Esta vez decidimos asistir a la Asamblea anual de Amigos del Románico a celebrar en Vitoria alargando unos días el viaje para aprovechar más el tiempo por el camino. Emprendimos pues viaje el día 17 de abril.
La llegada al Alto de Santa Bárbara ya anunciaba cielos limpios y paisajes verdes tras la lluviosa primavera.
La primera parada fue el monasterio de Leyre. No por muy conocido menos interesante.
He perdido la cuenta de las veces que hemos estado en él, pero la entrada por la Porta Speciosa sigue siendo cada vez un descubrimiento.
La nave románica con su bóveda gótica merecen una detenida visita, siempre que sea en días de escasa asistencia (a evitar meses veraniegos y fines de semana).
Hay que dar la vuelta para ver la cabecera compuesta de tres ábsides.
Bajo ella está la cripta, construida no como lugar de enterramiento sino para nivelar el terreno, de tres naves, pero con la central dividida en dos por un tabique.
Los capiteles quedan a muy baja altura. De decoración geométrica y floral son quizás lo más original de esta cripta.
La siguiente parada fue Pamplona donde pernoctamos un par de días.
Dedicamos la primera tarde a pasear por Pamplona. Imposible empezar en mejor lugar que la Plaza del Castillo.
Fueron desfilando ante nuestros ojos los lugares más emblemáticos de la ciudad en su casco antiguo, sin olvidar el recorrido del popular encierro.
Al día siguiente madrugamos para poder ver Santa María de Eunate con la luz de la mañana y con la menor gente posible. Ambas cosas se cumplieron. No había nadie y el día era radiante. En completa soledad pudimos observar el exterior del templo y darnos un buen paseo por los alrededores hasta la hora de apertura.
La magia de Eunate es bien conocida. Hasta a los más descreidos frente a fuerzas telúricas y poderes del Averno nos cautiva su misterio. Algo tiene de especial.
El interior, siempre con zonas en penumbra, rezuma paz y calma.
Tras Eunate era parada obligada Puente la Reina. Al llegar ya aparece la iglesia del Crucifijo con su nave románica y su adosada gótica.
Seguir por la calle Mayor hacia el puente es transitar por uno de los puntos más conocidos del camino de Santiago. Interesante fue la parada en la iglesia de Santiago con su interesantte portada tardorrománica y su magnífico interior gótico.
En el conocido puente finaliza la población.
Continuamos hacia Estella, deteniéndonos en el monasterio de Irache.
Una mañana tan intensa exigía una reposición de fuerzas adecuada, que realizamos en Estella, lugar donde comer bien no es una excepción.
Finalizada la comida nos dirigimos al monasterio de Iranzu, donde pasear por su claustro y dependencias es fenomenal para una buena digestión. Es de destacar la facilidad que hay en Navarra para visitar sus diferentes monumentos, sean estos de propiedad pública o privada. No vimos a nadie en Iranzu, los monjes debían estar en sus dependencias y nosotros solos gestionamos las entradas y realizamos la visita.
La iglesia es un buen ejemplo del austero estilo cisterciense.
Tras un día tan intenso regresamos al hotel a Pamplona y dedicamos el resto de la tarde a pasear y tomar algo con tranquilidad.
El viernes volvimos a Estella pues alí además de comer hay infinidad de cosas que merece la pena ver.
Si algún lugar cabe destacar en la ciudad es indudablemente San Pedro de la Rúa. Su escalinata y portada de acceso ya preanuncian lo mucho que hallamos en el interior.
El claustro, del que desgraciadamente sólo se conservan dos alas, es capítulo aparte. Tanto los capiteles del ala norte, dedicados a la vida y pasión de Jesús y a los martirios de San Lorenzo, San Esteban y San Pedro, como los del ala oeste, de temática extraida del bestiario medieval, merecen ser contemplados con detenimiento.

San Pedro de la Rúa. Claustro. Capitel en que Herodes da instrucciones para la matanza de los Inocentes
Nos acercamos desués al Museo del Carlismo, el único lugar que encontramos en Navarra donde no se podían hacer fotografías. Aparte de su contenido documental, tenían una exposición temporal de soldados de plomo referentes a las guerras carlistas, auténticamente interesante.
No quisimos dejar Estella sin acercarnos a San Miguel, que, excepto en las horas de culto, está siempre cerrada. Sin embargo, tuvimos la suerte de que el sacerdote entraba a arreglar algo en la iglesia y nos permitió la visita.
La portada norte, del románico tardío, es el atractivo principal de la iglesia.
Esta era nuestra segunda visita a Estella y constatamos que nos es necesario como mínimo una tercera por lo mucho que nos quedó por ver.
Por la tarde ya teníamos la cita con Amigos del Románico en Vitoria, por consiguiente emprendimos la ruta por el puerto de Azáceta, bellos paisajes y buena comida donde paramos.
Dejadas las maletas en el hotel, ya nos encontramos en él con varios Amigos. Con Paloma y Maribel partimos juntos hacia la ciudad para visitar la antigua catedral, cerrada al público desde 1994 y en obras hace bastantes años.
La visita de las catedral con casco y por pasillos y escaleras estrechos y, a veces, provisionales tiene su qué. Además de la posibilidad de captar detalles estructurales y ver cómo se construía (y cómo se reforma) es toda una lección para una mejor comprensión de esta obra y otras similares.
Las deformaciones de arcos y bóvedas son perfectamente visibles desde perspectivas no habituales.
No se suele ver el triforio así:
La excepcional portada del siglo XIV completó adecuadamente la visita.
Un paseo por el casco antiguo de Vitoria nos acercó al coche para regresar al hotel.
Más de cincuenta estábamos ya en la primera cena de Amigos del Románico. Amistad, camaradería y buen yantar completaron el día.
El sábado las visitas previstas por la mañana no nos permitieron holgazanear en la cama. A las nueve estábamos en San Prudencio de Armentia donde una detenida visita y las explicaciones del doctor José Javier López de Ocariz, que nos guió en todas las visitas matinales, nos depararon un estupendo inicio de jornada.
la iglesia, de fines del XII y profundamente reformada en el siglo XVIII, conserva como elemento original el ábside.
En el interior las transformaciones hacen difícil entender la apariencia original, pero sigue conservando detalles escultóricos magníficos.
El tetramorfos situado en los ángulos de arranque del cimborrio es de los más destacado.
Aunque la visita tenía como fin fundamental conocer el románico del lugar, me llamó fuertemente la atención un grupo escultórico en madera policromada del XVI, situado en el muro del evangelio.
El pórtico contiene una serie de fragmentos escultóricos excepcionales, pese a su descontextualización.
Los canecillos del mro sur constituyen son también de notable calidad y divertidos.
Durante la visita a San Prudencio fue llegando más gente hasta completar el centenar muy largo que nos acabamos reuniendo durante la jornada.
De Armentia a Lasarte, muy cercano, para ver fundamentalemente los dos ventanales insertos en su ábside y muro sur, especialmente el del apostolado, auténtica obra de orfebrería. Evidentemente fuera de su ubicación original es posible que ambos provengan de Armentia.
De Lasarte nos alejamos algo más. Hacia Estíbaliz, santuario alavés por excelencia.
Santa María de Estíbaliz ya fue el plato fuerte de la jornada. Su fachada y espectacular portada (porta speciosa) obliga a detenerse largamente antes de pasar al interior.
Sobre la portada se abre una ventana de similar mérito.
Entre los ojos de la espadaña destaca una divertida ménsula .
La iglesia tiene tres ábsides con canecillos bajo el alero.
El central es el único cuyos canecillos están esculpidos y muestran motivos muy variados. Uno de ellos con un burro músico.
El interior tiene también una rica colección de capiteles y una pila bautismal fechada en el siglo XIII.
Buena parte del grupo se hizo la primera fotografía de rigor frente al santuario.
Comimos en el restaurante del santuario y en el mismo lugar tuvo lugar la Asamblea a lo largo de la tarde. Por la noche cena ligera y a descansar tras un día sumamente provechoso.
El domingo a continuar la lista de visitas previstas, centradas en el condado de Treviño. La primera parada en San Vicentejo.
Para las explicaciones del día en San Vicentejo nos esperaba Ricardo Garay. Joven, entusiasta y buen conocedor de las iglesias de la zona, nos dio a lo largo de la mañana una buena muestra de como la historia del arte con gente como él tiene el futuro asegurado.
San Vicentejo plantea muchos enigmas a los historiadores del arte. Empezando por la fecha, grabada en un sillar junto a la puerta, que los hitoriadores interpretan en fechas desde poco más de la mitad del XII hasta inciado el XIII, y continuando por la no finalización del plan iniciado en la construcción. Sobre las influencias recibidas las discusiones son aún más amplias: el mundo musulmán, Languedoc, Borgoña, Bizancio, … son citados a la hora de definir la inspiración que guió a los autores de la zona de la cabecera.
Los adictos a lo esotérico encuentran también en esta iglesia uno de sus lugares misteriosos al que relacionan con los templarios (no hay esoterismo sin invocaciones templarias).
La situación de San Vicentejo con los alrededores despejados nos permitió otra foto de grupo aún numeroso en la jornada dominical.
De San Vicentejo nos dirigimos a Uzquiano situado a corta distancia. El interés de Uzquiano radica más que en su iglesia de Nuestra Señora de la Asunción en la portada que se trajó de Ochate en 1964, ante la ruina de su iglesia y del pueblo en general. Sin embargo, Ochate sobrevive gracias a sus múltiples leyendas que lo convierten en foco de atracción para amantes de fantasmas, extraterrestres y otros elementos del lado oscuro.
La portada de Ochate contiene un interesante conjunto de capiteles con motivos habituales en el románico.
Ya para finalizar salimos de Treviño y fuimos a Marquínez. En Marquínez la ermita de San Juan Bautista está alejada de la población, cerca de la peña donde se izaba el castillo de Arlucea.
San Juan tiene muy en cuenta en el desarrollo de su nave y ábside las proporciones.
En el muro sur destacan su portada y un par de elegantes ventanales.
Finalizado el programna de visitas regresamos al restaurante situado frente al hotel donde hicimos la última comida en común y nos despedimos hasta la próxima.
Ya sin el grupo, otra vez a Vitoria a acabar de pasar la tarde. Aún nos dio tiempo a callejear por los parques, paseos y casco antiguo de esa bien cuidada ciudad.
Y el lunes por la mañana a casa, que hay que hacer pronto maletas para volver a salir.