Tras un verano muy caluroso decidimos en setiembre ir por el sur de Francia donde siempre habíamos estado sólo en pleno verano. Acertamos en cuanto al tiempo, sol y calor, pero muy moderados.
Por el valle de Arán nos diriginmos a coger la autopista que, pasando por Toulouse, Carcasona y Narbona, nos condujo hasta Nimes.
En Nimes encontrar el hotel nos costó lo suyo, pero una vez en él, junto a la estación, el centro muy cerca.
La Avenida Feuchères, bastante frecuentada a esas horas, nos condujo en poco rato
a los pies de las “Arènes”, el anfiteatro romano.
Allí mismo empieza el centro histórico.
Bordeándolo, pasamos por la iglesia de St-Paul, construida en el siglo XIX en estilo neorrománico.
Pronto llegamos a la Maison Carrée.
Allí paramos a tomar unas cervecitas para proseguir luego de paseo por las callejuelas del viejo Nimes.
Otra vez por el anfiteatro.
A la explanada Charles de Gaulle y hacia el hotel donde cenamos pues los restaurantes cercanos ya estaban cerrando con el sol aún alto.
Como habíamos retirado tan pronto, madrugamos y pudimos disfrutar del fresco matinal. Otra vez a la explanada.
Presidida por la fuente Pradier.
En un lateral el clasicista Palacio de Justicia.
Y el anfiteatro. Es obra del siglo I a. C. A la caída del Imperio romano fue usado como fortaleza y más tarde se construyeron viviendas -y hasta iglesias- en su interior convirtiéndose en una ciudad dentro de la ciudad hasta que fueron eliminadas esas edificaciones y restaurado el monumento en la primera mitad del siglo XIX.
Se ve distinto con el sol de la mañana.
Aún conserva pequeños detalles esculpidos como la loba amamantando a Rómulo y Remo.
Sus pasadizos abovedados permiten el acceso a las diversas escaleras y vomitorios.
La Arena se mantiene en perfecto estado dado la popularidad de la tauromaquia en la ciudad, que lleva a organizar a menudo “corridas”.
La cavea se calcula que podía acoger a 24000 espectadores.
Los pasadizos constituyen un pequeño laberinto que va conducienddo a escaleras que permiten acceder a la parte más alta del edificio.
Desde donde puede contemplarse en su práctica totalidad.
El otro gran monumento romano de Nimes es la Maison Carrée, templo hexástilo de época augústea. El interior ha sido habilitado como sala de proyecciones y allí te pasan una peliculita sobre la historia de la ciudad sin demasiado interés.
Frente a la Maison Carrée se ha construido el Carré d’Art, diseñado por Norman Foster, que alberga el Museo de Arte Contemporáneo.
Y de allí hacia el tercero de los grandes monumentos romanos de Nimes. Primero por el agradable paseo que constituye el Quai de la Fontaine.
Hasta llegar a los jardines de la Fontaine, auténtico pulmón verde de la ciudad.
Entre los jardines se hallan las ruinas del templo de Diana, del siglo II, cuya funcionalidad es aún una incógnita.
Siguiendo por los jardines emprendimos la subida hasta la Torre Magna.
Esta torre formaba parte del recinto amurallado romano y constituía su punto más alto. Antes ya había habido aquí una construcción de la Edad del Hierro.
Después de la sudada para llegar a la torre aún queda otra para subir sus tres pisos y contemplar las vistas de la ciudad.
El descenso es más suave y pronto llegamos al centro. Pasamos por la plaza del Reloj y paramos a comer en la calle de la Madeine, la principal arteria comercial de Nimes.
Continuamos por el centro. En la place aux Herbes se encuentra la catedral.
Conserva un friso, en el que parte de sus esculturas son de época medieval.
Muy cerca están les Halles, antiguo mercado, al que su moderna remodelación ha añadido nuevas galerías comerciales
La denominada Casa Románica es un edificio, originario del siglo XII, en cuya fachada, muy modificada a lo largo de los siglos, se conservan restos escultóricos de la época de su construcción.
No muy alejada del centro está la Puerta de Augusto por donde entraba la via Domitia en Nimes
Una copia en bronce de una estatua de Augusto preside el recinto.
A unos metros de la puerta aparece la iglesia neogótica de San Baudilio.
Callejear sin rumbo por el viejo Nimes ofrece a cada momento bonitos rincones.
Nos tomamos un merecido rato de descanso y luego reemprendimos el paseo, que como siempre, en un momento u otro, te hace pasar por el anfiteatro. Ante el cual, en este caso, surge la estatua del torero Nimeño II, muerto trágicamente en 1991.
Proseguimos en dirección oeste hasta la plaza Montcalm.
Para reentrar en el núcleo por la otra puerta romana que se conserva, la de Francia
Y acabar de nuevo frente al anfiteatro.
Ya se ponía el sol y el intenso día exigía cena y reposo con prontitud.
El miércoles a la hora de abrir ya estábamos en el aparcamiento de Pont du Gard. Desde nuestra anterior visita de hace bastantes años se han construido una serie de instalaciones para hacer el entorno más didáctico y lúdico.
Pero el objetivo fundamental de la visita es contemplar el impresionante puente y acueducto que ha sobrevivido desde hace dos mil años.
Tres niveles de arcos con una altura total de unos cincuenta metros servían para abastecer de agua a la ciudad de Nimes.
El paisaje mediterráneo surcado por las aguas del Gard es un atractivo añadido.
Habíamos aparcado en la orilla derecha y cruzamos hacia el otro lado.
Pasar junto a sus sillares de varias toneladas cada uno aumenta la admiración por las capacidad constructiva de los ingenieros romanos.
En la otra orilla caminamos hasta el edificio donde te acercan de manera audiovisual e interactiva al papel del agua en la consolidación del modo de vida romano y a la historia de la construcción .
Desde esa orilla la perspectiva cambia, pero la grandiosidad permanece.
De Pont du Gard a Orange. Seguimos con Roma.
El Teatro Antiguo de Orange es el único que ha conservado prácticamente íntegro el muro que cerraba la escena. En palabras de Luís XIV “la más bella muralla del reino”.
También por el interior es lo más impactante.
La cavea podía acoger unos siete mil espectadores.
A poniente del teatro aparecen las ruinas de un templo dedicado a Augusto.
Paseamos por el casco antiguo de Orange.
Hasta llegar a la catedral de Notre-Dame.
Comimos en la plaza de la República mientras caía un fuerte chaparrón.
Pronto paró y pudimos ir con tranquilidad a contemplar el magnífico Arco Triunfal situado sobre la via Agrippa que unía Lyon con Arles. Casi es tan ancho como alto, lo que le da un aspecto cuadrangular. Conserva buena parte de su decoración con escenas de combates terrestres y navales.
También sus laterales muestran relieves.
Cruzamos el Meyne, riachuelo que atraviesa la ciudad, para ir a buscar el coche y hacia Aviñón.
En Aviñón nos alojamos frente a las murallas en un bonito apartamento. Nos costó encontrarlo pero luego enfrente ya teníamos la puerta de San Lázaro.
Por la calle Carreterie directos al centro. Paramos a contemplar el campanario de los Agustinos, lo poco que queda del antiguo convento.
Una paradita a descansar en la encantadora plaza de los Castaños, junto a la iglesia de San Pedro.
Y de allí por detrás al Palacio de los Papas.
Ya era hora de finalizar las visitas y poca gente había en la plaza.
Regresamos por la calle des Marchands donde se hallan los principales comercios modernos.
Y a cenar y dormir tras una larga e intensa jornada.
El día siguiente fuimos al centro siguiendo las murallas, corto trayecto también y con una perspectiva distinta.
Al final el Palacio de los Papas. Era temprano. La plaza aún vacía.
Mientras esperábamos que abrieran el palacio empezaban a llegar los turistas.
La grandeza del lugar invita a recordar que en el siglo XIV fue centro de la Cristiandad y siete Papas y dos antipapas residieron aquí. Siendo el último el aragonés Benedicto XIII, que, al final abandonado por cuantos le habían sido fieles, acabó sus días en Peñíscola.
Entramos y en el inmenso Patio de Honor empezamos la visita.
Las diversas estancias las mantienen sin recargarlas de mobiliario (a veces construido ex-profeso) como en otros lugares.
La idea de majestuosidad y amplitud gana con ello.
Recorrida la planta baja, vuelta al Patio de Honor.
Y a través del claustro de Benedicto XII subimos hacia las estancias superiores.
Inmensas algunas de ellas.
La Gran Capilla, mandada consrtruir por Clemente VI es una gran obra gótica
La portada, que debió tener una rica decoración escultórica, está muy deteriorada tras los saqueos y destrucciones que sufrió el palacio sobre todo durante la Revolución Francesa.
Descendimos por la Gran Escalera de Honor.
Y salimos del Palacio admirando de nuevo su función no sólo residencial sino también defensiva.
Junto al palacio, subiendo hacia el Rocher des Doms, se halla la catedral.
En su el tímpano y en el frontón triangular situado encima de la portada había frescos de Simone Martini, que han sido trasladaados al Palacio de los Papas.
La catedral, originariamente románica, ha sido muy transformada con la añadidura de capillas laterales, la reconstrucción de la cabecera y tribunas barrocas.
En el presbiterio conserva una cátedra de mármol del siglo XII.
Subiendo hacia el Rocher des Doms, que corona la ciudad, hay buenas perspectivas de la plaza del Palacio.
De la catedral.
El Rocher des Doms es un bonito espacio ajardinado.
Desde el norte se divisa una gran extensión de terreno, el Ródano y un poco al oeste el puente de St-Bénezet.
Es interesante bajar hasta el puente a través de las murallas y torreones.
El puente, que da lugar a la famosa canción infantil, es con el Palacio de los Papas lo más emblemático de la ciudad.
En el centro del puente se levanta la capilla de San Nicolás.
Las vistas sobre el Ródano valen la pena.
Cominos bien en un restaurante tranquilo, fuera de la vorágine del centro, y fuimos a descansar un rato.
Regresamos al centro y seguimos fijándonos en algo que ya nos llamó la atención el día anterior. En cualquier local, en cualquier portal, en cualquier patio o en cualquier escalera de vecinos podemos encontrar el letrero anunciando un teatro. La causa es el Festival de Aviñon, que se celebra cada verano y utiliza para sus decenas de espectáculos muchos lugares no convencionales como iglesias, salas de concierto o los anteriormente mencionados.
Llegamos a la plaza de los Castaños y a la iglesia de San Pedro de nuevo.
Queríamos ir al museo del petit Palais, pero nos quedaba poco rato para antes del cierre.
Y partiendo de la plaza del Palacio decidimos pasear y perdernos por las calles de Aviñón.
Valió la pena la experiencia pues a la tranquilidad de las calles
se une la atracción de cualquier rincón donde aparece una imagen, una cornisa o una capillita, que te transportan a otros tiempos.
No es ajena la ciudad a la modernidad pues también puedes encontrar el nuevo mercado transformado según tendencias bien contemporáneas.
En las plazas se concentra la vida, pero no más allá del atardecer.
Y acabamos en la zona comercial.
Salimos de Aviñón pronto para aprovechar bien la jornada en nuestro próximo destino: Arles.
El párking central en Arles está justamentre en el centro y permite llegar a todas partes en un instante. En un par de minurtos a la plaza de la República donde está el Ayuntamiento y Saint Trophime.
Pasamos por delante de Saint Trophime, pero dejamos la visita para otro momento.
Lo mismo hicimos en el Teatro Antiguo.
Donde entramos fue para el Anfiteatro, de finales del siglo I a. C. y algo posterior al teatro. Está inspirado en el Coliseo de Roma y son notorias sus similitudes con el de Nimes, siendo un poco más grande, pero con un aforo algo más pequeño.
Se calcula que acogía poco más de 20000 espectadores.
Como el de Nimes acoge corridas de toros en una ciudad con gran afición a la Tauromaquia. También tiene lugar en verano otro espectáculo taurino, las carreras camarguesas, y representaciones de luchas de gladiadores.
Es necesario subir a las plantas superiores por entre pasadizos y escaleras.
Para poder gozar de una completa perspectiva de la plaza.
Y también de los edificios de los alrededores.
Pese a lo mucho que se ha perdido durante los siglos en que ese convirtió, como en Nimes, en fortaleza y más tarde en ciudad dentro de la ciudad, ha conservado mucho gracias en parte a esa utilización continua.
Cuando nos fuimos empezaba a llegar la gente con lo que pudimos gozar de una tranquila visita.
Tienen un particular atractivo las calles que del anfiteatro descienden hasta el Ródano.
Pero nos dimos la vuelta y regresamos al Teatro.
Su conservación es mucho peor que la del anfiteatro. Como en tantos otros monumentos de la antigüedad sus piedras sirvieron de cantera a lo largo de los siglos. Hasta el siglo XIX no fue redescubierto.
Era capaz de acoger 10000 espectadores. A diferencia del de Orange, éste no se apoya sobre una colina sino que el graderío apoyaba sobre una construcción abovedada.
Entre los fragmentos conservados de su columnata aparece el campanario de Saint Trophime.
Quedan muchas piedras que hablan de su pasado esplendor.
Dos columnas de su escena se levantan aún como recuerdo.
¡Menudo pasado el de esta pequeña ciudad de provincias que es hoy Arles!
Poca gente por las calles ya que empezaba a caer alguna gota.
La lluvia aún nos respetó mientras veíamos las Termas de Constantino, ya casi junto al Ródano.
Estas termas fueron construidas en el siglo IV durante el período que el emperador Constantino residió en Arles. Hasta el siglo XVI se creyó que eran las ruinas de un palacio.
Sólo entonces se empezaron a ver semienterradas las estructuras que correspondían a unas amplias termas con sus conducciones.
Se conserva la bóveda del “caldarium”.En varios lugares el hipocausto.
Y buena parte del pavimento original.
Empezaba a llover y justo al lado de las Termas está el Museo Réattu. Era el momento oportuno para verlo.
El pintor Jacquess Réattu unificó dos palacetes, uno de ellos de los caballeros de la Orden de Malta, para instalar su taller-residencia.
Desde las ventanas veíamos caer la lluvia.
Las primeras salas muestran las obras del pintor y su colección, como estas representaciones simbólicas del Sol y la Luna.
Luego vamos encontrando diversas donaciones y adquisiciones. Como una de las famosas acumulaciones de Arman Fernández, más conocido como Arman. en este caso de tenazas.
Hay una buena colección de dibujos de Picasso de 1971, como este Arlequín.
Y obras de Zadkine como esta “odalisca”.
Al salir del museo había acabado de llover y pudimos comer tranquilamente en una de las terrazas de la plaza del Foro.
Después accedimos a través del Ayuntamiento a los Criptopórticos. Son éstos unas galerías en forma de herradura con bóvedas sostenidas por gruesos pilares prismáticos, que circulaban por debajo del antiguo Foro. Éste ha desaparecido, pero se han conservado sus fundamentos subterráneos.
Y nos acercamos al boulevard des Lices a recoger el coche para ir al hotel a dejar el equipaje.
A pocos pasos del hotel teníamos el nuevo Museo departamental del Arles antiguo. En él se han agrupado las obras procedentes de los antiguos museos de Arte pagano y Arte cristiano, a las que se han añadido nuevos hallazgos.
A la entrada del museo nos recibe el León d eArcoule del siglo I a. C., procedente de la localidad de Paradou y que probablemente formaba poarte de un monumento funerario.
Otra de las obras maestras que alberga el museo es el denominado busto de César, extraido del Ródano en 2007 y que algunos ven como un retrato realista de Julio César.
Se exhibe gran cantidad de objetos romanos de uso cotidiano como este juguete.
Los mosaicos proceden de una serie de grandes villas que había en el actual barrio de Trinquetaille. En el siguiente se ve a Orfeo encandilando animales salvajes con el son de su lira.
En este otro la tan conocida escena del rapto de Europa.
El mosaico del Triclinio o de Aiôn, procedente de una villa del barrio de Trinquetaille, muestra a Aiôn, uno de los dioses griegos del tiempo, cogiendo la rueda del zodíaco.
En el mismo mosaico, en posición inversa al resto, se representa una procesión dionisíaca.
Pero a mi gusto lo más sobresaliente del museo es la espléndida colección de sarcófagos procedentes mayoritariamente de los Alyscamps.
El sarcófago llamado de la Caza se fecha en el siglo III.
Muchos son paleocristianos de la segunda mitad lle siglo IV como el del Buen Pastor.
O el denominado de la Trinidad o de los Esposos, que contiene en sus tres registros múltiples escenas del Antiguo y el Nuevo Testamento.
En el siguiente, entre otros motivos, aparece la historia de Jonás.
En este otro el paso del Mar Rojo.
Toda un ala del museo está dedicada al comercio fluvial y su elemento estrella es un barco que se halló prácticamente íntegro en el Ródano con su cargamento de piedras.
Junto al museo se pueden ver los escasos restos del circo romano.
El segundo día en Arles lo iniciamos dando una vuelta por el animado mercado que se celebra cada sábado.
En la zona dedicada a la alimentación sorprende algo que en España no estamos acostumbrados a ver: la gran cantidad y variedad de los puestos que venden comida preparada allí mismo. Las ¿paellas? es lo más solicitado.
La estrella de la mañana había de ser Saint Trophime y hacia allí nos dirigimos, deteniéndonos a contemplar el obelisco procedente del circo romano que se iza en la plaza de la República.
Saint Trophime sustituyó a un edificio anterior dedicado también a quien fue en el siglo III el primer obispo de Arles. Se trata de un emblemático monumento románico cuya cabecera fue sustituida en período gótico
La portada fue añadida a la iglesia a finales del siglo XII, en unos momentos en que Arles tenía un importante papel en el camino de Santiago, siendo el punto de partida de la vía tolosana. Constituye uno de los mejores ejemplos de la escultura románica. Realizada de modo que recuerda un arco triunfal romano, muestra imágenes de los Apóstoles y de San Trophime y San Esteban (patronos de la iglesia), que alternan con escenas del Antiguo y Nuevo Testamento y sobre todo con los premios y castigos de los elegidos y condenados.
En el tímpano Cristo en Majestad, situado en una mandorla, está rodeado por el Tetramorfos.
La nave central cubierta con bóveda de cañón algo apuntada es mucho más alta y ancha que las angostas naves laterales, que se cubren con bóveda de cuarto de cañón.
Entre los contenidos artísticos de Saint Trophime destacan un par de sarcófagos romanos. Entre ellos el siguiente que representa el paso del Mar Rojo, tema muy popular en el siglo IV.
Hay que salir a la calle y cruzar un patio desde donde se ve el campanario para ir al claustro.
Recientemente ha sido restaurado al igual que la portada y hoy es una maravilla. Sus alas corresponden a distintas fases. Románicas las galerías norte y este y góticas las otras.
Es interesante la escultura de los capiteles, pero la de los pilares constituye algo único.
Curisamente algunos capiteles no representan escenas estrictamente religiosas sino que van asociadas a la cultura popular de Provenza como esta representación de la Tarasca, animal mitológicvo que residía en Tarascón y amedrentaba toda la región hasta que fue dominada por Santa Marta.
Dejamos Saint Trophime, pasamos por el anfiteatro.
Y a muy corta distancia está Notre Dame de la Major, románica muy reformada. Pese a ser las Jornadas Europeas del Patrimonio, la encontramos cerrada.
Desde la plaza en al que está hay extensas vistas hacia el norte.
Dejamos el centro urbano para cruzar por fuera de las murallas el extremo del mercado.
Nos faltaba lo que es el lugar para mí más increible de Arles: los Alyscamps. A lo largo de la antigua Vía Aurelia se extendía esta necrópolis galo-romana, que perduró hasta finales de la Edad Media, aunque empezó a decaer en el siglo XII cuando las reliquias de Saint Trophime fueron trasladadas a la catedral.
Este largo paseo arbolado flanqueado de sepulcros, muchos de ellos con grabados e inscripciones, resulta magnífico y más si no hay nadie.
La necrópolis ha sufrido destrucciones y saqueos. Afortunadamente algunas de las mejores piezas se pudieron salvar y son las que se exhiben en el Museo departamental del Arles antiguo.
Al final de la avenida de los Sarcófagos aparece la iglesia de San Honorato. Fue reconstruida por los monjes de San Víctor de Marsella en el siglo XII, pero nunca se acabó.
La portada occidental se reconstruyó hace unos años con los restos que quedaban y la ayuda de dibujos antiguos.
Tiene una cabecera de tres ábsides semicirculares, mayor el central.
A finales de la Edad Media y principios de la moderna se llenó de sepulcros y capillas funerarias.
Tiene también añadidos góticos del siglo XV.
En el siglo XVI los pilares fueron embebidos por grandes columnas cilíndricas a la vez que se reforzaron los arcos.
El aspecto de la iglesia con su deterioro, el anidamiento de palomas y el entorno producen un efecto romántico y nostálgico a la vez. Hasta las telarañas que la inundan por doquier forman parte de la escena.
Después de ver San Honorato y la necrópolis se entiende perfectamente como muchos artistas se inspiraron y pintaron aquí. Van Gogh y Gauguin, por ejemplo.
Comimos en el centro y dedicamos la tarde a pasear por la ciudad. Pasar por el anfiteatro, inevitable.
Desde allí descendimos hacia el Ródano por la calle Voltaire.
Hasta la puerta de la Caballería.
Y proseguimos el paseo por las orillas del Ródano.
Pasando por las termas de Constantino.
Y recorriendo las callejuelas del centro hasta la puesta de sol.
Nos despedimos de esa pequeña Roma del sur de Francia que es Arles y por la mañana regreso a casa.