Esta iglesia y el baptisterio de San Juan son los dos monumentos considerados las obras maestras del románico florentino.
San Miniato es tenido por el primer mártir florentino. Fue decapitado durante la persecución de Decio en el siglo III. Pronto le fue levantada una capilla en esta colina, lugar al que él se desplazó después de muerto con la cabeza bajo el brazo. Se trata pues de uno de los santos denominados cefalóforos.
En 1018 se inició la construcción de la actual iglesia para preservar en ella los restos de San Miniato hallados en la anterior capilla, documentada ya en época carolingia.
La fachada, toda ella de mármoles policromados, se aprecia tras una larga escalinata.
Consta de un cuerpo inferior formado por cinco arcos de medio punto (siglo XI) sostenidos por columnas verdes con capiteles blancos. Pese a la apariencia no corresponden a cinco naves sino a tres.
Y uno superior (siglo XII), que en el centro presenta una ventana clásica con frontón, sobre el cual hay un mosaico que representa a Cristo entre la Virgen y San Miniato (segunda mitad del XIII).
Corona el frontón un águila que sujeta una bola de tela, símbolo del Arte di Calimana, patrocinadores de la iglesia. Éste era uno de los gremios más poderosos en la Florencia medieval, que agrupaba a los mercaderes de la lana.
El interior es de tres naves separadas por columnas.
Está estructurado en tres niveles al tener cripta y un presbiterio muy sobreelevado.
Al fondo se encuentra la capilla del Crucifijo, obra de Michelozzo, que actualmente no es visible por reformas.
La nave central es más alta y ancha que las laterales por eso las semicolumnas que sostienen los dos arcos fajones se elevan por encima de los arcos formeros.
Hay capiteles clásicos de mármol blanco reutilizados y otros de ladrillo pintados de blanco con hojas de acanto, que son de época románica.
El pavimento de mármol de la nave central es de 1207 y está decorado con una delicada taracea.
Destaca el panel con los signos del zodíaco.
Las naves se cubren con artesonados de madera.
En las muros de las naves laterales, sobre todo en la nave de la epístola, hay interesantes frescos de los siglos XIV y XV.
Desde la nave del evangelio se accede a la capilla del cardenal de Portugal, diseñada por Antonio di Manetto, discípulo de Brunelleschi, una de las mejores muestras del renacimiento en Florencia,
Sendas escaleras que parten de las naves laterales permiten acceder al presbiterio, que, como ya he dicho, queda muy elevado por encima de la nave.
Escalera desde la nave norte
El ábside lo dividen seis semicolumnas de mármol verde de Prato.
En el presbiterio se encuentra el púlpito románico cuadrangular, de principios del XIII. Curiosamente muestra sólo a tres de los evangelistas. Falta Lucas.
El crucifijo que domina el altar mayor ha sido atribuido a Luca della Robbia.
En la bóveda hay un gran mosaico de tradición bizantina con Cristo bendiciendo entre la Virgen, San Miniato y el Tetramorfos. Es de 1297.
El ábside semicircular de la nave central -las laterales muestran cabecera plana- es exteriormente muy alto pues abarca los diversos niveles de la iglesia. En él se puede apreciar el aparejo de sillarejo imitando los ladrillos de las construcciones romanas. Se aprecia alguna franja de tizones.
Las ventanas de la parte superior han sufrido múltiples reformas. Las inferiores son de medio punto y en alguna de ellas se juega con el bicromatismo, tan frecuente en el mundo clásico como en el románico italiano.
La cripta es la parte más antigua de la iglesia (siglo XI). Consta de siete pequeñas naves, tres centrales y cuatro laterales cubiertas con bóvedas de crucería sostenidas por columnas con capiteles de tipos diversos.
El altar está precedido por una reja de 1338 y en él están enterrados los restos de San Miniato, aunque esta cuestión no está exenta de polémica.
Las bóvedas del presbiterio de la cripta están pintadas con frescos de Taddeo Gaddi (1341).
El campanario fue diseñado a principios del siglo XVI por Baccio d’Agnolo y sustituyó a uno anterior que se había derrumbado.
Durante el asedio de las tropas de Carlos V se cuenta que el propio Miguel Ángel hizo cubrir la torre con colchones para protegerla de las descargas artilleras.
Detrás de la iglesia hay un cementerio auténticamente monumental en el cual están las tumbas de muchos ciudadanos ilustres, entre ellos Carlo Collodi, el creador de Pinocho.
Desde el cementerio se obtienen perspectivas distintas de la cabecera y las dependencias conventuales situadas a mediodía de la iglesia
La basílica de San Julián se levantó sobre la tumba de este mártir del siglo IV.
La iglesia actual fue construida en varias fases y duró más de un siglo, desde mediados del XI a casi finales del XII. Las bóvedas góticas de la nave principal se añadieron en el XIII.
La cabecera muestra el escalonamiento usual en el románico de Auvernia y una rica decoración gracias a las combinaciones con la policromía de las piedras.
Su fachada de poniente y el campanario que la corona fueron reconstruidos en el siglo XIX
Las portadas y ventanas del primer nivel juegan con el cromatismo bicolor de las dovelas.
El acceso se efectúa por las portadas situadas tras un pórtico, cubierto con bóvedas de arista, al norte y al sur.
El pórtico sur, más vistoso, muestra capiteles con decoración vegetal y conserva buena parte de los herrajes y ornamentos de bronce de la puerta.
Al ver la nave principal, la más larga de todas las iglesias románicas de Auvernia, sorprende su escasa anchura.
Más normal se ve el tamaño de las naves laterales cubiertas con bóvedas de arista.
Girando la vista hacia los pies se aprecian las tribunas sobre el nártex y las columnas pintadas.
Así como las pinturas de la capilla de San Miguel.
Pese a los fragmentos perdidos, el programa pictórico sigue siendo muy amplio.
En el llamado pilar de los profetas es notable la calidad.
En otro de los pilares se halla una de las pinturas más conocidas de la iglesia.
Es el rostro de la llamada egipcia o mujer del ojo dilatado.
Aunque las pinturas sean lo más atrayente no es nada desdeñable el programa escultórico de los capiteles.
La temática es bastante auvernesa. El mono ensogado.
O los tritones con colas vegetales.
Otros se apartan de los motivos populares en la región como estos grifos.
Más originales son los rostros que hacen de soporte a semicolumnas.
El coro tiene deambulatorio con cinco capillas radiales.
En el coro destaca el capitel de las mujeres ante el sepulcro vacío de Jesús.
La pequeña cripta contiene un relicario del siglo XIX con las supuestas reliquias del santo y un icono actual que lo representa.
La estrella de San Julián es la capilla de San Miguel situada al sur de la tribuna sobre el nártex. Hay que solicitar la llave en la oficina de turismo.
Desde la tribuna se tiene una amplia visión de la nave, de las bóvedas, de los pilares y semicolumnas adosadas y del pavimento de cantos rodados.
Los capiteles se ven desde muy cerca.
Otra vez los motivos auverneses. Hombres portando corderos.
Y motivos distintos. Águila.
La bóveda de la capilla la centra una imagen del Pantocrátor rodeado por el Tetramorfos.
Una gran multitud de ángeles rodean a Cristo.
Escenas con los condenados completan el programa.
Es conocida el fragmento donde unos diablos se llevan una mujer
La ventana que ilumina la capilla permite ver de cerca la vidriera contemporánea realizada, como casi todas las de la iglesia, por Kim En Joong, monje dominico coreano. En una decisión controvertida se decidió sustituir las vidrieras destrozadas durante la Revolución por éstas como aportación de la contemporaneidad al mundo románico.
Contiene la iglesia obras artísticas interesantes de otros períodos como el terrorífico Cristo leproso del siglo XIV.
En la localidad auvernesa de Saint-Saturnin la iglesia de Notre-Dame se sitúa en el punto más elevado y es visible desde todo el pueblo.
Se accede a ella a través de calles de auténtico sabor medieval. Algunas con nombres tan significativos como este callejón del Infierno.
La iglesia tiene aspecto de fortaleza vista desde el oeste.
El deambulatorio que rodea el ábside muestra la particularidad entre los santuarios mayores de Auvernia de no tener capillas radiales. La decoración juega con los distintos colores de la piedra formando una faja de rosas estrelladas bajo la cornisa del ábside.
El campanario es el único que puede ser considerado original de todo el grupo y ha servido de modelo para la reconstrucción de otros como el de Saint-Nectaire.
Entre los canecillos predominan los habituales de rollos.
La portada, a poniente, es muy austera, dovelada con una sola arcuación.
El interior es proporcionado y armonioso, presentando alguna particularidad como los agujeros que comunican con la cripta y permitían ver las luces que iluminaban las reliquias.
Las naves laterales se cubren con bóvedas de arista.
En el coro, el altar procede del vecino castillo.
En la iglesia hay una talla románica de la Virgen, de finales del XII, muy restaurada y modificada en el siglo XVIII.
Los capiteles muestran casi todos decoración vegatal, aunque hay alguno historiado como éste con grifos bebiendo, tema muy auvernés.
O éste con rostros entre el follaje.
La cripta reproduce la planta del coro y está sostenida por robustas columnas y capiteles sin decoración.
Una Piedad de finales del siglo XIV la preside.
A título de curiosidad la iglesia recuerda el culto a San Verny, patrón de vendimiadores, enólogos y, por extensión, amantes del vino en general.
Tras el ábside se levantan los restos de la capilla de Santa Magdalena, muy anterior a Notre-Dame.
En un paisaje espectacular se esconde Orcival y su iglesia dedicada a la Virgen.
Vale la pena dejar el coche en la carretera y descender hacia el pueblo y la iglesia a pie.
Para construir la iglesia donde está tuvieron que desviar el río y cortar la montaña, pero así, según la leyenda, lo quiso la Virgen, que pidió: «allí donde caiga el martillo lanzado por un albañil, allí se edificará mi iglesia». En el siglo XII pasaban estas cosas.
Una serie de volúmnes superpuestos formados por el coro y las capillas radiales, que engloban también la cripta, se elevan hasta el campanario acabado en dos cuerpos octogonales en los cuales se abren ventanas geminadas.
La decoración es escasa y repetitiva. Los habituales canecillos de rollos sostienen todos los aleros.
Se accede al interior por la portada abierta en el transepto sur. Junto a ella cuelgan del muro cadenas y grilletes, ofrendas de cautivos a la Virgen por su liberación (los «Fers» que dan nombre a la Virgen).
La puerta, al igual que la otra, situada en el mismo muro hacia los pies, conserva los herrajes de época románica.
En el interior llama la atención la desnudez de la arquitectura como en el resto de iglesias del mismo grupo.
La mirada se dirige hacia el coro inundado de luz.
Sobre el crucero se eleva una cúpula sobre trompas.
En el deambulatorio las capillas radiales forman un conjunto absolutamente armónico.
Hay capiteles esculpidos. De tipo vegetal.
Con temas mitológicos. Centauros.
De luchas.
O con los motivos auverneses. Grifos bebiendo en una copa.
O portadores de corderos.
De todos modos el mayor atractivo de la iglesia es la talla de la Virgen, situada tras el altar mayor. Excepto en cara y manos está recubierta de plata y plata dorada.
Se saca la Virgen en procesión el jueves de la Ascensión (no se celebra el 15 de agosto, día de la Asunción de la Virgen, para no coincidir con los festejos de Le-Puy-en-Velay). Al acontecimiento acuden miles de pergrinos.
La cripta reproduce la planta de la iglesia superior. Goza de una claridad no habitual.
El altar es una obra en plomo dorado del escultor Kaeppelin, fallecido hace pocos años.
14 de enero de 2015. Primer viaje del año. El año anterior no hicimos ningún viaje cultural del IMSERSO. Ya tocaba y esta vez el destino fue Navarra con salida en Huesca.
A mediodía ya habíamos dejado las maletas y comido en Pamplona. Inmediatamente hacia el centro. Desde el hotel un agradable paseo de no más de media hora.
La entrada por el reconstruido Portal de Taconera.
Junto a sus agradables jardines.
Las calles muy tranquilas a esa hora en Pamplona.
Calle San AntónPlaza San Francisco
Seguimos paseando para hacer tiempo hasta las cinco, hora de apertura del museo de Navarra.
Plaza ConsistorialIglesia de San Fermín de Aldapa
En la cuesta de Santo Domingo ya se veía más movimiento al haber un colegio cercano y ser la hora de salida.
El Museo acababa de abrir.
Estaba cerrada la parte correspondiente a Prehistoria. De todos modos el contenido es más que interesante. empezando por los mosaicos romanos como éste procedente de la villa romana de Andelos.
Siguiendo por testimonios de época paleocristiana como la siguiente estela.
Algo más tardía es la conocida arqueta de Leyre, realizada en la Córdoba califal a principios del siglo XI.
Entre el extraordinario conjunto de de relieves prerrománicos procedentes de la ermita de San Miguel de Villatuerta destaca el que tal vez sea el primer Crucificado del arte hispano.
Otra de las joyas del museo son los capiteles del claustro de la antigua catedral románica de Pamplona.
El período gótico está representado con interesantes murales y algunas tallas como la siguiente Virgen.
Otra obra maestra es el retrato del marqués de San Adrián, de Francisco de Goya.
A la hora de cerrar regresamos hacia el hotel con al sensación de haber disfrutado de una excelente colección de arte.
La mañana siguiente amaneció nubosa. Frente al hotel se vislumbraba la Clínica Universitaria, Afortunadamente la estancia tenía otras finalidades.
Tras el desayuno iniciamos una visita guiada a la ciudad. Algo de lluvia, pero que no impedía nada.
Empezamos en la iglesia de San Lorenzo.
Un saludo a San Fermín era algo inevitable.
La lluvia cada vez más escasa.
La calle Mayor nos condujo a San Cernin.
Con su interesante pórtico.
Y su interior presidido por un retablo neogótico de principios del siglo XX.
En la plaza del Castillo volvía a lloviznar
Pero teniendo el Iruña para reconfortase con un vino y un pincho la lluvia no era problema.
Continuamos sin olvidar la emblemática calle Estafeta.
Y llegamos al agradable Rincón del Caballo Blanco.
Desde donde hay buenas vistas de los alrededores de Pamplona, aunque el día no acompañaba.
Y también de las murallas y fortificaciones.
La catedral nos recibía con su fachada neoclásica.
Tras la que se esconden sus naves góticas.
Y el claustro, también gótico.
Otras dependencias de la catedral están ocupadas por la exposición permanente Occidens.
En una capilla de transición románico-gótica se halla la Virgen procedente del Santo Cristo de Cataláin (Garinoaín), fechada a inicios del XIII.
Las figuras del Calvario de Urzainqui son de principios del XIV.
De la misma época es esta talla de Santa Catalina.
Tal vez lo más sobresaliente de la exposición sea una gran colección de tallas de vírgenes, románicas y góticas en su mayoría.
Algunas de ellas, preciosas.
Virgen de AnozVirgen de EristainVirgen de Urricelqui
Otro punto interesante es la capilla de las Navas de Tolosa con un interesante retablo flamenco del XV.
Después de comer a pasear de nuevo. Frente al hotel el parque Yamaguchi con el Planetario, pero la hora de las demostraciones no coincidía.
El parque es uno de los muchos espacios verdes ciudadanos y debe su nombre al hermanamiento de Pamplona con la ciudad nipona de Yamaguchi.
Nos acercamos a la Ciudadela, que más que recordar su origen militar constituye un parque más.
En el centro se puede ver como la ciudad de Pamplona ofrece un aspecto cuidado y limpio. Hasta los contenedores, en este caso de vidrio, pueden ser lugar para una visión artística
También ofrece la ciudad interesantes edificios modernistas.
Así como construcciones y espacios que más bien obedecen a la postmodernidad como el Auditorio Baluarte, centro de una amplia oferta lúdico-cultural.
El sábado dejábamos Pamplona para dirigirnos al monasterio de Irantzu.
Nos recibía un bonito crucero del XVI.
El paraje es idílico como en tantos otros monasterios. Éste fue fundado a finales del siglo XII bajo la regla del Císter.
El agua y el verde surgen por doquier.
Y en los prados aledaños pace tranquilamente el ganado.
El monasterio quedo en ruinas tras la desamortización. Ha sido restaurado y está actualmente ocupado por padres teatinos.
El acceso al interior lo efectuamos por la portada que da al claustro.
El claustro muestra diversas fases constructivas desde qalgunas arcuaciones aún románicas a otras partes del gótico pleno e incluso ya muy avanzado.
De las diversas dependencias que rodean el claustro la más interesante es posiblemente la cocina.
Del claustro pasamos a la iglesia. De trees naves cubiertas con bóvedas de crucería es un claro ejemplo de la austeridad decorativa cisterciense.
Del monasterio propiamente dicho sólo quedan ruinas al este del claustro y la iglesia.
En la zona ajardinada contigua se muestran una serie de interesantes estelas medievales halladas durante las excavaciones en lo que fue cementerio y que aún están en proceso de estudio.
Lo que se conserva es la iglesia de San Andrés, románica, que debió utilizarse mientras se construía el monasterio, la iglesia actual y el claustro
De Irantzú a otro monasterio, Irache, en las inmediaciones de Estella.
Este monasterio ya aparece citado en el siglo X, aunque la actual iglesia, la parte más antigua, data de la segunda mitad del siglo XII.
Se accede a ella a través de un portal románico tardío, cuyo apuntamiento nos sitúa ya en el siglo XIII.
Las tres naves cubiertas con bóvedas de crucería que arrancan de grandes pilares con semicolumnas adosadas son típicamente cistercienses en su sobria decoración.
En el crucero y sobre todo en los ábsides la decoración es mucho más rica. Con alguna clave esculpida como la siguiente en que aparece la lapidación de San Esteban.
Y capiteles figurativos como el de la Epifanía con los Reyes Magos a caballo.
Al sur de la iglesia se halla el claustro plateresco.
La portada renacentista de comunicación con la iglesia es uno de sus elementos más relevantes.
Para acceder al exterior de la cabecera hay que dar la vuelta completa a todo el conjunto de edificios del monasterio situados al sur.
Los tres magníficos ábsides merecerían un entorno más cuidado.
Los canecillos que sostienen la cornisa, especialmente los del ábside central, muestran una variadísima colección de figuras típicamente románicas.
Escenas de caza.
Un exótico dromedario.
O este monstruo con capucha semejante a los que aparecen en algunas iglesias palentinas, aunque en este caso tiene cuatro patas.
La fachada norte sólo es accesible dando la vuelta completa tras sobrepasar los ábsides.
Esta fachada tiene en el centro una portada de época similar a la del oeste, cuya decoración está muy deteriorada.
De Irache hicimos unos cuantos kilómetros para ir a comer a Peralta.
Luego a Puente la Reina. En la Rúa Mayor sólo nosotros. Ningún peregrino. Pocos hacen el Camino en pleno invierno.
A media calle la iglesia de Santiago con su extraordianria portada románica.
El interior es completamente gótico y los retablos barrocos.
Lo más popular de esta iglesia es la talla policromada de Santiago del siglo XIV. Es conocida como «Beltza», negro en vascuence , debido al color que mostraba su rostro antes de ser restaurada.
Contiene también la iglesia una notable escultura en piedra de San Bartolomé.
También la plaza Julián Mena, centro de la población, estaba desierta.
Al final el conocidísimo puente que da nombre a la población y que cruzan cada año millares de peregrinos.
Aún quedo tiempo para acercarse, en el otro extremo de la población, a la iglesia del Crucifijo, con sus dos naves, una románica y una gótica.
La portada, profusamente decorada, es del siglo XIII.
Y última visita del día. Eunate. A la caída del sol aspecto mágico. Pero ¿cuándo no es mágico Eunate?
La iglesia estaba cerrada, pero no me resisto a poner aquí una fotografía de una visita anterior.
Otra día. Hacia el Roncal. Había bancos de niebla.
Pero fue el día más soleado del viaje. Precioso el paisaje al pasar por el embalse de Yesa
Una vuelta por las calles de Roncal con sus casonas blasonadas es muy agradable.
En lo más alto su iglesia parroquial ofrece gracias a su ubicación excelentes vistas.
Dando un corto paseo se alcanza el cementerio donde se levanta el mausoleo de Julián Gayarre, obra de Mariano Benlliure.
La compra de quesos fue la última e imprescindible actividad en la localidad.
Fuimos después a Sangüesa, pasando por Leyre donde volveríamos por la tarde.
En Sanguesa el objetivo principal Santa María la Real.
Con su espléndida portada, si bien la hora y la altura del sol no eran las más adecuadas para su contemplación. Inconvenientes añadidos al que parece no tener arreglo, el tráfico continuado por delante de esta joya.
El palacio del Príncipe de Viana es el otro gran atractivo de la localidad.
Cominos en Aibar.
Apenas con tiempo para echar un vistazo a Santa María.
Y por la tarde a San Salvador de Leyre.
Sólo los paisajes ya valen la excursión. En lugares así se puede entender que el abad Virila en el siglo X se quedase extasiado escuchando el canto de un pajarito y cuando volvió al monasterio nadie lo reconoció ni él a ninguno de los monjes. Habían pasado trescientos años.
La cabecera con sus tres ábsides suele ser lo primero que se contempla. Sus dos niveles correspondientes a la iglesia superior y a la iglesia inferior primitiva le dan una altura considerable.
Se visita primero la iglesia inferior, que algunos llaman cripta, pero que no es tal pues se eleva sobre el nivel del suelo y recibe iluminación exterior. Es de tres naves con la central dividida por un muro probablemente para dar más consistencia a las bóvedas que permitieran soportar el peso de la iglesia superior. Está dedicada a San Babil, supuesto obispo de Pamplona, cuya devoción prácticamente se circunscribe a Navarra y el Aragón noroccidental.
Algunos de sus enormes capiteles muestran una sencilla decoración y parecen completamente desproporcionados respecto a las columnas que los sustentan.
La iglesia tiene dos partes, la más antigua al este que corresponde a la iglesia inferior, ambas de mediados del siglo XI, y los tramos más occidentales ya del siglo XII y que en el XVI fueron cubiertos con la actual bóveda gótica.
En un arcosolio abierto en el muro norte se guardan en una arqueta los restos de los primeros reyes de Pamplona (al menos eso dice la tradición).
Lo más espectacular de la iglesia es la Porta Speciosa. Ricamente decorada, contiene elementos muy variados, algunos procedentes de otros lugares, lo que dificulta su interpretación.
Era la primera vez que la veía con sol de tarde lo que ofrece otra perspectiva diferente.
El tímpano está centrado por la figura del Salvador, rodeado por la Virgen, San Pedro, San Juan y otras figuras no plenamente identificadas.
En arcuaciones, jambas , capiteles y enjutas hay figuras de todo tipo. Abundan las que hacenb referencia a vicios y pecados como la siguiente.
La mano del Maestro Esteban o de alguien de su taller debió andar por aquí como se ve en el capitel siguiente con las aves mordiéndose las patas como en Sos o en el procedente de la catedral de Pamplona, hoy en el Museo de Navarra.
Ya lunes. Destino: Olite. Niebla contrastando con el soleado día anterior.
En Olite la visita fue el castillo-palacio. A mí, a pesar de todas las alabanzas que suele recibir esa construcción, me sigue pareciendo un escenario para cuentos infantiles. La riqueza de su decoración interior, que según los testimonios en la época era algo sobresaliente, ha desaparecido para siempre tras el abandono, expolio e incendios sufridos.
En la sala de los Arcos, conocida también como Cueva de los Murciélagos, puede admirarse la arquitectura de la construcción original.
Sus galerías, jardines, murallas y torreones recuerdan el pasado esplendor, aunque carezcan del sabor de lo auténtico.
Un elemento auténticamente interesante es el espectacular pozo de hielo anejo al castillo.
La humedad y el frío nos habían acompañado durante el recorrido y una pausa en una de las cafeterías que bordean la plaza de Carlos III el Noble nos reconfortó algo los ánimos.
Tras Olite, Tudela. Algo lloviznaba en la Plaza de los Fueros.
La catedral desafortunadamente estaba cerrada. Iniciada su construcción a finales del siglo XII, tiene partes y añadidos de muy diversas épocas como la torre-campanario del siglo XVII, que sustituyó a la original tras su derrumbe.
O las diversas capillas añadidas sobre todo en el lado norte.
En ese mismo lado aparece una de las puertas, de transición románico-gótico.
La puerta principal es la situada a poniente. Bello ejemplo del gótico primitivo, denominada del Juicio porque en sus arquivoltas aparecen escenas con esa temática entre las que sobresalen las muy imaginativas de demonios torturando a los condenados.
Cerca de la catedral se halla la iglesia de San Nicolás. Originalmente románica fue reconstruida en el siglo XVIII en estilo barroco, pero colocado sobre una de sus puertas se ha conservado un tímpano y otros elementos del templo románico.
Ya avanzada la tarde regresamos a Pamplona donde el día siguiente, último de nuestra estancia, por la mañana repetimos visita al Museo de Navarra y despedimos la ciudad en el Iruña.