Un poco cansados de viajes en grupo -bastantes en los últimos meses- decidimos con Carmina hacer una escapadita por nuestra cuenta.
Salimos de Secastilla para recorrer durante unos días una zona del oeste francés, ya conocida de otras veces, pero a la que siempre da gusto volver.
Cogimos la ruta más rápida y corta. A través del Valle de Arán, fuimos a tomar la autopista para, tras cruzar Toulouse, llegar hasta Brie y allí desviar al oeste hasta Périgueux, nuestra primera parada.
A primera hora de la tarde, dejamos nuestras pertenecias en el hotel, y como ya habíamos comido y el tiempo era soleado y nada caluroso, iniciamos nuestro recorrido por la ciudad.

La catedral de Saint Front, a escasos metros del hotel, fue la primera visita. Modelo de las iglesias del oeste francés con planta de cruz griega y cúpulas fue profundamente alterada por las restauraciones del siglo XIX.


En su interior destaca el retablo barroco en nogal que preside el ábside.

Desde el claustro, medio románico, medio gótico, se obtienen buenas perspectivas de las cúpulas y el campanario.


En el claustro se exhibía una colección de paneles publicitarios basados en motivos religiosos. ¡Curiosos y divertidos!



Dejamos la catedral para ir hacia el oeste de la ciudad donde se halla la otra zona monumental.
Cruzadas las vías del ferrocarril nos tropezamos con la imponente Torre de Vésone, único vestigio del templo dedicado a esa diosa de los petrocoros (tribu gala de la zona).

Desde nuestra anterior visita -bastantes años atrás- en los jardines que rodean la Torre de Vésone, sobre los restos de la llamada Villa de Pompeyo, se ha construido el Museo galo-romano de Périgueux, obra maestra de la arquitectura actual, que hace más interesante el continente que el contenido.




Cerca del museo se hallan los restos del denominado Castillo Barrière.

Y algo más allá la Puerta normanda, que formaba parte de una muralla construida en el siglo III con restos de monumentos romanos para defenderse de las acometidas de los pueblos bárbaros.

Muy cerca, el que fue anfiteatro romano está hoy convertido en un jardín público.

De regreso a la zona de la catedral, paramos en St-Etiénne-de-la Cité, otra iglesia románica con cúpulas (cuatro en origen), de la que sólo subsisten dos.


En el centro de la ciudad, entre ambas zonas monumentales, está la Plaza Francheville.

Y en un extremo de ella la torre Mataguerre, que formaba parte de la muralla medieval de protección de la ciudad.

Las calles del centro se veían mayormente desiertas, exceptuando las zonas de los restaurantes y alguna plazoleta con espéctaculo callejero.




Cenamos en el hotel -por cierto, bastante bien-, y nos acostamos pronto después de lo que había sido una intensa jornada.
De buena mañana nos dirigimos a Brantôme. Pasear por ese pueblo, especialmente por las orillas del Dronne, es una auténtica delicia.



La abadía, con el más antiguo campanario románico de Francia, es el principal monumento de Bràntome.

Ser madrugador tiene inconvenientes. Era temprano y no era posible aún acceder a las dependencias conventuales propiamente dichas y a las partes excavadas en la roca y sus relieves. Menos mal que no era nuestra primera visita al lugar.
La iglesia sí que estaba ya abierta. Con ella y los restos del claustro nos conformamos.


Restos del claustro
En la iglesia es destacable un bajorrelieve del siglo XIV rerpresentando el bautismo de Cristo.

De Brântome a Angulema. Aparcamos en las Halles junto a la Oficina de Turismo y empezamos nuestro recorrido a lo largo de las murallas.


La primera parada larga en la catedral, ante su fachada intentando discernir qué queda de original en ella y qué se añadió en el siglo XIX.

El interior también «sufrió» restauraciones varias.

También el campanario es en buena parte decimonónico.

Junto a la cabecera de la catedral se halla el Museo de Angulema.

En la primera planta del museo, dedicada a la arqueología regional, se encuentran piezas excepcionales como el céltico casco de Agris y el dios sentado de Verteuil.


Pasear por las calles de Angulema en agosto, como en muchas otras ciudades francesas, es disponer de mucho espacio. Dimos la vuelta a la ciudad alta parando a comer algo y regreso al aparcamiento.


A primeras horas de la tarde llegamos a Saintes. Dejamos el equipaje en el hotel, en las afueras, pero con fácil acceso a al ciudad, e iniciamos la visita.
Capital de los santones en época del imperio romano, Saintes cuenta con muchos restos de esa época. Empezamos por el anfiteatro, a pleno sol, pero aceptable temperatura, De principios del siglo I, es de los más antiguos del mundo romano.





Muy cerca del anfiteatro se halla la iglesia de San Eutropo, importante etapa en el camino de Santiago.


Muy reformada, la iglesia alta poco conserva de su primitivo pasado románico a excepción de una rica colección de capiteles.

La cripta o iglesia baja, con débil iluminación y cubierta toda ella con bóvedas de arista es mucho más interesante.

Conserva el sepulcro del santo, escondido durante las guerras de religión y hallado en el siglo XIX.

La escasa claridad permite contemplar curiosos fenómenos de iluminación de los capiteles, como en el siguiente ejemplo en el que la luz del atardecer resalta uno de los tres rostros del capitel. No lo comprobamos, pèro tal como están las ventanas es posible que al amanecer se ilumina el rostro del ángulo opuesto. Lo dejo ahí por si alguno de los muchos amigos de lo esotérico y misterioso quiere dedicarle más tiempo.

En la parte occidental de la cripta abundan las esculturas de tipo demoníaco como el siguiente murciélago.

Al salir de San Eutropo caminata hasta el centro de la ciudad pues el anfiteatro y San Eutropo caen en un barrio algo aislado.

Lo más animado el barrio de la catedral (cerrada por obras) y las orillas del río Charente.



Al otro lado del río dos de los mejores atractivos de la ciudad: El arco de Germánico, del siglo I que hasta el siglo XIX se levantaba sobre el puente de origen romano que fue demolido.

Y el Museo Arqueológico, alrededor del cual se ven también más restos romanos.

En esa misma orilla, pero más alejada, está la Abadía de las Damas.

Su iglesia muestra un interesante portal esculpido.

En el interior las cúpulas primitivas fueron sustituidas por plafones de madera, subsistiendo una cúpula sobre trompas en el crucero.

Al lado de la abadía está la iglesia de San Pallais, de origen románico, pero remodelada por completo en período gótico.

El día siguiente decidimos dedicarlo a recorrer algunas de las muchas iglesias románicas de la región de Saintonge.
Empezamos en La Clisse, cuya iglesia de Santa Magdalena, de principios del XII, muestra en su fachada un portal románico encuadrado por dos esculturas de leones.

De la Clisse a Corme-royal. San Nazario con un campanario del XV sobre una fachada románica en dos pisos bellamente esculpida.


En el gran ventanal sobre la portada aparece un tema usual en la época: Las Vírgenes Prudentes y las Vírgenes Necias, que en este caso sólo son ocho.

La siguiente parada Sainte Gemme.


Iglesia con dos portales: uno exterior y otro interior tras un nártex.


Los canecillos que adronan la fachada constituyen una amplio muestrario de la temática románica en estos elementos. Su atractivo decrece cuando los ves demasiado nuevos y sabes que la mayoría son obra del siglo XIX.


Junto a la iglesia restos del antiguo priorato, del claustro y un pequeño museo con hallazgos del lugar. Todo ello nos lo mostró y explicó muy amablemente el chico que se encarga de ello, uno más de aquellos que han abandonado la ciudad para vivir en una pequeña comunidad y dedicarse a sus aficiones: la historia y la arqueología.

Después la Abadía de Sablonceaux, de origen románico, largo tiempo abandonada y que hoy acoge la comunidad ecuménica denominada del Camino Nuevo. A esa hora sólo era posible visitar la iglesia. La comunidad atiende únicamente en horarios limitados.


De Sablonceaux a Meursac. Su iglesia de San Martín ofrece una combinación de románico y gótico.



Lo que nos pareció más curioso de la iglesia fue la cripta. Descubierta en 1972, es accesible por una estrecha escalera de caracol (con peligro de encallarse las tallas XXX).

Está compuesta por una amplia sala tallada íntegramente en la roca y cubierta con cúpula, está fechada en el siglo V y se supone que antes fue un santuario o refugio de origen celta.


La siguiente etapa fue Thaims. Su iglesia de Saint-Pierre-ès-Lien, construida sobre una villa galo-romana de la que guarda muchos vesatigios, sólo la pudimos contemplar exteriormente pues se hallaba cerrada y no encontramos a nadie para preguntar.


Por el camino hacia Rétaud nos fuimos deteniendo para ver y fotografiar los curiosos molinos que incorporan la mayoría de las grandes casonas de la zona.


Llegamos a Rétaud y también la encontramos cerrada.

Románica de mediados del XII, su fachada sólo conserva de esa época la parte inferior con la portada.

En la rica decoración que sigue toda la cabecera destacan los frisos y los canecillos con músicos, acróbatas y máscaras humanas y animales.

Nuestra última etapa de la mañana debía ser Notre-Dame de Rioux, pero al llegar había un bautizo en la iglesia.

Para no estorbar -y también porque el hambre acuciaba pues habíamos iniciado la ruta tras desayunar a primera hora de la mañana- pospusimos la visita para después de comer e intentamos localizar un restaurante. Tarde ya para Francia y más en zona rural. Hasta el mercado dominical hacía rato que había cerrado en Rioux.

El restaurante más próximo está en Cravans, a varios kilómetros, y allí tuvimos que ir. Tenían una concentración de automóviles antiguos y gracias a eso pudimos comer a hora tan tardía.
Ya en condiciones, regresamos a Rioux, donde la visita a la iglesia, ambientada musicalmente, en completa soledad fue tranquila y agradable.

En la fachada la portada de tres arquivoltas no es muy elaborada.

Pero sobre ella destaca un bello relieve de la Virgen con el Niño en una mandorla, fechado en el XII.

El interior muestra claramente los diferentes momentos de la construcción.

Destaca una obra, que se supone procedente del castillo. Se trata de una talla en madera policromada representando el matrimonio místico de Santa Catalina.

Lo más espectacular de la iglesia es el ábside, aún más rico que el de Rétaud.

Antes de irnos de Riox fotografiamos su espectacular cruz de término.

De Rioux aún nos acercamos a Chermignac para ver su iglesia de San Quintín y la cruz «hosannière».

Las cruces «hosannières» (desconozco si la palabra tiene traducción) son monumentos funerarios que se levantaron al oeste de Francia desde el siglo X al XV. El origen del nombre viene de la aclamación hebraica «Hosanna», propia del domingo de Ramos, día en que se colocaban ramas de boj al pie de la cruz, costumbre que en algunos lugares se mantuvo hasta el siglo XX.

El resto de la tarde lo dedicamos a pasear con calma por Saintes, casi desértica en día festivo.




El viernes hacia La Rochelle, una de las ciudades más turísticas de la costa atlántica francesa.
Su Viejo Puerto con las torres medievales que lo defendían es uno de sus lugares más atractivos.




La Puerta del Gran Reloj abre el paso desde el puerto a la ciudad.

En la ciudad antigua junto a calles comerciales hay otras con poco tránsito, que conservan el sabor del pasado. En unas y otras abundan los soportales.



De La Rochelle partimos en dirección a Poitiers, nuestra siguiente etapa, pero antes paramos a comer en Niort y luego nos desviamos para pasar la tarde visitando el Museo de los Túmulos de Bougon.
El Museo de los Túmulos de Bougon es un conjunto formado por un museo moderno sobre el neolítico y un gran espacio natural en el que se hallan cinco túmulos funerarios de ese período, el más antiguo de los cuales está fechado en el quinto milenio antes de Cristo, por consiguiente muy anterior a las Pirámides de Egipto.

El museo está instalado junto a los restos de una capilla, que perteneció a un antiguo priorato cisterciense, y contiene en diversas salas objetos, paneles explicativos y audiovisuales sobre la prehistoria, centrándose especialmente en el neolítico.

Adyacente al museo se extiende un inmenso parque en el cual se puede contemplar un jardín botánico con las plantas más representativas de la época tratada, diversas reconstrucciones de viviendas, representaciones teatralizadas de oficios y sobre las formas que se supone utilizaron los autores para mover esos pedruscos, alguno de los cuales pesa muchas toneladas.



En la parte más boscosa están los túmulos propiamente dichos en número de cinco, con antigüedades que van del tercer al quinto milenio antes de nuestra era. Recorrerlos entre los robles, sobre todo si no hay nadie, da la sensación de que en cualquier momento va a aparecer algún druida.






Desde Bougon hacia Poitiers. Llegamos avanzada ya la tarde, pero al tener el hotel en el mismo centro aún pudimos dar una vuelta antes de cenar.
La primera sorpresa fue el cambio experimentado por la plaza del Ayuntamiento desde que no habíamos estado. Más cemento y menos vegetación.

La iglesia de San Porchaire ha visto restaurado su campanario.

Pasamos por el Palacio de Justicia para llegar hasta Notre Dame la Grande y pasar un rato ante su fachada, algo que nunca cansa.



Aún nos dio tiempo para bajar hasta la catedral de San Pedro.


Y a cenar y dormir pues el ritmo del día había sido intenso y las caminatas largas.
El sábado tocó madrugar para aprovechar el día, ya que Poitiers lo merece. Empezamos descendiendo hacia la parte norte por las calles Descartes y de la Chaine con sus casas de entramados de madera y sus palacetes góticos y renacentistas.




Ya cerca del río nos acercamos hasta la Torre del Cordier, lo mejor conservado de los restos del castillo medieval de Poitiers.

Muy cerca se encuentra la iglesia de Montierneuf. Originaria del siglo XI, ha sido completamente reformada en épocas posteriores. Afortunadamente estaba abierta pese a lo temprano de la hora.


Subimos por el Jardín botánico hacia Notre Dame. Había finalizado la misa y pudimos ver el interior con tranquilidad.



Esta vez no nos pasó desapercibido el grupo escultórico renacentista de la genealogía de Santa Ana.

De Notre Dame a descender de nuevo. Ahora hacia el este, hacia la catedral. Sus portadas bien merece recrearnos un rato de nuevo en ellas.


Muy cerca de la catedral se halla Santa Radegunda. Conserva el campanario y coro románicos, siendo el resto gótico.


En el ábside se conservan los capiteles románicos, no así las pinturas cuyos restos desaparecieron bajo una repintada del XIX.

Entre las escenas historiadas destaca el capitel de Daniel con los leones.

En la cripta está el sepulcro de la santa.

El batisterio de San Juan es el testimonio más antiguo de la arquitectura cristiana en territorio francés. Data del siglo IV. Ha sido muy modificado en diversas épocas.



Conserva interesantes pinturas, en parte románicas, en parte góticas.

En el interior también se exhiben múltiples hallazgos de época merovingia, principalmente sarcófagos.

La mañana había sido provechosa y a hora tan avanzada había que buscar algún lugar para comer algo. Lo hicimos rápido y hacia San Hilario el Grande. Visita Imprescindible en Poitiers.

El interior sorprende con sus siete naves, solución ingeniosa para poder sostener las bóvedas, que sustituyeron a los originales paneles de madera de la iglesia original con sólo tres naves, tras un incendio en el siglo XII.

La riqueza escultórica y pictórica de la iglesia es abundante.


Tras San Hilario a pasear y a cenar con calma.
Después de cenar nos acercamos a Notre Dame la Grande para presenciar el espéctaculo en el que cada noche la iluminan con colores diversos. Aún no sé porqué, pero ese día no lo hubo, o sea que nos conformamos con el paseo nocturno.





El domingo a Saint Savin sur Gartempe, la que algunos denominan capilla sixtina de la pintura románica. Sin duda la representación más importante de esta pintura en Francia.
Por el camino nos detuvimos a contemplar Chauvigny. Su visita la hemos vuelto a dejar para otra vez. ¡A todo no se llega!

Madrugar a veces tiene el inconveniente de que lo que vas a ver lo encuentres cerrado. La abadía de Saint Savin no abría hasta las 10. Nos dio tiempo a pasear los alrededores y a tomar un café.


La visita a la abadía comprende un circuito escenográfico sobre las pinturas y la proyección de un cortometraje sobre la realización de las pinturas, pero el interés radica en ellas mismas, especialmente en las de la bóveda de la nave y en las del pórtico.
Cristo en Majestad preside las del pórtico.

En la nave se narran el Génesis y el Éxodo.






De Saint Savin hacia nuestra última parada: Cahors. Las carreteras francesas y sus múltiples rotondas nos hicieron tan largo el trayecto que tuvimos que detenernos a comer antes de tomar la autopista en las cercanías de Limoges.
En Cahors nos alojamos en un hotelito situado en un edificio decimonónico con todo el sabor de lo antiguo y a escasa distancia tanto del centro como del puente Valentré.

El paseo por el casco antiguo de Cahors y la visita a su catedral fue de lo más tranquilo. Un domingo de ciudad en agosto. El único movimiento que se veía era el de los escasos turistas.





Lo más relevante de la catedral es su portada norte. Esculpida en 1135 fue trasladada a su posición actual desde su lugar original en la fachada principal en el siglo XIII.

En Cahors el puente Valentré del siglo XIV es una obra maestra de la arquitectura militar.


Desde el puente se tiene unas excelentes vistas sobre el río Lot.


Para cenar tuvimos que volver al centro ya que no había nada abierto (y en el centro, poco). Después acabamos la jornada otra vez en el puente Valentré donde se proyecta durtante todo el verano un espéctaculo de luz y sonido sobre la historia (y leyendas) de la ciudad y del puente en particular con el papel especial del diablo que -como en tantos otros puentes- fue protagonista en su construcción y acabó engañado como siempre.


El último día del viaje fue únicamente de regreso. Unos días de descanso y a buscar alguna otra ruta.