3 de febrero de 2014. Primer viaje de la temporada con el IMSERSO. En febrero a buscar un tiempecito más suave.
Dejamos el coche en Lérida para tomar el bus con destino al aeropuerto. El vuelo visto y no visto, en menos de cuarenta minutos ya estábamos en Mahón. Bus otra vez y hacia Sa Caleta, a corta distancia de Ciudadela, al hotel. Como ya era tarde a cenar y dormir.
Y a madrugar para aprovechar el día. Primer paso: Alquilar un vehículo antes de salir del hotel.
Sin salir de la nueva carretera que bordea Ciudadela ya encontramos indicado el desvío a las Pedreres de S’Hostal.
Las Pedreres de S’Hostal son unas antiguas canteras de piedra de marés (el marés es una piedra calcárea predominante en Menorca y que forma parte de todas sus construcciones y del paisaje). Cuando cesó su explotación una asociación cultural denominada Líthica las adquirió y las ha ido transformando paulatinamente en un espacio didáctico, cultural y artístico con un cuidado especial hacia la flora autóctona y también hacia las aves que han hecho del lugar su hábitat.
Lo primero que sorprende es la profundidad a la que se llegaba en la explotación.
El paseo bien señalizado permite un contacto permanente con el paisaje menorquín.
El romero lucía ya en todo su esplendor.
Incluso los lirios, de forma absolutamente prematura, ya daban colorido al entorno.
La combinación piedra-flora es impactante.
Ya finalizando el recorrido se baja al fondo de las canteras.
Allí antiguas maquinarías y esculturas constituyen un pequeño museo.
Una estrecha carretera, siempre entre muros pétreos como es habitual en la isla, nos condujo al poblado de Torretrencada. Hay un camino más corto desde la carretera general.
Torretrencada es uno de los muchos poblados menorquines de la denominada cultura talayótica, nacida a fines del segundo milenio antes de nuestra era y que se prolongó a la largo del milenio siguiente. Sus monumentos principales son los talayots, las navetas y las taulas.
Era el primer poblado talayótico que visitábamos. el acceso ya es de lo más interesante con el camino sobre la roca abierto entre monte de encinas y acebuches.
A los pocos minutos ya se ve al fondo el recinto de la taula.
Antes de llegar a él se pasa por una cueva artificial de finalidad funeraria.
El recinto de taula está bastante deteriorado, pero la taula se mantiene en pie. Los recintos de taula era lugares donde se efectuaban rituales. Su cronología es en muchos casos indeterminada, pero sin duda posterior a los talayots y navetas.
Aquí se puede observar como tiene a uno de sus lados una columna para reforzarla.
Los restos del talayot y otras construcciones se extienden sobre una verde y arbolada superficie
Otro lugar de interés del poblado es la sala hipóstila, inaccesible el interior debido al agua de las lluvias caídas hacía poco.
Cerca se halla el aljibe que conserva perfectamente las regatas para la recogida del agua.
Sobre él en época mucho más reciente se construyó el pozo-abrevadero, que ahora se contempla.
El poblado aún depara más sorpresas como las tumbas excavadas en la roca de época indeterminada.
O la charca para la recogida de agua.
Intentamos proseguir en dirección este siguiendo la carretera por donde habíamos llegado hasta que se nos acabó el camino y tuvimos que retroceder para ir a la carretera general y desde allí dirigirnos a la Naveta des Tudons.
La Naveta des Tudons es el monumento más emblemático de la Menorca talayótica.
Las navetas son construcciones funerarias de hacia el año 1000 aC, que deben su nombre a que recuerdan una nave invertida. Su finalidad era básicamente para realizar enterramientos colectivos.
Su forma por detrás es ovalada.
El interior es actualmente inaccesible por motivos de seguridad y únicamente puede verse parcialmente a través de la reja que cierra el acceso.
La mañana había sido intensa y apetecía ya ir a comer para continuar de inmediato tras la prehistoria menorquina.
La primera visita de la tarde, que se prolongó largamente, fue a Son Catlar , al sur de Ciudadela.
Son Catlar es el mayor de los poblados talayóticos de Menorca. Se conserva gran parte de la muralla que lo rodeaba.
Añadidos a la muralla se aprecian los restos de torreones de aparejo más pequeño y cuidado, que se debieron construir más tarde, tal vez ya en época romana.
En algunos tramos la base está formada por grandes bloques paralelepípedos.
En otros lugares grandes bloques alternan con piedras más pequeñas, tal vez fruto de restauraciones tardías.
Puede apreciarse también una puerta de acceso con el corredor de entrada dispuesto defensivamente en ángulo.
Curiosamente en un fragmento de la muralla aparecen unas “capades de moro”. Con este nombre se conoce en Menorca a unas pequeñas hornacinas excavadas en la roca, que aparecen junto a las cuevas funerarias. Las de aquí por consiguiente están fuera de contexto y podría ser que la roca en la cual están debió ser extraída de alguna necrópolis y transportada aquí para ser usada en la construcción de la muralla.
En el interior del recinto amurallado hay restos de un talayot.
Y de otras construcciones entre la vegetación.
La más interesante es el recinto de taula, aunque ésta esté rota.
Cerca de él se ve un silo para guardar productos.
Otras construcciones curiosas son unas pequeñas salas cubiertas adosadas en un tramo de la muralla, que algunos han interpretado como garitas.
Nuestra visita a Son Catlar coincidió con un rebaño en el que muchas ovejas habían parido recientemente. La conjunción de los restos con siglos a las espaldas y los pequeños corderos recién llegados al mundo constituía un soberbio espectáculo.
Las piedras eran buen lugar para jugar al escondite.
La vida sigue.
Aunque nos dolió dejar Son Catlar, había que ver más cosas y desde allí fuimos hacía la costa.
Dejamos a un lado los restos de Torre Saura.
Y nos relajamos un rato en la belleza solitaria de la playa de Son Saura.
Aún nos quedó tarde para asistir a la puesta de sol en cabo Artrutx.
El día siguiente amaneció nublado lo que nos impulsó a empezar la mañana en ciudad para tener más fácil el refugio ante ocasionales chaparrones, como así fue. el destino Mahón.
Aparcamos en el puerto y subimos a la ciudad por las escalinatas de Ses Voltes.
Las primera visita al Ayuntamiento donde se ubica la oficina de turismo.
En la misma plaza está la iglesia de Santa María del siglo XVIII, levantada sobre los restos de una iglesia gótica anterior.
A ratos bajo una muy ligera llovizna recorrimos el centro de la ciudad.
De las antiguas murallas sólo queda el portal de San Roque.
Con el aumento de la lluvia nos dirigimos a San Francisco en cuyo claustro se ubica el Museo de Mallorca.
Al lado de San Francisco hay un mirador desde donde hay buenas vistas del puerto.
La lluvia ya había cesado y fuimos a buscar el coche para continuar ruta.
En las afueras de la ciudad está el poblado de Trepucó. De los siete talayots que llegó a tener se conservan dos. Uno de ellos de notable tamaño.
A la entrada del recinto hay una pequeña cueva a la izquierda.
Unos metros más allá nos recibe un enorme talayot con restos de la ventana de acceso.
La reinto de la taula es excepcional.
A la taula, la mayor de la isla, ha tenido que añadírsele un contrafuerte de cemento para que se sostenga.
Más allá del recinto de taula se van extendiendo construcciones correspondientes mayoritariamente a viviendas.
Para los amigos de lo esotérico se han hecho especulaciones sobre las alineaciones con constelaciones y estrellas de la taula, las columnas del recinto y el movimiento de sus sombras. Para ellos bien podría tratarse de un pequeño Stonehenge.
En los campos vecinos, ya fuera de la zona arqueológica propiamente dicha, siguen extendiéndose restos medio ocultos por la vegetación.
De Trepucó fuimos hacia la costa hasta tropezar con el poblado de Benissafullet.
Entre restos dispersos se identifica un talayot
También se conserva el recinto de taula, siendo éste uno de los lugares donde las excavaciones han descubierto en el recinto huesos de corderos y cabritos, así como fragmentos de recipientes cerámicos para contener vino rotos intencionadamente, lo que hace suponer se celebraban aquí rituales en que la comida y la bebida formaban parte del festejo.
Muy cerca de Binissafullet está la bonita urbanización de Binibécar. En verano debe cobrar vida, pero ahora estaba absolutamente desierta.
Al no encontrar ni un restaurante abierto por toda la zona, tuvimos que llegarnos a Sant Lluís para comer. Algún local abierto había. Comimos y además bien.
Para hacer la digestión otra vez a andar por los campos. las navetas de Rafal Rubí fueron el objetivo. Mucho menos conocidas que la famosa Naveta des Tudons son las navetas de Rafal Rubí. No muy lejos de la carretera general, no están demasiado indicadas y su situación en una finca privada hace que sean poco visitadas.
Empezaba otra vez a lloviznar y ya no entramos en la naveta sur.
De regreso hacia Ciudadela la última parada fue el poblado de Torrellafuda. antes de acceder a él los megalitos proliferan.
También pasamos al lado de una cueva de enterramiento
Tras el acceso al recinto ya vemos el talayot.
Rodeándolo llegamos hasta el amjestuoso recinto de taula perfectamente integrado en la vegetación.
Tras un campo quedan restos de la muralla fusionados con los muros de piedra seca modernos.
En ellos destacan las puertas de acceso.
Yendo hacia la salida subimos al talayot.
Desde lo alto se vislumbra una extensísima zona, frecuentada ese día por rebaños de ovejas y un buen número de asnos, cuyos rebuznos nos amenizaron la visita.
El día había sido duro y con el anochecer nos retiramos ya.
El jueves la misma (y única) carretera hacia Mahón. Poco antes de llegar a la ciudad desviamos hacia el poblado de Talatí de Dalt.
En un día con un sol radiante y sin más compañía que la de algunos pájaros pasear por el poblado de Talatí de Dalt fue una inmejorable experiencia.
Tras cruzar la entrada aparece un pozo-abrevadero de los construidos en el siglo XIX similar al que ya habíamos visto en Torretrencada.
Poco más allá hay una cueva natural donde se efectuaron enterramientos a partir de la época talayótica.
Siguiendo los muro que delimitan el recinto hallamos una sala hipóstila adosada a una vivienda talayótica.
A continuación una serie de viviendas con cámaras subterráneas que fueron utilizadas desde la época talayótica hasta el siglo XIII.
El recinto de taula fue utilizado para sacrificios y comidas rituales hasta época romana.
Curiosamente una de las pilastras del recinto perdió su equilibrio y se inclinó hasta apoyarse en la taula produciendo una peculiar imagen.
más allá de la taula hay más casas quedando visible de una de ellas únicamnete una pilastra perforasdsa.
Entre la taula y la entrada está el talayot central.
Desde la cima del talayot se ve una bonita perspectiva del recinto de taula.
Una paloma pintada en vivos colores, perteneciente a alguna sociedad colombofílica o a algún aficionado al tema, que prefirió optar por su libertad ocupaba las ramas de un acebuche nacido en el talayot.
Cerca de Talatí de Dalt, en Torellonet Vell está el que tal vez sea el talayot mejor conservado de la isla.
En su parte superior se observa perfectamente lo que fue su acceso al interior
Al estar tan cerca de Mahón decidimos acercarnos a la fortaleza de la Mola. La Mola fue construida en el siglo XIX en tiempos de Isabel II.
Dada la hora y que la visita a la fortaleza es muy larga, decidimos no entrar en ella, echando simplemente un vistazo a los muros y fosos exteriores.
Desde La Mola se vislumbran extensas perspectivas de la ciudad y el puerto.
Poco al norte de Mahón se halla la pequeña población de Es Grau con una bonita playa.
Frente a Es Grau está la isla de Colom.
Aún nos dio la mañana para llegar a Torralba de’n Salort, otro poblado talayótico, cercano a Alaior.
Al poco de entrar ya nos recibe un talayot.
Poco más allá el santuario con una gran taula.
Junto a esta taula se encontraron varias figuritas, entre ellas el toro de bronce que habíamos visto y fotografiado en el museo de Mahón.
Cerca de la taula hay algunos silos.
Más adelante quedan restos de una casa y su capilla adosada del siglo XVII, con lo que se ve como ha perdurado a lo largo de los tiempos la ocupación del lugar.
La explotación de piedra de marés hasta época reciente es también visible.
Junto a la cantera hay varias cuevas excavadas con finalidades funerarias.
Se conservan también restos de la muralla que rodeaba el poblado.
Y una sala hipóstila.
Desde el poblado se puede contemplar Monte Toro, el punto más alto de la isla.
Ya tarde nos acercamos hasta Alaior a comer, pero no encontramos nada y proseguimos hasta Es Mercadal donde sí pudimos satisfacer el apetito.
Cerca de Es Mercadal se encuentra otro de los poblados talayóticos, el de Torre d’en Galmés, el más extenso de todos los poblados prehistóricos, no sólo de Menorca sino de las Baleares. Y también el más excavado y más adaptado para la visita.
Se han excavado muchas viviendas talayóticas de forma generalmente circular.
Quedan restos de tres talayots.
En el recinto de taula, ésta se halla rota.
De aquí procede la figura del arquitecto egipcio Imhotep, la única de este personaje hallada fuera de Egipto. Esto nos da idea de como estos poblados mantenían intercambios comerciales durante la Edad del Hierro con otros pueblos mediterráneos.
El tamaño del poblado se va constatando conforme vas siguiendo el recorrido señalizado.
Entre las cuevas que aparecen por el recinto hay una, conocida como la cueva del aceite, donde se conservan las piedras para moler.
Hay algunos espectaculares dinteles sobre columnas.
En alguna zona abundan los silos circulares excavados en la roca.
Hay también cuevas de enterramiento.
Una de las casas tiene en su interior una taula.
En el interior de alguna casa hay cisternas cuya utilidad debía ser recoger las aguas sucias del recinto.
En algunos habitáculos circulares es perfectamente visible el espacio destinado al fuego.
Cerca de Torre de’n Galmes está la conocida playa de Son Bou, donde esperamos la caída del sol.
Junto a la playa se hallan los restos de una basílica paleocristiana del siglo V, de tres naves y tres ábsides, el central semicircular.
Ya el viernes subimos a Monte Toro. Allí se encuentra la ermita de la Virgen del Toro, patrona de Menorca.
Junto a la ermita está una antigua fortificación construida en el siglo XVI como refugio ante los continuos ataques de los piratas.
Así como un monumento del Sagradao Corazón dedicado a los muertos en las guerras de África.
Lo mejor del lugar son las vistas sobre toda la isla, especialmente sobre el norte de ésta.
De Monte toro a Fornells. El aire había despejado la neblina matinal y el tiempo era magnífico.
En Fornells nos dirigimos primero a la zona donde se sitáun el faro, la Torre de defensa y la pequeña capilla dedicada a la Virgen de Lourdes.
La torre con su aspecto inexpugnable fu construida por los británicos en 1801 para vigilar la entrada al puerto.
El radiante día ayudaba a que las vistas fuesen extraordinarias.
Desde el mirador se divisa perfectamente el Cabo de Caballería.
El puerto y el pueblo estaban tranquilísimos en esta época con la mayoría de establecimientos cerrados.
Regresamos hacia Ciudadela para desviarnos hasta la bonita y minúscula playa de Cala Morell.
Pero lo interesante del lugar no está en la playa sino arriba en una serie de cuevas que constituyen la denominada Necrópolis de Cala Morell. Existe un pequeño espacio frente a ellas que permite aparcar, sobre todo al no haber nadie.
Antes de la necrópolis propiamente dicha, enfrente del pequeño aparcamiento, hay un par de cuevas con muchos indicios de haber sido ocupadas como vivienda temporal no hace mucho. Por lo que me contaron las han limpiado recientemente, pero restos de ocupantes indeseables y sus pintadas quedan.
Los muros presentan muchos agujeritos circulares de los que se me escapa su utilidad
Desder su interior se pueden obtener interesantes vistas.
Hay bastantes cavidades de las conocidas como “capades de moro”.
Y mucho trabajo de excavación para obtener dependencias de diversos usos.
La necrópolis con recorrido señalizado está unos metros más abajo. La constituye un conjunto de cuevas de enterramientos que fueron usadas desde el Bronce final hasta el siglo II ya de nuestra era.
Puertas y ventanas comunican cada uno de los espacios funerarios con el exterior.
Las aberturas comunican también las cuevas entre sí.
En algunos casos aparece también la voluntad clara de decorar, esculpiendo jambas y dinteles.
Los interiores con sus columnas delimitando espacios en estas construcciones rupestres.
El agua debió tener algún papel pues en el exterior de las cuevas se excavaron pequeñas cisternas con sus regatas de recogida.
Las capades de moro también aparecen.
Algunas cuevas tiene pequeños espacios al exterior.
Otras están en alto respecto al suelo y el acceso es un poco más difícil.
Algo más arriba hay otra cueva frente a la cual se vació un espacio, que ahora está siempre lleno de agua y sirve de habitáculo al sapo balear. Agujeros sobre la entrada de esa cueva hacen pensar que debió tener algún pórtico de protección con materiales perecederos.
Sobre esta última cueva se extiende una meseta rocosa desde la que se obtiene otra perspectiva sobre las cuevas.
A comer, como cada día, a las tantas. Y por la tarde a Punta Nati y su faro.
Los siempre presentes muros de piedra seca delimitadores de todos los caminos menorquines nos condujeron hacia Punta Nati.
El faro de Punta Nati fue construido después del naufragio de un navío francés en 1910.
Los acantilados son espectaculares y en días de temporal del norte hay un “bufador” que emite columnas de agua de gran altura.
La costa de los alrededores es escarpada y áspera.
Buena parte del camino de ida y regreso lo hicimos a pie pues el espectáculo a ambos lados de los muros merece la pena.
Muchas son las ovejas que pacen en los llanos y pedregosos campos de los alrededores.
Aquí y allá cabañas y otras construcciones en piedra seca salpican el paisaje.
Acercándonos ya a Ciudadela aún pudimos contemplar a lo lejos alguno de los talayots de Torre Vella. Toda la zona está aún sin excavar y no acondicionada para visitas, pero se han identificado en ella muchos restos.
En Ciudadela nos acercamos a las urbanizaciones situadas al norte de la ciudad para echar un vistazo al mar, que estaba bastante movido.
Ya en la ciudad echamos un vistazo al puerto.
Y nos dimos un paseo por el centro.
llegamos hasta la plaza del Born, centrada por el monolito dedicado a quienes sufrieron el “Año de la Desgracia”, el saqueo turco de 1588.
Regresando hacia el coche aún dimos un vistazo al bonito patio del Palacio Episcopal.
Nos faltaba un paseo por los pueblos que cada día atravesábamos por la carretera general y a eso decidimos dedicar el día siguiente. Empezamos en Alaior.
Era temprano y poca gente se veía en las calles.
La iglesia-fortaleza de Santa Eulalia, cerrada como suele ser habitual.
Dentro del entramado urbano aún se conserva la torre de algún antiguo molino.
De Alaior desandamos camino en dirección a Es Mercadal.
En la carretera paramos a fotografiar la curiosa formación denominada “Roca del Indio”, que ya nos había llamado la atención cada vez que habíamos pasado por el lugar.
En Es Mercadal iniciamos el paseo por el pueblo desde la bonita iglesia de San Martín.
Las calles están tan blanqueadas como la iglesia.
Al aljibe del siglo XVIII no pudimos acceder pues ya había cerrado y sólo vimos la escalera. Los sábados el aljibe abre unas horas para que los alayorenses puedan coger algo de agua, que tiene fama de ser de excelente calidad.
El molino, hoy restaurante, preside las imagen de Es Mercadal desde la carretera.
Pasando por Es Migjorn Gran nos llegamos a la playa de Santo Tomás.
Al regreso queríamos para en el poblado talayótico de Sant Agustí Vell, pero se había levantado un viento tal que imposibilitaba andar dos pasos y continuamos hasta Ferrerías.
Paseando por las calles se estaba más resguardado del viento.
A mediodía tras la comida, el viento amainó y dedicamos la tarde a pasear por Ciudadela.
A todas horas las calles del casco antiguo respiran paz y tranquilidad.
Llegó el domingo. último día en Menorca (por esta vez). dejamos ya el vehículo y decidimos movernos con el coche de San Fernando. Del hotel a Ciudadela un corto paseo de media hora, atravesando el puente que cruza sobre la denominada Playa Grande.
El puerto en un día magnífico lucía como nunca.
La plaza del Born, también.
En las terracitas el tiempo era suficientemente bueno para tomarse un café al aire libre.
El mercado del pescado cerrado al ser domingo.
En cambio por el mismo hecho la catedral abierta. Obra gótica del siglo XIV muy restaurada debido a los saqueos y destrucciones de su contenido que ha sufrido a lo largo de los siglos.
Esta columna con el “Be de Sant Joan” conmemora las fiestas mayores de la ciudad que se celebran cada año por San Juan.
Regresamos al hotel por el Paseo Marítimo.
Al poco de comenzar el paseo aparece la Torre de San Nicolás, construida a finales del siglo XVII.
Siguiendo el paseo aparecen unas antiguas canteras que se explotaban junto al mar
Seguimos hacia Sa Caleta bordeando la Cala des Degolladors y luego el puerto comercial.
La tarde, con el tiempo más enrarecido, la pasamos recorriendo las pequeñas calas y los acantilados de Sa Caleta.
La torre del Castellar, construida por los británicos a fines del siglo XVIII, es una curiosa construcción hundida prácticamente en el terreno lo que desde el mar no le da en absoluto el aspecto de otras fortificaciones defensivas.
Con una muy agradable impresión de Menorca y con ganas de volver el lunes emprendimos el viaje de retorno a casa.