diferente en forma y estilo a las habituales, que es considerada tradicionalmente una de las hidrias en que Jesús transformó el agua en vino en las bodas de Caná y se la supone con propiedades terapéuticas y mágicas.
Aún quedaban horas de luz tras dejar el equipaje en el hotel al llegar a La coruña. Un paseo por los jardines Méndez Núñez.
Y por la zona donde se hallan los grandes centros culturales, generalmente en edificios contemporáneos de interés arquitectónico.
Nos acercamos hasta la Plaza de María Pita, a partir de la cual se inicia el casco antiguo, que los coruñeses siguen denominando «La Ciudad».
Regresamos por la Avenida de la Marian con sus siempre impresionantes vidrieras, que lucen como siempre aunque el aluminio y el PVC hayan sustituido ya casi por completo a la madera.
El problema fue decidir el lugar para cenar pues son infinitud los locales agradables y con buena intendencia.
Nos salió otro día nuboso, pero sin lluvia. Empezamos por el centro. Lo primero la iglesia románica de Santiago, de una nave con tres ábsides.
En la fachada se abre una puerta apuntada con estatuas románcias a ambos lados y un Santiago ecuestre en el tímpano.
Los ábsides muestran canecillos figurados bajo los aleros.
Entre el contenido interior destaca una imagen de Santiago Peregrino en posición sedente de piedra policromada, del siglo XIII.
Y una Virgen gótica del siglo XIV.
En la plazoleta de detrás de la iglesia se levanta uno de lso muchísmos cruceiros que uno se encuentra al recorrer Galicia.
Descendimos hasta el mar para ir siguiendo las antiguas murallas.
Hasta llegar al castillo de San Antón.
Donde se encuentra el Museo Histórico y arqueológico.
El contenido es muy variado y de todas épocas. Con muchas obras y hallazgos procedentes de iglesias y monasterios desaparecidos y otras de excavaciones en castros célticos y lugares de poblamiento romanos.
Algunas son francamente curiosas como esta acrótera con cruz sobre un jabalí.
O estas tenazas de la Edad del Hierro procedentes del castro de Meirás.
Hay estelas romanas con gran contenido simbólico.
Lo más relevante son indudablemente las piezas de oro de orfebrería castreña, entre las que destaca este casco (o cuenco) procedente de Corruncho dos Porcos en Rianxo.
Regresamos a la ciudad antigua. Visitamos la iglesia de Santo Domingo.
Y paseando por las tranquilas calles.
Nos dirigimos a la antigua colegiata de Santa María del Campo. Se trata de una obra de los últimos tiempos del románico, muy transformada a lo largo de los siglos.
La portada principal se abre al oeste. Corresponde a una reubicación de la portada primitiva en una nueva fachada que se realizó al alargar la nave en el siglo xIX.
El tímpano lo ocupa una Epifanía. Tanto ésta como la decoración de capiteles y arcuaciones cabe considerarlas ya dentro del gótico.
En las fachadas sur y norte hay sendas portadas con bastante parecido entre sí.


El interior, de tres naves, muestra partes de toda época, resultando muy difícil imaginar cuál sería el aspecto original.
De los más interesante son las dos figuras, el Arcángel y la Virgen, correspondientes a una Anunciación, colocadas a ambos lados de la puerta, que probablemente estuvieron antes al exterior formando parte de la portada.
De las naves sólo la central finaliza en un ábside semicircular decorado con columnas y canecillos. las otras dos naves finalizan en un testero recto.
En un edificio situado al otro lado de la calle frente a la fachada norte se ha instalado un pequeño museo de arte sacro en el que destacan una custodia y una arquina eucarística, de finales del siglo XVII, procedentes ambas de Augsburgo.
Frente a la colegiata hay una plaza limitada al otro lado por el palacio de Cornide y centrada por un esbelto cruceiro.
Descendimos de la ciudad antigua para ir a comer.
Para, por la tarde, acercarnos a la playa de Riazor y seguir el Paseo Marítimo. Tiempo nuboso y mar movida, pero la lluvia nos respetó toda la tarde.
Pasamos por la Domus con su Museo del hombre, cuya visita dejamos para mejor ocasión pues el tiempo no da para todo.
Proseguimos la caminata.
Y al pasar el Acuario.
Ya divisamos el objetivo final, la torre de Hércules.
Este faro de origen romano es el más antiguo del mundo en funcionamiento. Su aspecto actual es debido a la remodelación del siglo XVIII.
Las perspectivas, tanto al acercarse como al alejarse, son espléndidas.
Bordeamos la península por el otro lado para acercarnos de nuevo al centro.
Entramos aún en la iglesia de San Jorge.
Situada frente a un majestuoso cruceiro.
Otra vez a la plaza de María Pita, que centra el monumento a la heroina gallega. María Pita es famosa por haber dado muerte al alférez inglés que había conseguido llegar a lo más alto de la muralla en el asedio de 1589, logrando con ello rechazar el asalto.
Aún fuimos recorriendo la ciudad hasta que anocheció y llegó la hora de la cena y del descanso.
De La Coruña a Santiago. Madrugón, trayecto corto y así paseo por la ciudad antes de la invasión de peregrinos y turistas.
Con el hotel también muy céntrico, pasando por Santa María del Camino.
Llegamos enseguida a la Plaza de la Inmaculada con el monasterio de San Martín Pinario a un lado.
Y al otro la fachada septentrional neoclásica de la catedral, que sustituyó a la desaparecida Portada del Paraíso.
En la esquina está la capilla de la Corticela.
Desde allí descendimos hacia la Plaza Quintana enmarcada por la propia catedral, la Casa de Conga y el convento de San Paio.
En esa fachada catedralicia se abre la Puerta Santa.
La Puerta Santa muestra a ambos lados veinticuatro esculturas procedentes del destruido coro pétreo del Maestro Mateo.
En la esquina se levanta la torre Berenguela, fortificada en el siglo XIV por Berenguer de Landolia y decorada en el XVII en estilo barroco.
Dando al vuelta a la torre alcanzamos la Plaza de Platerias centrada por la fuente de los Caballos.
Allí se encuentra la única fachada románica de la catedral. Tiene dos pórticos y está toda ella esculpida si bien muchas de las esculturas proceden de otros lugares lo que le da un aspecto heterogéneo y abigarrado
El tímpano de la portada occidental es el denominado de las Tentaciones
En él destaca la figura de la denominada mujer adúltera con la calavera de su amante entre las manos.
El otro tímpano es el de la Pasión con escenas como el Prendimiento o la Flagelación.
En el resto de la fachada hay también muchas otras obras maestras como la imagen del rey David, atribuida al denominado Maestro de la Puerta Francígena.
O la Creación de Adán, del mismo autor.
Llegamos finalmente a la gran Plaza del Obradoiro, en la cual se abre la fachada occidental de la catedral que resguarda el impresionante Pórtico de la Gloria. Por desgracia para nosotros el Pórtico está en restauración y la fachada llena de andamios por lo que no coloco ninguna fotografía de la misma.
Al norte, antiguo Hospital Real de los reyes Católicos convertido en Parador de Turismo.
Y al sur el colegio de San Jerónimo.
Entramos a continuación en el Museo Catedralicio, ubicado en diversas dependencias de la catedral. Vale la pena pasar en él unas horas, aunque aquí pondremos sólo unos cuantos ejemplos del amplio contenido.
Encontramos el Antiguo Coro de la catedral recompuesto con fragmentos hallados. Se distinguen bien los originales de las partes rehechas.
Del trascoro procede esta Anunciación del gran maestro del gótico portugués Pero de Coimbra.
La Epifanía del tímpano de la capilla de Doña Leonor de la primera mitad del siglo XIV ya nos muestra un rey negro.
Santiago peregrino sedente y coronado es una obra maestra del gótico tardío.
Del XVI es la custodia procesional de Antonio de Arfe.
Del Maestro Mateo son estas dos dovelas procedentes de la fachada occidental de la catedral. Representan el castigo de los lujuriosos. Son para pensárselo …
También son del Maestro Mateo los fragmentos de la cornisa de la misma fachada occidental. Aquí uno de ellos.
O este rosetón del mismo lugar.
Aún nos dio tiempo para asistir a una misa de peregrinos y ver ondear el Botafumeiro mientras sonaba el himno al Apóstol Santiago.
Pra comer nos alejamos de la calle Franco y aledañas, muy llenas de turistas como siempre, y nos acercamos a uno de los restaurantes cercanos al mercado de Abastos.
Después otra vez a la catedral y a empezar la tarde en el palacio de Gelmírez, del cual probablemente lo más interesante sea el Salón de Firestas.
En cuyas ménsulas podemos ver sirvientes con comida, juglares, músicos, …
Nos alejamos del centro para bajar a orillas del Sar donde se halla la colegiata de Santa María la Real del Sar.
Iglesia del siglo XII que conserva en buena parte su fábrica original, pero la amenaza de hundimiento de su bóveda obligó en los siglos XVII a XVIII a construir unos enormes arbotantes para evitarlo.
Es de tres naves y tres ábsides.
Tiene portadas a norte y oeste, siendo esta última la más elaborada y usada habitualmente.
En el interior es bien visible la desviación de las columnas que obligó a la construcción de los arbotantes.
El interior del ábside central, poligonal, muestra una doble hilera de arcuaciones
Regresar al centro supone una ardua y dura cuesta.
Proseguimos paseando por el centro. Por la porticada calle Nova.
Donde se encuentra la iglesia de Santa María Salomé, que conserva su románica portada.
Regresamos hacia la zona del hotel.
Y nos seguimos admirando de cómo los gallegos pese al fresco y a las inclemencias climatológicas siguen prefiriendo las terrazas al interior de los establecimientos.
Otro día en Santiago. Y otra vez a la catedral que nunca cansa.
A esa hora hasta la nave principal tranquila
Se puede admirar con calma el presbiterio.
El Botafumeiro.
El órgano.
El triforio.
Y el sepulcro del Apóstol.
Un paseíto aprovechando que lucía el sol por las todavía tranquilas calles santiaguesas para buscar un lugar donde almorzar.
Y a la iglesia del monasterio de San Martín Pinario del siglo XVII, presidida por la monumental fachada del portugués Mateo López.
Esta fachada culmina en un frontón ocupado por la estatua de San Martín partiendo su capa.
En su interior luce con todo su esplendor el barroco.
Especialmente en el retablo que la preside.
Detrás del altar se encuentra la sillería del coro, obra de Mateo de Prado.
En la visita se recorren diversas dependencias en las que se exponen diversos objetos artísticos como una bonita colección de ángeles -aquí aparecen tres- portando los instrumentos de la Pasión.
Ya finalizando la visita vemos montado aquí el coro lígneo renacentista de la catedral.
Y la botica.
A la salida yendo hacia la Alameda el cielo empezaba a cubrirse.
Pero cuatro gotas no nos impidieron seguir hasta el paseo de la Herradura y Parque de la Alameda..
Llegaba la hora de comer y volvimos a aproximarnos al Mercado de Abastos.
Dimos una vuelta por las paradas donde se ofrecían los excelentes productos gallegos y a catarlos.
A unos pasos del Mercado está la iglesia de San Fiz de Solovio.
Conserva la portada barroca con un tímpano del siglo XIV.
A pocos metros otro de los incontables cruceiros.
Siempre quedan cosas que ver en Santiago. El palacio de Fonseca.
La fuente de la Rua do Franco, lugar donde los bueyes que transportaban el cadáver de Santiago se detuvieron y escarbaron la tierra hasta sacar agua.
Más catedral y otra Misa de Peregrinos.
Al finalizar concierto de la Escolanía de la Catedral.
Y de la Escolanía mallorquina del Lluc.
Que entre otras nos deleitó con el «Cant de la Sibil·la».
Un buen final en Santiago.
Próxima estación, Pontevedra.
Pequeña ciudad con el centro completamente peatonalizado para ejemplo de muchas otras.
Aparcamos en el hotel y en unos minutos estábamos en el centro. Nos recibía la iglesia de la Virgen Peregrina de gran devoción en la ciudad. Se trata de una pequeña iglesia de fines del siglo XVIII, que cabe calificar de original.
Pasear por Pontevedra es una delicia, sin coches, todo cerca y con encantadores rincones.
Tal vez el más conocido sea la Plaza de la Leña
Con su cruceiro en el centro.
El tiempo se estropeó en unos instantes y entramos en el Museo. Sólo pudimos visitar el nuevo edificio pues el resto de palacetes que constituyen el museo estaban en remodelación.
Las instalaciones son modernas y aptas para exposiciones temporales y actos culturales. El contenido es altamente interesante y perfectamente expuesto en amplios espacios.
Lo que más llama la atención son las colecciones prehistóricas como este depósito de hachas del Bronce final halladas en Samieira (Poio).
Y sobre todo los tesoros, los torques de Foxados (Curtis, La Coruña) de los últimos siglos antes de nuestra era.
Y especialmente el de Caldas, del Bronce inicial, uno de los más importantes hallados en la Península.
También hallazgos de época romana.

No visitables las piezas de los primeros siglos medievales, la colección expuesta sigue con obras góticas.
Escultóricas.

O pictóricas.

Y sigue a través de los tiempos hasta épocas mucho más cercanas.

Al salir del museo lucía el sol, pero poco duró y en la Plaza de la Verdura nos descargó una buena granizada.
Momento adecuado para ir a comer. Y proseguir por la tarde (ya sin agua) por las agradables calles y plazas pontevedresas.
Nos acercamos a la iglesia gótica de San Francisco.
Hasta Santa María, gran templo gótico-renacentista.
Con una soberbia fachada en el lado oeste a la que se accede por una larga escalinata.
Entre los detalles escultóricos de la fachada sobresale un San Jerónimo con gafas.
El interior es de tres naves cubiertas con bóvedas estrelladas.
Continuaban las nubes sin descargar y la ciudad igual de tranquila.
El Paseo de la Alameda va penetrando hacia la ciudad moderna.
Junto a él están los restos del convento de Santo Domigo, obra cumbre del gótico gallego.
Y fin de la jornada paseante. Cena y descanso.
Buen amanecer y día soleado. Con los días ya nos vamos acostumbrando a los cambios repentinos. Fue de los días que podías parar a tomar un café y solazarte con el paisaje.
El primer destino Ribadavia. Antes de llegar ya avistábamos el Miño.
En principio no paramos en Ribadavia sino que nos acercamos al cercano pueblecito de francelos para ver San Xés (San Ginés), capilla prerrománica.
Aunque muy transformada y con los elementos originales descontextualizados, conserva una portada con capiteles y sillares al lado decorados. Probablemente en su emplazamiento original era esta portada el arco de acceso al ábside.
A un lado de la portada hay una ventana finamente labrada que forzosamente nos remite al arte asturiano.
Desde San Xés vemos como las viñas de donde sale el Ribeiro van tamizando el paisaje.
Vuelta a Ribadavia parando a los pies del castillo de sus condes.
Luego a la Plaza Mayor, centro de la villa y lugar oportuno para aprovisionar de Ribeiro, que es lo primero que hicimos.
Después las iglesias románicas. Primero San Juan.
Después la de Santiago.
Nos acercamos luego a la plaza de la Magdalena.
Para regresar al centro atravesando la antigua Judería, de las mejor conservadas de España.
La última visita fue la también románica Santa María de Oliveira, que encontramos, después de la dura cuesta de subida, cerrada como es habitual pero además sin posibilidades ni de acercarse pues una valla cierra todo el recinto.
Comimos en Ribadavia y luego hacia Orense. Debía ser hora de siesta pues no había aún nadie por las calles. Ni siquiera en la céntrica plaza de las Mercedes.
Descendimos hacia las Burgas. Son éstas unas fuentes termales, usadas ya en época romana. Aún hoy sirven para calentar alguna vivienda vecina. Una parte es usada también como piscina termal al aire libre.
Y en los chorros de la fuente neoclásica la gente va a proveerse de agua, al parecer con diversas propiedades terapéuticas.
Muy cerca pasa el río Barbaña, pesto a desembocar en el Miño.
Volvimos al centro pasando por la iglesia de Santa Eufemia.
La catedral, originaria del último románico, tiene añadidos y modificaciones de toda época. La fachada oeste se abre tras una larga escalinata.
Al sur muestra también una interesante portada.
Al norte otra con magníficas esculturas, actualmente en restauración.
El interior es de tres naves cubiertas con bóvedas de crucería.
Lo más bello es sin duda el extraordinario Pórtico del Paraíso, tras la fachada occidental. Se construyó en el siglo XIII siguiendo el modelo del Pórtico de la Gloria compostelano, pero sus figuras mantienen todavía un hieratismo románico, que aún no las convierte en obra completamente gótica. Conserva buena parte de la policromía original.
Muy conocida es la Capilla del Santo Cristo, creación del más exagerado barroco.
Allí se guarda un Santo Cristo muy venerado en la ciudad. Es un Cristo de los de leyenda trasladándose por las aguas y a quien se atribuye todo tipo de prodigios. En Orense muchos creen incluso que le crece el pelo.
El día había sido duro, por consiguiente callejear por Orense y disfrutar de su gastronomía fue lo único que nos ocupó el resto de la jornada.
Al día siguiente dejábamos Galicia. Para que no olvidásemos las inclemencias climatológicas que nos habían acompañado todo el viaje. En la transición entre las provincias de Orense y Zamora nos acompañó la nieve y la ventisca.
Pasado Valladolid, el diluvio. Tras comer en Peñafiel, granizo. Menos mal que al llegar a Soria, aunque tímido, lucía el sol.
Un paseo por la calle El Collado hasta la Plaza Mayor.
Y la visita imprescindible en Soria. Cuantas más veces voy, más me gusta. Santo Domingo.
Descanso y fin del viaje, llegando el día siguiente a casa.