Acabábamos de llegar de viaje, pero teníamos ya vuelo y hotel reservados, o sea que ¡a Turín!
Empezamos bien. El bus directo desde el aeropuerto nos dejaba frente al hotel y la situación de éste no podía ser más céntrica.
A unos pasos la vía Roma, eje comercial principal de la ciudad y en cuyos aledaños se hallan los principales puntos de interés turístico.
Paseo por sus pórticos hasta la conocida como plaza C.L.N. (acrónimo de Comitato di Liberzione Nazionale). Dos esculturas representando los dos ríos de Turín, el Po y el Dora, ornamentan la plaza.
Unos metros más allá se llega a la plaza de San Carlos, centrada por el monumento ecuestre de Emanuele Filiberto, duque de Saboya (1553-1580), sobrino de Carlos I de España y primo por tanto de Felipe II, a cuyo servicio estuvo repetidas veces.
En el lado sur cierran la plaza las iglesias de San Carlos Borromeo y Santa Cristina.
Y continuando por vía Roma llegamos ya a la plaza Castello, acabada al final por el Palacio Real y rodeada por diversos monumentos.
Entre los que destaca el palacio Madama, sede del Museo Municipal de Arte Antiguo.
Y salimos de la zona principal para adentrarnos en las callejuelas que conducen a la parte antigua donde, como en toda Italia, cualquier lugar puede convertirse en atractivo turístico
Pasamos por la catedral de San Juan, cuya visita dejamos para mejor momento.
Poco más allá descansamos un rato frente a la Porta Palatina y los restos de la muralla romana.
Nos internamos en el Cuadrilátero Romano, nombre que recibe el conjunto de calles y plazas situadas en lo que fue la antigua ciudad romana.
El Largo 4 di marzo concentra gran número de bares y restaurantes.
Desde dicha plaza se accede a la vía Conte Verde por donde continúan los establecimientos gastronómicos.
Otra pausa en la plaza Palacio de la Ciudad.
Y luego cruzando la vía Garibaldi, el antiguo Decumanus,
llegamos a la plaza Solferino.
De camino al hotel cenamos y aún nos dio tiempo a tomar un helado, lo que ya es difícil porque, exceptuando los restaurantes, el resto de establecimientos cierran a las nueve como máximo.
El primer día completo en Turín decidimos dedicar la mañana al que era nuestro principal objetivo en la ciudad, el Museo Egipcio.
El contenido del museo es inmenso. haré pues únicamente una relación de las piezas que más me llamaron la atención.
En las primeras salas de la planta baja hay algunas obras relevantes.
Aunque muy estropeado, el Papiro Real es de gran interés histórico pues contiene la lista completa de todos los faraones hasta la dinastía XVII e incluso los de los dioses y semidioses anteriores que se suponía gobernaron Egipto. Curiosamente no eliminan los nombres de faraones impostores o extranjeros e incluye a gobernantes de pequeños territorios
La estela del superintendente del canciller Meru. Imperio Medio. XI dinastía.
En las restantes plantas las obras ya siguen un orden cronológico. Se inicia en la época predinástica (cuarto milenio a. C.).
Ya en ese tiempo lo que no podía faltar era el aderezo personal. Frascos para cosméticos.
O el alcohol. Recipientes para cerveza.
Del Imperio Antiguo data la estatua de la princesa Radji en basanita, probablemente procedente de Saqqara.
El sarcófago de Duaenre, hijo de Kefrén, IV dinastía.
Este ataúd de madera con incrustaciones de motivos vegetales en hueso y cerámica. IV dinastía.
O esta túnica
Y las sandalias.
El primer período intermedio es el nombre que recibe la época entre 2190 a.C – 2052 a. C. en que el poder está fragmentado entre el Alto y Bajo Egipto.
Esta estela corresponde a ese período.
Estas pinturas también.
O los múltiples objetos de la tumba de Ini, procedente de Gebelein.
Muchos objetos de esa época, espejos, pequeñas vasijas, peines, cajitas con tapa que se incrusta en ranuras, recuerdan muchos utensilios que nos son bien cercanos en el tiempo.
Del Imperio Medio es la estatua de Djefahapi. XII dinastía.
Estos hipopótamos de cerámica pintada, muy frecuentes en las tumbas de este período.
En un altillo hay colocadas una serie de vitrinas en las que se exponen multitud de objetos sin etiquetar que en otros museos estarían en los almacenes.
Del Imperio nuevo es la estatua de uno de sus primeros faraones, Amenhotep I.
De Deir-el Medina procede esta ostrakon con una bailarina semidesnuda en difícil posición. Los ostrakon, generalmente trozos de cerámica desechados, eran usados por los artistas para practicar, pero aquí el resultado es de una calidad excepcional.
Siguiendo con lo erótico es muy conocido este papiro satírico con escenas de sexo con animales.
También de Deir-el-Medina procede este piramidion, grabado en sus cuatro caras laterales. En la que vemos aparece el dios Horus representado como halcón con el disco solar sobre su cabeza.
Del mismo lugar es también la capilla de la tumba de Maya de rica y variada policromía.
Y la estatua de los esposos Pendua y Nefertari, abrazados ambos, lo que no es habitual en la estatuaria egipcia.
La tumba de Kha y su esposa Merit, de la época del reinado de Amenhotep II, fue hallada intacta y todo su contenido se expone en este museo.
Estela funeraria de Kha.
Sarcófago intermedio de Kha.
Silla plegable, antecedente claro de nuestros faldistorios medievales.
La cama.
Estatuilla de Kha.
Ajuar de Merit
Un juego del Senet con sus fichas. No ha conseguido averiguarse cómo se desarrollaba el juego.
La sala de los sarcófagos contiene una gran cantidad de estos, de rica decoración pictórica.
Sarcófago de Taba-Kenhonsu.
Los Ushebti (los que responden) son pequeñas estatuas que se depositaban en la tumba del difunto. Estaban hechas de cerámica o madera, aunque los había de lapislázuli. En el Imperio Nuevo había como mínimo tantos como días del año.
La momificación de animales era corriente.
Del Libro de los Muertos hay ejemplares en buen estado de conservación. Aquí un fragmento con el juicio de Osiris y el pesaje de los corazones, que decidía el paso a la inmortalidad o la muerte definitiva.
La gran sala con estatuas de dioses y faraones es probablemente la más espectacular del museo.
Esfinge procedente de Tebas.
Amenhotep II ofreciendo dos esferas.
Ramsés II.
Abundan las representaciones de la diosa Sekhmet, muy venerada y temida a la vez. Era el símbolo de la fuerza y el poder.
Por la mañana con el museo ya habíamos tenido bastante. A comer y por la tarde paseo tranquilo por el Turín barroco y neoclásico.
Hasta la catedral, pero tampoco hubo visita.
Había concierto y a él nos quedamos. El prestigioso organista holandés Aart Bergwerff no deleitó con el excelente órgano de la catedral.
Desde las cercanas ruinas romanas hay una buena perspectiva de la catedral y especialmente de su campanario.
Del pasado romano de Turín (Iulia Augusta Taurinorum) lo mejor conservado es la Puerta Palatina, una de las cuatro que cerraban la ciudad. Más que valor defensivo, pues el siglo I cuando se construyó era época tranquila en la zona, tenía la función de delimitar el espacio entre el campo y la ciudad.
Seguimos paseando hasta acabar ya anochecido en la plaza San Carlos y a buscar restaurante para cenar y a descansar.
El vienes decidimos empezar paseando en vez de con visitas culturales.
Iniciamos la caminata en la estación de Porta Nuova.
Llegamos al Po y continuamos aguas abajo.
Hasta el puente Vittorio Emanuele I, frente a la Plaza Vittorio Veneto.
Al otro lado del puente está la iglesia de la Gran Madre de Dios.
Allí se inicia la subida la Monte de los Capuchinos. Por el camino se tienen buenas vistas de la ciudad.
Al llegar arriba la iglesia no tiene demasiado interés,
pero las vistas son aún mejores.
Al bajar paramos en la Gran Madre de Dios, iglesia con una espectacular cúpula neoclásica. Desde la escalinata de acceso se vislumbra el puente, la plaza y la avenida que conduce al centro.
La Gran Madre de Dios es relacionada por grupos espiritistas, esotéricos y similares con el Santo Grial. Para algunos está depositado bajo la iglesia, para otros la copa que levanta en la mano la estatua dedicada a la Fe que hay en la escalinata confirma la presencia del Grial en Turín.
A cruzar otra vez el puente y no lejos encontramos la Mole Antonelliana. Este edificio, construido por Alessandro Antonelli en 1863 debía albergar la principal sinagoga de los judíos de Turín, pero éstos lo cedieron al Ayuntamiento estando aún en construcción. En 1961 se reconstruyó la aguja, derribada por un temporal y se instaló un ascensor que sube a la cima.
Desde arriba se domina perfectamente la ciudad y los alrededores.
En 1996 se rehabilitó por completo el interior y se instaló un museo dedicado al cine.
En él se puede recorrer la historia de las imágenes en movimiento. Sombras chinescas.
Primitivos oscurecimientos e iluminaciones.
Antiguos dioramas.
Colecciones de linternas mágicas y exhibición de sus proyecciones.
Los primeros cartones con dibujos animados.
Cámaras de cine y fotografía de toda época.
Se puede ver laboratorios de revelado con sus aparejos originales.
Puestas en escena de clásicos del cine.
Por rampas se va ascendiendo pisos mientras vemos fragmentos de películas clasificadas por géneros, cortos con entrevistas a directores y actores conocidos y jugamos con programas interactivos relacionados con la materia.
Desde arriba se contempla perfectamente la sala central convertida en una sala cinematográfica realmente moderna donde se ven y escuchan películas con toda comodidad.
Un paseo por la calle Verdi hasta el palacio Madama.
Pasamos por la Galería Subalpina.
Por la plaza Castello y a comer.
Por la tarde otra caminata por las largas avenidas de Turín.
Hasta la estación ferroviaria de Porta Susa.
Todavía nos quedaba uno de los platos fuertes de Turín, el Palacio Real y sus anexos. La siguiente mañana era para él.
Y a eso íbamos, pero por el camino nos detuvimos en otro de los lugares misteriosos de Turín, el Portón del Diablo en el palacio Levaldigi. De no ir prevenido se pasa por delante sin dar importancia alguna a la puerta de la sede de una institución bancaria. La cabeza de un diablo entre dos serpientes sujeta la aldaba de la puerta, lo que ha dado lugar a múltiples leyendas. Desde un hechicero que invocó al diablo y quedó encerrado para siempre tras la puerta hasta un diplomático francés de principios del XIX que desapareció en el palacio y su cadáver lo encontraron emparedado cuarenta años después. Otros asesinatos sin resolver y alguna historia de fantasmas completan el misterio del lugar.
Y de la fantasía a la realidad del palacio.
Faltaban unos minutos para abrir y paseamos por los jardines.
Al entrar en el palacio, en la escalinata, lo primero que nos recibe es la estatua ecuestre de Vittorio Amedeo I de Saboya.
Las salas del palacio, lujosamente decoradas se iban sucediendo y se podían contemplar con tranquilidad pues a esa hora aún había muy poca gente y además Turín tampoco acoge las masas de turistas de otras ciudades italianas.
Antes de finalizar le recorrido por el palacio se alcanza el pasillo donde está instalada la Armería.
Contiene colecciones de armas y armaduras de todas épocas.
Predominando las de época renacentista. Aquellas en que si uno se caía del caballo estaba listo pues con aquel peso no se levanta ni Sansón.
Bóvedas pintadas, estucos y maderas doradas y grandes lámparas siguen ocupando otras salas.
Algunas inmensas como el salón de baile.
Desde el mismo palacio se enlaza con el ala donde está situada la Galería Sabauda, colección pictórica de los Saboya.
No es una de las grandes pinacotecas europeas, pero contiene obras interesantes de pintores conocidos, sobre todo de época renacentista y barroca.
Aquí alguna de ellas. Una de las variantes de Muerte de Lucrecia de Guido Reni.
Alegoría de la Agricultura, Astronomía y Arquitectura de Domenichino
Jugadores de cartas de David Teniers el Joven, tan representado en el Museo del Prado.
Casas de campo de Gaspard de Witte.
En unas salas recientemente acondicionadas se exhiben también pinturas góticas.
Tabla con santos del Maestro del Políptico de Boston.
Más abajo está el museo Arqueológico. Desde él se puede ver parte del teatro romano.
De época romana se han hallado otros restos como esta cabeza en broce dorado de época augústea.
También hay hallazgos correspondientes al período lombardo como estos objetos de la tumba de la Dama Lombarda del Lingotto (fines del VI-principios del VII).
O éstos de otra tumba de mediados del siglo VII.
Más adelante de época romana encontramos el busto de Lucío Vero del siglo II.
Y el rico tesoro de Marengo, contemporáneo del anterior.
En la ampliación del museo hay muchos hallazgos procedentes de Cerdeña.
De la cultura nurágica estas navetas y toro votivo.
Y estas figuras haciendo ofrendas.
También de Cerdeña es este mosaico romano con Orfeo.
Pequeños tesoros con gran cantidad de monedas hay varios.
Del siglo II es esta máscara de sacerdote en bronce.
Y lo que no falta en ningún museo con objetos romanos, una gran cantidad de lucernas.
Y de objetos de cristal, algunos muy bien conservados.
Abandonamos el palacio para echar un vistazo a la Biblioteca Real, situada a corta distancia.
Y tras una intensa mañana nos merecíamos una buena comida. Lo acertamos pues la tagliatta con boletus estaba extraordinaria.
Para digerir nos fuimos a la iglesia de San Filippo Neri a escuchar el Magnificat de Antonio Caldara.
Al salir un vistazo al palacio Carignano.
Y una larga caminata hasta la plaza Statuto. No podíamos dejar de verla siendo el centro de la Turín esotérica y mágica.
En un extremo se levanta el monumento al túnel de Frejus donde según las malas lenguas se oculta la Puerta del Infierno.
El regreso hacia la zona del hotel se nos hizo largo. Cada día habíamos andado, pero ese creo que nos pasamos.
Y llegó el domingo: Habíamos visto lo principal del centro de Turín y decidimos salir un poco a las afueras. Cogimos el autobús y nos acercamos a la estación de Sassi, de donde parte el tren-cremallera que conduce a la colina en la que se levanta la basílica de Superga, en la que están enterrados muchos de los Saboya.
Conforme se va ascendiendo el paisaje es cada vez más verde
Al llegar a arriba una cierta decepción. Había tanta niebla que casi no se veía ni la basílica.
En el interior afortunadamente no había penetrado la niebla.
Al salir la niebla se había despejado algo, pero de ver el paisaje, nada de nada.
Las tumbas de los Saboya tampoco, pues había de esperar turno hasta la tarde.
Lo que sí vimos fueron soldados de época y otros personajes disfrazados participando en una de esas recreaciones históricas tan de moda en los últimos tiempos.
Como no había mucho más que hacer arriba regresamos a Turín.
Al dejar el tren tomamos un autobús que nos dejó en el centro.
Fuimos al Museo Diocesano, como en la mayoría de los museos del mismo tipo muchos elementos litúrgicos, cálices, candelabros, casullas, …, pero también obras interesantes como esta Virgen del XIII.
Este Calvario barroco.
Y notables pinturas del mismo período.
La catedral está al lado y hoy sí la visitamos con tranquilidad.
En la nave del evangelio se halla la capilla donde se guarda la Sábana Santa, la Síndone, reliquia que algunos consideran fue el sudario que acogió el cuerpo de Jesús en el sepulcro. Los estudios realizados apuntan a su origen medieval. La iglesia no se ha pronunciado sobre su autenticidad, pero la autoriza como objeto de devoción.
Por la tarde el paseo fue por el parque Valentino.
En el límite norte del parque se levanta el Arco de Valentino, dedicado al arma de Artillería. Frente a él una Vespa de época, símbolo italiano por excelencia.
Pasado el arco, empieza el puente Umberto I.
Allí nos detuvimos un rato viendo los entrenamientos de funambulistas sobre el Po.
Regresando ya anocheció.
Y el último día. Únicamente nos quedaba la mañana.
Primero a la plaza C.L.N. y enfrente a la estatua del Po iniciamos el paseo por algunas iglesias del barroco turinés.
En la plaza San Carlo, las casi gemelas,
Santa Cristina, que estaba cerrada,
y San Carlos Borromeo.
Muy cerca está San Filippo Neri, que vimos sin concierto y sin nadie más en su inmenso interior.
Un descanso para tomar un bicerin, bebida propia para golosos y típica de la ciudad, compuesta de café, chocolate y nata.
En la plaza Castello está San Lorenzo, cuya fachada da más la sensación de pertenecer a una casa de apartamentos que a una iglesia. Fue construida para conmemorar la victoria de San Quintín, al igual que San Lorenzo de El Escorial, pues fue Manuel Filiberto de Saboya, primo de Felipe II, quien dirigía las tropas españolas el 10 de agosto, día de la batalla.
La iglesia tal como la vemos ahora es obra del arquitecto Guarini y deslumbra por su riqueza en mármoles y otros adornos polícromos.
La cúpula es una obra maestra que inunda de claridad el interior.
En el atrio está la capilla de la Dolorosa, obra del siglo XVIII y cuya Escalera Santa recuerda que la iglesia albergó en tiempo la Sábana Santa. En el letrero de acceso a la escalera se lee. «salire in ginocchio», o sea «subir de rodillas».
Cerca se encuentra la iglesia de Corpus Domine, obra del siglo XVII, situada sobre el mismo lugar donde tuvo lugar en 1453 el «Milagro de Turín».
Este milagro, representado en el altar mayor, se produjo cuando del botín robado en una iglesia por un soldado se levantó hacia el cielo un hostia resplandeciente que sólo a base de oraciones dirigidas por el obispo consiguieron hacer descender.
Una última vuelta por las callejuelas empedradas del barrio antiguo y tomar el bus hacia el aeropuerto.
Sin retrasos afortunadamente y ¡a casa!