Hacía bastantes años que no hacíamos un recorrido largo por Italia. Una semanita en Roma hace tres años y alguna corta estancia en el norte de paso hacia el sudeste europeo eran nuestras últimas visitas a territorio italiano. Consideramos que ya tocaba y hacía allí nos dirigimos en nuestro pequeño utilitario.
Entramos en territorio francés por el Valle de Arán, pasamos por Toulouse y desde allí a enlazar con la autopista que sigue el Mediterráneo. A primeras horas de la tarde consideramos que ya había bastante y paramos en Fréjus, en un hotel cercano a la autopista.
Como aún quedaba tarde nos acercamos a la población, casi desierta como suele ocurrir los domingos en muchas localidades francesas.
Muchos de los lugares de interés estaban cerrados, pero aún tuvimos tiempo de acercarnos y ver la catedral de San Leoncio.
Su mayor interés radica en el baptisterio merovingio, originario del siglo V, que ocupa un espacio bajo el ábside.
Fréjus, la antigua Forum Julii, alberga muchos otros restos romanos, entre ellos el anfiteatro, de finales del siglo I, que ha sido objeto de una polémica reconstrucción hace unos años.
O los restos del acueducto que traía el agua a la ciudad desde Mons a cuarenta kilómetros.
Cenamos pronto y a dormir pues el día siguiente nos esperaba otra paliza kilométrica.
A primeras horas ya estábamos en Italia y con casi toda la tarde por delante parábamos en Orvieto. Alojados a pocos metros de la catedral pudimos aún disfrutar de la ciudad.
La catedral fue la primera visita. Yo la recordaba con luz de mañana, por la tarde asume otros colores.
Los espectaculares mosaicos que recubren la fachada, ideada por Lorenzo Maitani, aunque originales del siglo XIV, han sido prácticamente rehechos a lo largo de los años. La portada principal alberga la puerta realizada con paneles de bronce por el escultor Emilio Greco en los años sesenta del pasado siglo.
Los relieves que decoran los pilares de la parte inferior de la fachada se atribuyen al propio Maitani y a algunos colaboradores menos conocidos. El situado más al norte muestra escenas del Génesis.
El interior es de tres naves, la central cubierta con estructura de madera. La alternancia de franjas de basalto negro y travertino blanco usadas en la construcción es lo que le da su máximo atractivo.
El interior alberga muchísimas obras de arte. Por ejemplo la Piedad de Ippolito Scalza.
O la pila bautismal de fines del XIV.
O la capilla del corporal, cuyo tabernáculo se atribuye a Orcagna y con frescos en las paredes obra de Ugolino di Prete.
Pero lo más relevante es la capilla de San Bricio, al sur, cuyos frescos inició Fra Angelico y finalizó Luca Signorelli, y que muchos han calificado de precedente de la Capilla Sixtina.
Al lado de la catedral está el palacio Soliano, que contiene fundamentalmente una buena colección de obras de Emilio Greco.
Toda la ciudad es un monumento y es un placer pasear por sus calles.
La iglesia de San Andrea tiene un curioso campanario dodecagonal.
La elevada posición de Orvieto también hace que tenga buenas vistas sobre los alrededores.
Avanzada la tarde la catedral manifestaba nuevos colores.
De buena mañana dejábamos la plaza del Duomo para seguir hacia el sur.
Y a media mañana ya llegábamos a Pompeya donde nos alojaríamos durante los días que dedicamos a visitar la zona.
Estábamos a pocos pasos del acceso de Porta Marina a las excavaciones y, tras comer en las inmediaciones, entramos y dedicamos la tarde entera a ese viaje en el tiempo que es visitar Pompeya.
Quedan restos de la muralla que en un principio rodeaba la ciudad. Con la consolidación del dominio romano en la región perdió la muralla su papel defensivo y fue sustituida en muchas zonas por viviendas y otros edificios.
El foro queda cercano a al entrada de Porta Marina. Lástima que ese día la silueta del Vesubio por encima del templo de Júpiter, del siglo II a. C., estuviese difuminada por una leve neblina.
El templo de Apolo data del siglo VI a. C. y es de los más antiguos de la ciudad.
Saliendo del foro en dirección a la Villa de los Misterios, hay algunos restos de edificios destinados a albergar algunos de los hallazgos de las excavaciones, así como algún calco de los fallecidos en la erupción. La gran acumulación de materiales nos da una idea de lo difícil que es proseguir con las excavaciones y ordenar y clasificar los objetos encontrados.
Por doquier surgen casas con amplios atrios con su impluvium central.
Muchos muros están revestidos completamente de opus reticulatum.
Las tiendas abundaban en la ciudad.
Es posible ver por doquier cañerías y desagües cerámicos bien desarrollados en la civilización romana, que costó siglos en volver a igualar.
La piedra y el ladrillo alternan en las construcciones, predominando uno u otro según las épocas.
El enlosado de las calles era excelente.
La puerta de Herculano permite salir de la ciudad hacia la Villa de los Misterios, integrada en las excavaciones.
La vía que conduce a ella está rodeada de construcciones funerarias.
La Villa de los Misterios es una del centenar largo de villas que se han hallado en los alredores del Vesubio. Ésta, muy cercana a Pompeya, destaca por el lujo decorativo de algunas de sus estancias, no excesivamente dañadas en la erupción.
El nombre lo recibe por los frescos que decoran las paredes del triclinium interpretados como la descripción de la iniciación de una joven a los misterios dionisíacos.
También hay más estancias con pinturas.
Y como por todo Pompeya aparece algún calco de las víctimas.
Había fuentes públicas como la siguiente. Es posible apreciar en la fotografía las vallas y carteles que impiden el acceso a muchas calles y edificios de la ciudad, que están en proceso de restauración. No pasaría nada si las alambradas, cadenas, candados y letreros fuesen algo más discretos.
Los muros pintados eran habituales no sólo en los edificios públicos sino también en las viviendas particulares.
Las tiendas y locales comerciales aparecen por todas partes.
Para cruzar las calles llenas de agua y de otros líquidos que también iban a parar a ellas estaba el ingenioso sistema de colocar losas más altas que permitían cruzar a las personas sin mojarse a la vez que los carros pasaban las ruedas entre ellas.
La Casa del Fauno es una de las más conocidas de Pompeya. Muestra pavimentos de mosaico multicolores.
Tiene amplios atrios.
Y uno de los tesoros artísticos más conocidos de Pompeya. El mosaico que representa a Alejandro Magno en la batalla de Isos. El que se ve ahora en Pompeya es una copia ya que el original está en el Museo Arqueológico de Nápoles.
Los patios interiores en primavera con la hierba verde resultan más atractivos.
Conforme avanzaba la tarde iban desapareciendo los grupos escolares y se podía disfrutar más de la soledad en las calles pompeyanas.
Uno de los lugares más visitados de Pompeya es el lupanar. Su nombre deriva de lupa (loba) palabra con que eran designadas las prostitutas. Era el único prostíbulo de la ciudad, si bien la prostitución -muy común- se ejercía también en tabernas, tiendas y otros lugares. Pinturas con temas eróticos decoraban los muros de pasillos y habitaciones.
En diminutas habitaciones había camas de piedra sobre las cuales se colocaba un colchón.
Las letrinas no eran habituales en las casas pompeyanas, pero en el lupanar sí había.
Las termas de Estabia son de las mayores de la ciudad con secciones separadas para hombres y mujeres.
Una mirada a los teatros donde asprovechamos para descansar.
Al Foro Triangular
Y fin de la visita. Salimos por la misma puerta que habíamos entrado para lo cual tuvimos que pasar de nuevo por el Foro.
A últimas horas de la tarde nos despedíamos de las ruinas.
Tener la estación del tren subvesubiano que conecta Nápoles con Sorrento nos hizo cómodos los desplazamientos por la zona sin necesidad de afrontar las estrechas carreteras y caótico tráfico. El tren pasa cada veinte minutos, o sea que es la mejor solución para moverse por allí.
El primer destino del tren: Nápoles. La llegada a plaza Garibaldi ya nos hizo agradecer la idea de haber dejado el coche en el hotel.
Por la Porta Capuana nos adentramos en el centro de la ciudad.
Un casco antiguo atravesado por un conjunto de calles rectilíneas, el llamado SpaccaNapoli (uno de los decumanos del período romano) y más al norte por la vía dei Tribunali (decumanus maximus). Son calles bulliciosas, repletas de pequeños comercios y cruzadas por estrechos callejones, que pueden parecer sucios y descuidados, pero no más que en los de los cascos antiguos de otras ciudades. Aunque tal vez algo más pintorescos.
La catedral de San Genaro no es de las mejores catedrales italianas.
Pero cuenta en su interior con una pequeña joya: la capilla del tesoro de San Genaro, de los siglos XVI y XVII, que conserva las dos ampollas con la sangre del santo, que tres veces al año experimenta el fenómeno de su licuefacción.
A la derecha de la capilla se halla una de las mejores obras de José de Ribera: San Genaro saliendo ileso de los hornos.
Los scooters son el medio de desplazamiento habitual por el centro “peatonal” napolitano. Aunque parezca increible no vimos ningún accidente.
Cerca de la catedral se halla el acceso a la Nápoles subterránea.
En todas las tiendas de recuerdos, publicaciones turísticas, … hallamos siempre en Nápoles la figura de “Polichinela”. Este personaje de la Comedia del Arte, pícaro, víctima y filósofo a la vez, se ha convertido en símbolo de la ciudad.
En la inmensa plaza Dante acaba el casco antiguo.
Muy cerca está el Museo Arqueológico Nacional al que dedicamos buen rato. Pausa para la comida y otra vez dentro.
Las colecciones que alberga convierten este museo en uno de los mejores que he visto. Obras procedentes de Pompeya, Herculano, el propio Nápoles y otros lugares de la Campania conviven con la fabulosa colección Farnesio
La escultura original del personaje que da nombre a la Casa del Fauno en Pompeya se halla aquí.
Algunas salas se hallaban cerradas. En una de ellas aún pude fotografiar a uno de los Tiranicidas.
Ya tarde abrieron al público la sala donde está la famosa Copa Farnesio.
También hay bellísimos sarcófagos.
La colección de mosaicos procedentes de Pompeya es riquísima.
El “Cave canem” (cuidado con el perro) era habitual en las viviendas
Los motivos mitológicos tradicionales como las Tres Gracias se repiten.
Representaciones de Dioniso (Baco), en este caso sobre un tigre, son muy habituales.
Animales terrestres o marinos son reproducidos con gran fidelidad.
El “Gabinete Secreto” guarda todas aquellas piezas con claras manifestaciones eróticas.
El culto al falo, muy popular entre los romanos, donde se asociaba más a la fertilidad que al erotismo, está presente en muchas obras.
Aparece en las tan comunes lucernas.
Así como en lámparas de todo tipo.
Los motivos eróticos son habituales en la cerámica.
Este era el anuncio de una tienda. El personaje es Mercurio.
Los faunos y otros seres se representan muy frecuentemente afectados de priapismo.
Una de las esculturas más conocidas es la de Pan y la cabra, del siglo I, procedente de Herculano.
Del museo nos dirigimos a Santa Clara. Allí descansamos un rato en el claustro, cuya decoración cerámica lo convierte en único.
En una pequeña sala anexa al claustro se guarda un bonito pesebre.
Regresamos a la estación a través de las callejuelas del casco antiguo napolitano.
Las plazoletas y calles más transitadas siempre están rebosantes de vida
Llegados a Pompeya nos dimos el que cada tarde fue un habitual paseo desde el hotel al núcleo central de la población para ir a cenar.
Al día siguiente el tren lo tomamos en la otra dirección, hacia Sorrento.
Desde la población descendimos rápidamente hacia el puerto para tomar el transbordador que nos condujo hacia Capri.
Ya en Capri, a la barca que nos daría la vuelta completa a la isla.
Al alejarnos del puerto los colores del cielo, la isla y el agua ya predecían buenas impresiones.
El espectáculo paisajístico es increíble desde el principio.
Todas las tonalidades de azules y verdes alternan en las aguas
Los farallones asumen las más diferentes formas.
Cerca de la orilla con el reflejo de los colores de la vegetación la gama de colores aún se amplia.
Allí donde crece el coral el rojo incrementa el cromatismo.
El cruce de los agujeros originados por la erosión en los farallones te da la sensación de que peligra tu cabeza.
Es fácil soñar con desembarcar en algún islote y dejar pasar allí las horas.
Y bañarte en esas grutas.
Con el coral asomando y escondiéndose al ritmo de las olas.
Al doblar el faro de Punta Carena ya estamos completando el recorrido, que a partir de allí ofrece un paisaje quizás menos atractivo.
Pero aún hay que llegar al que quizás es el punto más espectacular de la isla, e indudablemente el más turístico y turistizado, la Gruta Azul.
Hay que bajar de la barca y subir en la pequeñita a remos, que te introduce en la gruta.
El interior es una maravilla, pero la mucha gente, los barqueros desafinando el O Sole Mio, el corto tiempo para disfrutar de esa sorprendente luz, … tal vez le quita encanto.
A la llegada al puerto, tras unas horas que habían pasado como un soplo, cogimos el funicular que sube hasta el pueblo.
Las vistas son también preciosas.
Y el pueblo y sus estrechas callejuelas un encanto en esta época, aunque supongo que en plena temporada debe resultar algo agobiante.
Creo que fue el único día de todo el viaje en que tomamos pizza, pero tal vez el tópico lo exigía. La terraza de la pizzería estaba llena, sin embargo nosotros comimos solos en un altillo interior desde donde veíamos prepara y hornear las pizzas.
Y de nuevo al puerto para volver a Sorrento a la hora en que teníamos billete.
Llegando a Sorrento nos dimos cuenta que la bajada que habíamos hecho por la mañana desde la población no parecía muy atractiva como subida en plena digestión y decidimos tomar el ascensor.
En Sorrento, antes de tomar el tren, aún entramos a echar un vistazo al claustro de San Francisco, ejemplo de tranquilidad junto al bullicio.
El día siguiente, como salían desde el lado del hotel los autobuses, hicimos la visita al Vesubio guiada. Subimos primero en autobús hasta el aparcamiento de los vehículos todo-terreno, que parecen ir más a alguna guerra que a la cima del volcán por la estrecha y dura pista.
La ventaja de ir de ese modo es que el ascenso lo haces prácticamente en solitario y la casi media hora que hay que subir a pie hasta la cima te deja disfrutar tranquilamente del entorno y el paisaje. El inconveniente es el precio por lo poquito que te ofrecen.
Se ve prácticamente toda la bahía de Nápoles con Capri al fondo, pero el día no era precisamente de los más claros.
La enormidad del cráter te hace imaginar rápidamente la cantidad de materiales que pueden salir de ahí cuando el volcán se enfada.
Arriba te vas encontrando la gente que sube por el otro lado. En la tiendecita de venta de recuerdos te puedes tomar un vasito de Lacryma Christi, el vino vesubiano por excelencia, para reponer fuerzas para el regreso.
Finalizado el descenso, al tren directamente para ir a Herculano. Comimos -¡qué ya era hora!- y a las excavaciones.
Herculano era mucho menor que Pompeya y buena parte está sin excavar, pero tiene un atractivo especial: la erupción provocó una destrucción muy diferente. A Herculano la cubrió por completó una capa de lodo formado por cenizas, lava y agua, lo que hizo que la destrucción de los edificios fuese mucho menor que en Pompeya. Y se han conservado los pisos superiores, así como muchos restos orgánicos.
La perfecta cuadrícula de la ciudad y la aceptable señalización hacen fácil la visita.
Lógicamente el parecido de los aparejos constructivos y las pinturas muestran una gran similitud con Pompeya.
Las tiendas y tabernas también son abundantes.
En la llamada casa de Galba luce en el peristilo una piscina cruciforme.
Opus reticulatum y ladrillo alternan en los muros.
Excelentes pinturas decoran los muros de la sede de los Sacerdotes Augustales.
La Casa del Salón Negro era de las más elegantes.
El mosaicos de la casa de Neptuno y Anfititre son de los más bellos de Herculano.
La casa Samnítica conserva buena parte del segundo piso del que al parecer se alquilaban sus habitaciones.
La Casa del Gran Portal se llama así debido precisamente a su portal formado por semicolumnas de ladrillos que soportan capiteles corintios.
Los fondos rojos predominan en las pinturas de Herculano.
Marcus Nonius Balbus fue uno de los más importantes personajes de la ciudad y está al descubierto su monumento funerario.
Nos quedaba mucho por ver en Nápoles y a la ciudad le dedicamos otro día.
Desde la estación nos dirigimos inmediatamente a la línea uno del metro, en la que sus estaciones son exposiciones permanentes de arte contemporáneo. Descendimos en Toledo, considerada por el Daily Telegraph en 2012 la estación de metro más bella de Europa.
La vía Toledo de notable actividad comercial conduce hacia el mar.
Cerca de la estación del metro, al oeste, se extiende el Barrio Español, conjunto de callejuelas construido en el siglo XVI para albergar a las tropas del virrey Pedro de Toledo.
Es un conjunto que refleja por doquier el alma napolitana. Y la verdad es que, pese a su fama, al menos durante el día no ofrece la más mínima sensación de inseguridad.
Es interesante imaginar como se puede conducir por esos vericuetos y pensar como pueden entrar y salir los vehículos a los garajes pese a su señalizado vado.
Tomamos luego el funicular para subir a la colina del Vomero.
Pasamos por el castillo de Sant’Elmo
Y en la plaza frente a la Cartuja de San Martín nos recreamos con las vistas de la ciudad
La Cartuja es un gran conjunto que alberga tesoros de muy diversas época con preferencia por el barroco.
La iglesia representa el máximo de la exuberancia barroca. Lujo, brillo, mármoles y dorados lucen por toda ella.
En las diversas salas pueden contemplarse auténticas obras maestras como este San Martín partiendo su capa, obra de Pietro Bernini, el padre de Gian Lorenzo.
Carrozas, barcos y un par de sobrios claustros van desfilando hasta llegar a los jardines donde el Nápoles que se extiende frente al mar se contempla perfectamente.
De todos modos donde más disfrutamos fue en la colección de pesebres. Los hay realizados en los más diversos materiales.
Como éste dentro de una cáscara de huevo.
Sobresaliendo entre todos el famoso pesebre Cuciniello de fines del XIX.
Después de comer descendimos con el funicular otra vez a la calle Toledo. Atravesamos las galerías Humberto I.
Y llegamos al Castel Nuovo.
Con su espléndida portada mandada construir por Alfonso V de Aragón.
Aunque cansados, decidimos regresar a al estación de la Plaza Garibaldi a pie pues nos quedaba algo que no podíamos dejar de visitar en Nápoles.
Además siempre es un placer deambular por el viejo Nápoles.
Hasta encontramos una manifestación, actividad a la que los italianos son tan aficionados como nosotros.
Y alcanzamos nuestro destino: la capilla de San Severo. Esta capilla prácticamente inapreciable desde la calle alberga una obra que ocupa uno de los primeros lugares en la historia de la escultura universal.
Se trata del “Cristo velato” de Giusseppe Sanmartino de 1753. Por primera vez hago una excepción en el blog añadiendo fotos que no son mías, pero estaba estrictamente prohibido fotografiar y creo que esta obra debe estar. De todos modos ninguna fotografía puede hacer justicia a esa obra donde el sudario deja transparentar el más mínimo detalle anatómico del Cristo
La capilla contiene muchas otras obras de arte. Entre las que destacan especialmente dos. La Desilusión de Francesco Queirolo, de 1753-54, en la que un hombre intenta liberarse de las redes del pecado.
Y el Pudor de Antonio Corradini de 1752, otro ejemplo señero del juego de veladuras y transferencias
Desde luego que esta visita era ineludible. Ella sola justifica viajar a Nápoles.
Desde allí por las calles y vericuetos napolitanos hacia la estación y a despedirnos de la ciudad.
Después de unos días sin tocar el coche tuvimos que hacerlo para abandonar Pompeya. El primer destino Paestum.
Si en nuestra anterior visita de hace años el conjunto de templos de Paestum nos impresionó, ésta aún lo hizo más si cabe.
La excelente conservación de estos templos convierte el pasear entre ellos en un viaje a través del tiempo.
El más cercano a la entrada es el templo de Ceres, de finales del siglo VI a. C.. Fue llamado así por los primeros arqueólogos, pero hoy en día por los hallazgos efectuados se sabe que estuvo dedicado a Atenea.
El verde primaveral convertía aún en más agradable el paseo por entre las ruinas.
Una estructura muy peculiar es el Heroon. Cenotafio subterráneo que se cree estaba dedicado al fundador de las ciudad.
Entre las casas alternan elementos de la ciudad griega con los de la posterior ocupación romana.
Yendo hacia el sur se van acercando los otros dos grandes templos.
Una construcción muy peculiar es estas pilastras con piscina, que se suponen pudieron corresponder a un templo.
Están al descubierto algunas calles con el enlosado romano.
Y en algunas casas se conservan los mosaicos del pavimento.
El armonioso templo de Poseidón es el primero que se encuentra al sur del recinto. No estaba dedicado a Poseidón sino a Zeus o, más probablemente, a Apolo. Se erigió en el siglo V, en la plenitud del clasicismo griego.
Es hexástilo, pero curiosamente tiene catorce columnas en su lado largo en vez de las trece habituales.
El último templo es el llamado la Basílica. Otra denominación incorrecta, pues estaba dedicado a Hera. Es el más antiguo pues data de mediados del siglo VI a. C.
Es un templo eneátilo, una muestra más de su arcaismo.
El peristilo completo tiene en total cincuenta columnas.
No acaban con los templos los edificios interesantes del conjunto.
El Ekklesiasterion era el lugar donde se reunían para elegir jueces y dictaminar leyes en época griega. Quedó bajo un montículo en época romana y por eso se ha conservado.
Los romanos muy cerca construyeron el Comitium, que tenía funciones similares. Detrás suyo se ve el pequeño anfiteatro.
A escasa distancia del recinto arqueológico se halla el museo. visita que merece ser también imprescindible.
Se exhiben en él una amplia colección de metopas procedentes del templo de Hera, que se encontraba cerca de la desembocadura del Sele, a escasa distancia de Paestum.
Hay buenas colecciones de esculturas y cerámicas.
Pero lo más conocido y original del museo son las pinturas que decoraban tumbas lucanas (los lucanos conquistaron la ciudad a principios del siglo IV a. C., aunque la población griega no fue expulsada)
La más conocida es la tumba del tuffatore (nadador), que debe su nombre a la escena que se ve en la fotografía.
Desde Paestum nos dirigimos hacia la costa del Adriático pasando por Potenza. la autovía estaba en obras con lo que el trayecto se hizo largo. El destino, Alberobello, donde llegamos ya bien entrada la tarde.
Alberobello y alrededores son el país de los “trulli”. Éstos son viviendas de cubierta cónica levantadas en piedra seca. Su origen se pierde en la noche de los tiempos.
El alojamiento como no podía ser de otra forma fue en una de estas construcciones, que como muchas otras están destinados al turismo. El interior ofrece todas las comodidades y el encanto añadido del modelo constructivo.
Aún nos dio tiempo para acercarnos a la plaza.
Y a la iglesia parroquial, dedicada a los santos Cosme y Damián.
Pasear entre los “trulli”.
Y contemplar el denominado “Trullo Soverano”, de dos plantas, originario del siglo XVIII y transformado en pequeño museo.
Cenamos en un restaurante ubicado en un trullo y, como los restantes días que estuvimos en Alberobello, extraordinariamente bien.
El siguiente día nos desplazamos hasta Matera.
Si Alberobello es la ciudad de los “trulli”, Matera lo es de los “sassi”, construcciones excavadas en la roca, que se entrecruzan y superponen entre sí.
La ciudad siempre ha sido punto de atracción para escritores, artistas y sobre todo, cineastas. Aquí estuvo Pasolina filmando escenas de su Evangelio según San Mateo y Mel Gibson con su Pasión de Cristo. Actualmente se han filmado muchas escenas del Ben-Hur que se estrenará en 2016.
La ciudad se divide en dos partes: el Sasso Barisano, al norte, donde aparcamos, y el Sasso Caveoso, al sur, cuyas espléndidas imágenes veíamos enfrente.
Las callejuelas que conducen de una parte a otra, en descenso primero y en subida después, ofrecen imágenes que te remontan a otras épocas.
Ya en el Sasso Caveoso alcanzamos el centro de la ciudad.
Fuera de la plaza y calles principales se siguen sucediendo los lugares pintorescos
Aquí las vistas son sobre el Sasso Barisano.
Casas señoriales, iglesias y palacios alternan con los “sassi”.
Lo que no pudimos visitar fue la catedral románica. Cubierta de andamios y toldos y sin posibilidad de acceder al interior.
Los pasos cubiertos y entradas abovedadas abundan.
Nos íbamos acercando adonde están las principales iglesias rupestres, excavadas en la roca como las casas.
En una callejuela poco transitada nos tropezamos con la capilla de Nuestra Señora de las Gracias con su cripta de Santa Lucía.
La familia propietaria permite el acceso -pagando, evidentemente-. Como está sin restaurar ni arreglar, la idea que se hace uno de ella es confusa. Más cuando tienes que ir con mucho cuidado a ver donde pisas.
Desde allí ya fuimos a la, que tal vez sea la más conocida: Nuestra Señora de Idris, que comunica con San Juan de Monterrone y forman ambas una sola unidad.
Desde la plazoleta de enfrente y las escaleras de acceso las vistas son muy interesantes.
Muy cerca está Santa Lucia alle Malve.
No permiten hacer fotos en las iglesias rupestres gestionadas por el municipio, pero no pude resistir la tentación de hacerle una a esta magnífica Virgen de la Leche del siglo XIII
Cerca de las iglesias rupestres está San Pedro Caveoso, original del siglo XIII, pero reformada por completo en el XVII. Frente a ella comimos.
Bordeando el río, fuimos en busca del coche.
Para irnos acercando al Sasso Barisano.
Pronto el Sasso Caveoso lo veíamos lejano.
E hicimos la última parada. Otra iglesia rupestre: San Pedro Barisano.
Y regreso a Alberobello donde empezamos a pasear por los “trulli”. Primero en Rione Monti, la zona donde la mayoría de los “trulli” tiene un aprovechamiento turístico.
En la parte más alta se halla la iglesia de San Antonio, cuya construcción también responde al mismo modelo
Cruzando la carretera está Rione Aia Piccola desde donde se contempla bien el barrio que hemos dejado.
En Rione Aia Piccola se respira paz y tranquiilidad. Hay algunos “trulli” vacíos, otros habitados y otros se destinan a ocupación turística, pero no hay comercios ni nada que altere la paz del lugar.
Bari fue nuestro destino el día siguiente. El casco antiguo es una preciosidad.
Pronto tropezamos con los restos de la iglesia de Santa María del Buon Consiglio. De origen medieval conserva mosaicos de esa época y capiteles procedentes de edificios romanos.
Las calles, en horas de poca gente, ofrecen rincones encantadores.
Capillas y oratorios los hay por todas partes.
Buscando San Nicolás nos encontramos con la iglesia románica de San Gregorio.
Tuvimos hasta la suerte de poder entrar pues generalmente está cerrada.
San Nicolás es uan amplia iglesia de tres naves consagrada en 1197, que fue construida para albergar las reliquias de San Nicolás, traídas desde Mira en la actual Turquía donde había fallecido.
En la fachada principal se abren tres puertas. La central tiene las columnas sostenidas por toros en vez de los habituales leones.
Ene l interior el techo es de casetones dorados.
Preside el altar un baldaquino del siglo XII.
La imagen del santo suscita mucha devoción y es sacada en procesión en su fiesta.
La capilla de las reliquias alberga muchas de diferentes santos.
Este altar de plata, donado en 1319 por el zar de Servia Uros II Milutin para dar cobertura a la tumba del santo, fue remodelado en período barroco y hoy ya no alberga la tumba.
La cripta casi siempre se halla ocupada por devotos procedentes de países ortodoxos, sobre todo rusos (no hay que olvidar que es su patrono), que celebran sus actos litúrgicos pues la devoción a San Nicolás está muy extendida entre ellos.
Los capiteles de la cripta son casi todos bizantinos, pero hay alguno de románico muy interesante.
De las portadas de la iglesia es especialmente interesante la del muro norte. Ésta si asienta sus columnas sobre leones y muestra un friso esculpido con caballeros normandos, en el que algunos quieren ver al Rey Arturo y sus caballeros.
En el muro sur que cierra de forma plana los ábsides, destaca el ventanal llamado de los elefantes, que además de reproducir estos animales con fidelidad añade otros animales fantásticos y una primorosa decoración vegetal.
Seguimos por el casco antiguo.
Al tipismo de las calles se añade una iglesia en cada esquina.
La catedral de San Sabino es también románica.
Su fachada está dividida por lesenas en tres partes a cada una de las cuales corresponde una puerta.
La preside un magnífico rosetón al que rodean animales esculpidos, reales y fantásticos.
El interior de tres naves puede parecer sobrio.
En la cabecera hay un ventanal similar al de los elefantes de San Nicolás, pero aún más decorado.
Regresando al coche pasamos por el castillo.
Y acabamos de recrearnos con las callejuelas de la ciudad.
Nuestra última noche en Alberobello la dedicamos a la gastronomía. Empezamos con un helado en una fantástica y conocida heladería y rematamos con una opípara cena. En un trullo, naturalmente.
La próxima etapa finalizaba en Rávena, una de mis ciudades italianas predilectas. Largo recorrido hacia el norte bordeando el Adriático. El alojamiento lo teníamos muy cercano a San Vitale con lo en pocos pasos llegábamos a cualquier lugar de interés del centro histórico.
La tarde la dedicamos al paseo hasta la hora de cenar. La puerta Adriana abre el paso a la céntrica y comercial calle Cavour que conduce al centro.
El centro de Rávena, al ser exclusivamente peatonal y ciclista, es un paseo muy agradable.
La piazza del Popolo es un lugar ideal para sentarse en alguna de sus terrazas.
Mientras cenábamos anocheció y pudimos contemplar en calma y en completo silencio San Vitale.
Y el mausoleo de Gala Placidia.
Desayuno en el Bed and Breakfast en que nos alojábamos, con vistas al jardín y al conejo Luigi, mascota del establecimiento.
San Vitale aún estaba cerrado cuando llegamos y decidimos iniciar la visita por el Museo Arqueológico adyacente. En todas nuestras anteriores estancias en Rávena no habíamos entrado por el aspecto poco atrayente del edificio y las prisas por verlo todo en un día. La verdad es que el contenido, aunque no muy bien organizado, merece la pena.
Cerca de la entrada hay esculturas de todas épocas como este sileno yacente del siglo II.
O este primoroso sarcófago de niño fechado en el siglo I a. C.
El museo ocupa el antiguo monasterio benedictino de San Vitale. Desde el claustro se ve perfectamente el campanario de San Vitale.
Entre las obras destacadas están los frescos procedentes de la iglesia del desaparecido convento de Santa Clara de la primera mitad del siglo XIV.
Hay una buena colección de bronces, entre los cuales este Sátiro sentado con vasija, obra de Andrea Briosco, llamado Il Riccio, de principios del XVI.
Entre las piezas escultóricas ya de época bizantina, pero aún de tradición romana sobresale este bajorrelieve de Hércules con la cierva, del siglo VI.
Pero para mí lo mejor del museo es la colección de marfiles. Entre ellos esta tablilla del siglo V con Apolo y Dafne. Muy curiosa al representar en esa época un tema pagano.
Y esta tablilla bizantina de principios del XII donde se representa la Adoración de los Reyes y el baño del Niño.
Aunque quizás la pieza más sobresaliente sea esta cubierta de Evangeliario denominada Díptico de Murano, del siglo VI.
Una sala la ocupa el mobiliario de una farmacia dieciochesca.
Hay una buena representación de pintura cretense-veneciana del XVII, como este Daniel en la fosa de los leones.
Del Museo a San Vitale. De planta octogonal, es una de las más importantes manifestaciones del arte bizantino.
Sus mosaicos, iniciados ya durante el período de dominio ostrogodo, alcanzan su máxima expresión bajo el dominio bizantino de Justiniano.
En la cuenca absidial Cristo imberbe, entre los arcángeles Miguel y Gabriel, va a imponer la corona de gloria a San Vitale. al otro lado el obispo Eclesio ofrece la basílica, símbolo de la próxima victoria imperial.
Debajo, en el lado del evangelio, se hizo representar Justiniano acompañado de su corte: los generales Narsés y Belisario, el arzobispo Maximiano y el financiero de la obra Giuliano Argentario.
Y al otro lado aparece Teodora rodeada por sus damas.
En la bóveda los mosaicos recuerdan aún la tradición romana.
A pocos metros de San Vitale está el Mausoleo de Gala Placidia. De planta de cruz griega, construido entre 425 y 430, es el monumento funerario destinado a albergar el sepulcro de Gala Placidia, hermana del emperador Honorio.
En el interior deslumbran sus mosaicos. Sobre la puerta está representado el Buen Pastor con su rebaño y toda la bóveda muestra una suntuosa decoración floral sobre un azul único.
Al otro lado, frente a la puerta se representa a San Lorenzo con la parrilla.
La cúpula está centrada por una cruz entre estrellas con ángeles en las esquinas.
Ciervos, palomas y otros símbolos cristianos alternan en cada unos de los brazos siempre refulgentes.
El sencillo Crismón entre el alfa y omega muestra la maestría de los autores de los mosaicos.
El siguiente de los monumentos de Rávena incluidos en la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco fue el Baptisterio Neoniano o de los ortodoxos. Fue consagrado por el obispo Neón en el siglo IV y se le denomina de los Ortodoxos para contraponerlo al de los Arrianos, que visitaríamos más tarde.
La pila bautismal es octogonal, la misma forma que el baptisterio en sí. Tengamos en cuenta el valor del octógono como paso del cuadrado (lo terrenal) al círculo (lo celestial) y del número ocho como suma de 1 (Dios), 3 (la Trinidad) y 4 (el número terrenal por excelencia).
La bóveda está cubierta totalmente por mosaicos con el bautismo de Cristo en el centro, rodeado por los Apóstoles.
Al lado del Baptisterio Neoniano se halla la catedral.
Y junto a ella el Museo Arzobispal donde ahora no dejan hacer fotografías. En cambio hace unos años no había ningún problema.
De su contenido la obra más importante es la cátedra del obispo Maximiano, del siglo VI, el objeto en márfil más grande que se conserva del mundo bizantino. Otra fotografía que añado sin ser mía.
En el interior del museo está la capilla de San Andrés, también Patrimonio Mundial. Aquí ya era más fácil hacer fotos. De principios del siglo VI todos sus mosaicos tienden a resaltar la ortodoxia católica frente al arrianismo mayoritario en la época. El mosaico más interesante para mí es el que representa a Cristo como soldado, lo que no es nada habitual.
De camino a Sant’Apollinare Nuovo pasamos por San Francisco, que estaba cerrada.
Y por el palacio de Teodorico, ya muy cerca de Sant’Apollinare.
Sant’Apollinare fue construida por Teodorico a principios del siglo VI para el culto arriano
A ambos lados conserva mosaicos.
Éstos muestran en el lado sur una procesión de mártires que desde el Palacio de Teodorico se dirigen hacia el Pantocrátor.
En el muro norte la procesión es de Vírgenes, que partiendo del puerto de Classe, siguen a los Reyes Magos que ofrecen sus presentes a la Virgen en su trono.
El Baptisterio de los Arrianos fue la última parada de la mañana.
En su bóveda los mosaicos representan en el centro el bautismo de Cristo mientras los apóstoles ocupan otro círculo alrededor.
Frente al baptisterio comimos y nos dirigimos a la tumba de Dante, que murió aquí exiliado sin poder retornar a su Florencia natal. Esta pequeña tumba se halla junto a la iglesia de San Francisco donde fue enterrado en principio.
San Francisco seguía cerrada y fuimos a buscar el coche para ir a Classe, antiguo puerto de la ciudad de Rávena.
En Classe está la basílica de Sant’Apollinare, de la primera mitad del siglo VI. El campanario circular es del siglo XI.
Es de tres naves como San Apollinare Nuovo.
Y son extraordinarios los mosaicos de su presbiterio.
La cuenca absidial la preside un círculo con una cruz gemada. Encima de la cruz aparece la mano de dios con ángeles a ambos lados. Más abajo está San Apolinar en un prado de un verde intenso, rpleto de árboles, rocas, pájaros y ovejas.
Junto a los ventanales los mosaicos son del siglo VII. A un lado están Abraham, Abel y Melquisedec ofreciendo sacrificios.
Al otro el emperador de Bizancio Constantino IV y su séquito.
Entre los ventanales se representa cuatro obispos, fundadores de las principales basílicas de Rávena.
En las naves laterales se conservan valiosos sarcófagos como el siguiente.
De Classe regresamos a la ciudad parando en el Mausoleo de Teodorico, último de los monumentos Patrimonio de la Humanidad que nos faltaba.
Del Mausoleo asombra su cúpula monolítica.
El interior alberga el sepulcro del rey ostrogodo en pórfido rojo.
Un tranquilo paseo por la ciudad, a cenar y a dormir que el día había sido intenso.
El madrugón del día siguiente fue suave pues no teníamos que hacer demasiados kilómetros. Muy pronto llegábamos a Bolonia. El GPS nos condujo perfectamente al centro.
Únicamente un corto paseo por la comercial calle de la Independencia.
Y a la plazoleta de Neptuno.
Al lado, la Plaza Mayor.
Y en ella San Petronio.
Su portada (la Porta Magna) es obra de Jacopo della Quercia, realizada entre 1425 y 1434.
El interior es inmenso. Por algo es una de las mayores iglesias del mundo.
Dejamos San Petronio y continuamos por las calles porticadas que tanto identifican la ciudad.
Para ir a parar a Santo Domingo, donde se halla la tumba de Santo Domingo de Guzmán.
En la iglesia destaca la capilla dedicada a Nuestra Señora del Rosario.
Y sobre todo el sepulcro de Santo Domingo en el que trabajaron Miguel Ángel, Nicolás Pisano y Nicolás de Bari, entre otros.
Más calles porticadas.
La Loggia dei Mercanti.
Y las Torres Pendientes, imagen identificatoria de la ciudad. A la más alta (casi cien metros) se puede subir tras muchísimos escalones. La menor está cerrada al público por el peligro que entraña su notoria desviación respecto a la vertical.
Parada para comer y a principios de la tarde ya estábamos en Parma. El hotel formando una unidad con un teatro. Como mínimo, curioso. El restaurante, normal dado el caso, se llamaba Shakespeare.
A cuatro pasos teníamos la calle Farini.
Y por ella muy cerca la plaza Garibaldi.
Junto a la plaza se halla la iglesia de Nuestra Señora de la Steccata
Proseguimos el paseo hacia la catedral y el baptisterio.
En la plaza del Duomo nos detuvimos un buen rato.
Sobre todo admirando el mármol rosa del Baptisterio con sol de tarde.
Pero la visita decidimos dejarla para el día siguiente en que tiempo tendríamos sobrado.
Preferimos esperar la noche callejeando. Por cierto, Parma es una ciudad muy animada al menos el fin de semana.
Cenamos en uno de los muchos restaurantes céntricos en la zona más animada. Y después aún nos dimos otro paseo para ver la catedral y el baptisterio iluminados.
El día siguiente era sábado y el movimiento por la mañana era escaso. No es que hubiese mucha gente por las calles.
Pero pronto abrieron los monumentos. Primera y primordial visita al Baptisterio.
Esta excepcional obra, construida a partir de 1196, conserva los elementos de indudable romanicidad, pero su verticalidad ya nos introduce en el gótico.
Muestra una rica decoración esculpida en sus portadas y fachada. Las esculturas se atribuyen a Benedetto de Antelami.
Tiene tres portadas. Al sur la llamada de la Vida donde se representa en el tímpano la leyenda de Barlaam.
Al oeste la del Juicio Final.
Y al norte la de la Madonna con la Adoración de los Magos.
La decoración del interior combina esculturas de Antelami y su escuela con pinturas góticas que van de los siglos XIII al XV.
En el centro está la piscina octogonal. en su interior contiene otra más pequeña tetralobulada en la que se colocaba el oficiante de la ceremonia bautismal.
Sobre ella en la cúpula en seis franjas concéntricas se suceden frescos de variada temática, desde escenas la vida de Abraham a la de San Juan Bautista, Cristo y la Virgen o la Jerusalén celestial.
En la hornacina del lado este, que ocupa el lugar en que en los otros lados hay puertas, presidido por esculturas con el Pantocrátor y el Teetramorfos, aparece pintado el bautismo de Jesús.
Las lunetas que hay sobre las puertas están también esculpidas como la siguiente que representa la huida a Egipto.
En una de las hornacinas que forman los muros hay una pila bautismal románica con decoración vegetal sostenida por un león con la presa entre sus garras. Posiblemente procede de la catedral.
Las esculturas más conocidas, aunque muy probablemente desplazadas de su lugar original son las que representan los meses del año con las labores agrícolas y símbolos zodiacales.
Del baptisterio a la catedral.
La fachada románica tiene a su lado el campanario gótico que a finales del XIII sustituyó otro más antiguo.
La portada principal está protegida por un pórtico sostenido por columnas sobre leones.
El edificio culmina en un ábside semicircular al igual que los brazos del transepto.
El interior para mí es espectacular. La nave principal se cubre con bóvedas de crucería y tiene los muros pintados con frescos del XVI.
En la contrafachada resalta un gran fresco de la Ascensión.
La cúpula fue pintada por Correggio y representa la Asunción de la Virgen.
Juntamente con la cúpula tal vez la obra más destacada de toda la catedral sea el bajorrelieve del Descendimiento de la Cruz de Antelami, la obra más antigua suya, fechada en 1178.
La cripta parece un bosque de columnas. Muchas de ellas probablemente provengan de ruinas romanas.
Detrás de la catedral está la iglesia de San Juan Evangelista.
La cúpula con la visión de San Juan en Patmos es obra de Correggio.
La cuenca absidial también la pintó Correggio, si bien lo que se ve actualmente es una copia y restauración de Cesare Aretusi.
En la luneta que hay sobre el portal de acceso a la sacristía hay otro fresco de Correggio con el Evangelista y el águila.
Retrocedimos hacia la plaza de la catedral y entramos en el Museo Diocesano. Es pequeño, pero su contenido muy interesante y además muy poco frecuentado lo que hace aún más agradable la visita.
El ángel que coronaba la catedral, conocido como el Ángel dorado, de finales del XIII, fue sustituido por una copia a principios del siglo XX. El original se guarda aquí.
También están aquí las estatuas de Salomón y la Reina de Saba, obras de Antelami, procedentes de la fachada del baptisterio donde han sido sustituidas por copias.
Lo mismo ocurre con las del Rey David y el profeta Natán.
Y con los arcángeles Gabriel y Miguel
En el Museo hay algunas otras obras encomiables como esta losa con Sansón descuajarigando el león, del siglo XII, que se había reutilizado en la pavimentación renacentista de la catedral.
Parma es la ciudad de Antelami y también de Correggio y hacia otra obra de este último nos dirigimos. A la Cámara de San Paolo, antiguo comedor de la abadesa del convento de San Paolo, pintada íntegramente por él.
Todos los lugares de interés en Parma están muy cerca unos de otros. A pocos pasos llegamos al Palazzo de la Pilotta, que alberga varios museos.
Uno no es exactamente un museo. Se trata del Teatro Farnese, obra espectacular del siglo XVII, que fue rehabilitado tras los daños sufridos en los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial.
Desde el mismo teatro se accede a la Galería Nacional. Tenía varias salas cerradas, pero sí que se podían ver las obras de Correggio y de Parmigianino.
Habíamos aprovechado bien la mañana. Decidimos pues comer con calma y dedicar la tarde a pasear por el otro lado del río en la tranquila Parma.
Lo que no podíamos olvidar era visitar algún lugar donde adquirir los famosos productos parmesanos: queso, jamón y otras delicadezas como el culatello.
De Parma ya iniciamos el regreso. Parada a pernoctar en Narbona y a casa.